Realista exploración de la política
crítica de Borgen (2010-).
DR1 / 3 temporadas: 30 capítulos | Dinamarca, 2010, 2011, 2013. Creador: Adam Price. Directores: Jesper W. Nielsen, Louise Friedberg, Annette K. Olesen, Rumle Hammerich, Søren Kragh-Jacobsen, Jannik Johansen, Mikkel Nørgaard, Charlotte Sieling, Henrik Ruben Genz. Guionistas: Adam Price, Jeppe Gjervig Gram, Tobias Lindholm, Maja Jul Larsen, Jannik Tai Mosholt, Maren Louise Käehne. Reparto: Sidse Babett Knudsen, Birgitte Hjort Sørensen, Pilou Asbæk, Mikael Birkkjær, Søren Malling, Freja Riemann, Emil Poulsen, Lars Knutzon, Benedikte Hansen, Thomas Levin, Søren Spanning, Lisbeth Wulff, Bjarne Henriksen, Petrine Agger, Signe Egholm Olsen, Ole Thestrup, Peter Mygind, Morten Kirkskov, Jannie Faurschou, Dar Salim, Flemming Sørensen, Lars Brygmann, Iben Dorner, Jens Jacob Tychsen, Jens Albinus, Julie Agnete, Vang Christensen, Kristian Halken. Fotografía: Magnus Jønck, Eric Kress, Lasse Frank Johannessen, Erik Zappon, Rasmus Heise, Lars Vestergaard, Jørgen Johansson, Jan Pallesen. Música: Halfdan E.
El estreno de la tercera y última temporada de Borgen en Canal+ en febrero de este año terminó de conseguir que muchos ojos, los de este crítico los primeros, se giraran para indagar sobre este emocionante y exhaustivo drama político que la televisión pública –increíble pero cierto– danesa emitió entre 2010 y 2013. Borgen está creada por Adam Price y en 30 capítulos, que parecen entregas de una apasionante novela, cuenta el funcionamiento interno de la política, y lo hace con profusión, planteando múltiples contextos y situándose en diferentes esferas de la temática. Cuando Birgitte Nyborg (extraordinaria Sidse Babett Knudsen) se convierte por sorpresa en la Primera Ministra de Dinamarca tras un estallido de honestidad pública que empuja su popularidad hasta altas cotas, su vida cambia radicalmente y con ella el punto de vista del espectador. Birgitte en nuestra entrada a la otra cara de la cortina del Borgen (la sede de los tres poderes del estado y oficina del Primer Ministro en Dinamarca), pero la mirada de Price y su equipo de guionistas sobrevuela tanto a otros políticos como a sus jefes/as de prensa. Trata de vidas públicas y privadas, muestra el trabajo en redacciones de televisiones y periódicos y, en ocasiones, entra en los hogares de ciudadanos y posibles fuentes. Y es una mirada franca, que aunque evidentemente apoya a la protagonista no endulza nada de lo que le pasa, no le pone las cosas fáciles y en última instancia se revela más bien como una crónica veraz de la cara humana del poder. De la dificultad de hacer las cosas con dignidad y de la complicada profesión que puede ser la política.
Con una apuesta técnica impecable –la fotografía, la música, el cuidado por el encuadre, la elegante y personal dirección– y un aprovechamiento máximo del trabajo con digital y la fotogenia de Dinamarca y sus hogares, los responsables de Borgen cumplen una de las máximas más importantes de toda serie de calidad que se precie, y es que lo que veamos en pantalla sea siempre atractivo e interesante, incluso si es deliberadamente feísta o común. Unido esto a un trabajo interpretativo de primer orden, con un reparto incapaz de dar una nota falsa, y el drama tendría el potencial de ser uno de los mejores productos seriados del último lustro o década. Pero no se logra, y eso es porque el nivel de la escritura decrece poderosamente conforme avanza la historia, lo cual es una pena y una sorpresa para una serie con solo tres temporadas. Si la primera fue casi impecable en cada aspecto, la segunda empezó a mostrar signos del trabajo de una sala de guionistas que cogía atajos rápidos y hacía encaje de bolillos para llegar a donde querían aunque la historia no los llevara ahí con naturalidad. La tercera y última, que casi funciona como una historia independiente con salto temporal incluido, acumula torpezas y pegotes hasta culminar en un desenlace que, sin desmerecer todo lo logrado, sí que despide la acción de manera algo decepcionante. Es como si Borgen se hubiera encallado y los responsables no supieron remontar, sino hundirse lentamente más.
