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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | El regalo

    El regalo

    La caja de Pandora

    crítica de El regalo (The Gift, Joel Edgerton, 2015).

    Si hay un subgénero dentro del suspense que, a base de repetir los mismos esquemas en multitud de títulos, ha terminado convirtiéndose en previsible y trillado, ese es el del psycho thriller en su variante “cuidado con quien metes en tu vida” inaugurado por la taquillera Atracción fatal (Adrian Lyne, 1987). Aquella cinta protagonizada por Michael Douglas y una gran Glenn Close, convertía una historia de adulterio en una auténtica pesadilla, convirtiéndose en un fenómeno sociológico que hizo millones de hombres se pensaran dos veces la posibilidad de engañar a sus esposas. Muchos fueron los filmes que repitieron la fórmula, con pequeñas variaciones, desde el inquilino que se convierte en una pesadilla para sus caseros —De repente, un extraño (John Schlesinger, 1990)—, a la niñera con ansias de venganza —La mano que mece la cuna (Curtis Hanson, 1992)— pasando por la compañera de piso obsesionada con usurpar la personalidad de la protagonista —Mujer blanca soltera busca... (Barbet Schroeder, 1992)—. En todos estos casos, la historia estaba encauzada para culminar en el violento enfrentamiento físico final entre la víctima y el psicópata de turno, siendo su desenlace el típico que todos sabemos. Con los años, además, este tipo de relatos sobre invasores de la intimidad fue degenerando en fuente inagotable para infinidad de telefilmes de sobremesa totalmente infumables.

    Afortunadamente, siempre hay excepciones que se desmarcan de los adocenados patrones del género y terminan sorprendiendo de manera agradable. Este sería el caso de El regalo (2015), el debut como realizador del interesante actor australiano Joel Edgerton —Animal Kingdom (David Michôd, 2010), Warrior (Gavin O´Connor, 2011)— sobre un guion propio que, a priori, tenía todas las papeletas para caer en todos los lugares comunes de sus ilustres precedentes antes citados, pero que se las ingenia para terminar colocando sobre la mesa interesantes temas de fondo que enriquecen la trama (el miedo a enfrentar el pasado, las depredadoras tácticas para prosperar profesionalmente) y, de paso, ofrecer algunos giros argumentales ciertamente sorprendentes (sobre todo en su inquietante clímax final) que rompen con la previsibilidad habitual. El regalo comienza presentando al típico matrimonio perfecto de cara a la galería, en el que sus integrantes, Simon y Robyn, ejemplifican lo que significa haber logrado el triunfo en la vida. Jóvenes, guapos, ricos y con importantes ilusiones de formar una familia en un corto plazo de tiempo que, gracias al fichaje del marido por una importante empresa de seguridad de internet, ven la oportunidad de cambiar su pequeño piso en Chicago por una lujosa casa en California. ¿Qué puede perturbar, pues, esta apacible burbuja de felicidad y confort? La entrada en la ecuación de Gordon, un antiguo compañero de escuela de Simon. El encuentro casual, en un centro comercial, entre el matrimonio y este hombre excesivamente amable que comienza, desde ese momento