«Crítica y que parece veraz, universal cuando toca y local cuando logra suponer un contraste. La inmersión de Birgitte en la máxima posición de poder trae consigo un cambio radical de vida, y los espectadores seremos testigo privilegiados de la dura tarea de gobernar bien, tratando de respetar y honrar lo más posible la confianza depositada por los ciudadanos».
Pero hasta llegar a ese punto, tenemos aseguradas casi una treintena de notables horas de televisión hechas con la intención de hacer reflexionar a la vez que entretener. La estructura de la serie permite que se toquen muchísimos topics y que casi nunca parezca un catálogo de puntos a tratar, sino algo plausible cuando alguien está gobernando un país. Temas sociales, personales, geográficos, internacionales. Temas polémicos y serios. Un mecanismo clásico y efectivo, que los responsables usan a conciencia y con el que logran espolear debate, formular ideas incómodas y ahondar en lo que esgrimen los idealistas o los realistas del mundo (no solo del de la política). Se enfrentan el cinismo contra el candor, el trabajo duro y los senderos fáciles. Una mirada a la sociedad danesa y a su lugar en Europa y el resto del mundo. Crítica y que parece veraz, universal cuando toca y local cuando logra suponer un contraste. La inmersión de Birgitte en la máxima posición de poder trae consigo un cambio radical de vida, y los espectadores seremos testigo privilegiados de la dura tarea de gobernar bien, tratando de respetar y honrar lo más posible la confianza depositada por los ciudadanos.
Sorprende por lo tanto que una serie tan bien construida tropiece luego en otros aspectos relevantes, como la introducción y desarrollo de tramas que luego se abandonan (el abuso de Kasper, la enfermedad de Laura) o el directamente terrible recurso de sacarse personajes de la manga que resultan puramente instrumentales (el hermano de Katrine, la encerrona al político que reprime su homosexualidad). Esto contrasta con historias tan poderosas como las de la amistad forjada entre momentos duros y buen trabajo periodístico entre Katrine y Hanne, la constante dicotomía entre integridad y el ser práctico que Birgitte y Kasper tienen en su labor juntos o la batalla del equipo de informativos que lidera Torben contra los aires modernos y superficiales que impone Álex desde su posición de poder. Borgen es también, por ello, la historia final que resulta de estos choques, pero la calidad acaba ganando la contienda y nunca se puede decir que un episodio sea malo o mediocre. A veces el metraje pesa, pero eso es porque los guionistas aprovechan cada segundo para contar sus tramas, abriendo las entregas con citas célebres y muy apropiadas para el tema de turno y jugando con la premisa y su desarrollo hasta las últimas consecuencias.
«Una porción de vida creíble e inteligente y que quedará como una de las mejores representaciones del mundo de la política hechas en televisión».
Así, tiene cabida tanto el idealismo como el cinismo. La dura realidad con las ganas de hacer las cosas genuinamente bien. La fauna política expuesta en los diferentes grados, y nuestro bastión de decencia y corrección –dicho esto como el mayor de los cumplidos– en nuestra imponente protagonista, un gran personaje que debería dejar el recuerdo más perdurable, aunque las figuras de Katrine y Kasper tengan quizá mayor potencial para ello, aunque su toma y daca amoroso es más molesto que interesante, excepto por su sorprendente coda final. Borgen repasa múltiples situaciones y lo hace a conciencia pero sin alargarse, lo cual es siempre la opción que proporciona los momentos de mejor televisión. A veces con tono de thriller, otras como un drama intimista. Momentos de humor unidos a duras exploraciones del alma humana. Un tono serio pero nunca asfixiante. En resumen, una porción de vida creíble e inteligente que quedará como una de las mejores representaciones del mundo de la política hechas en televisión. | ★★★★ |
Adrián González Viña
© Revista EAM / Sevilla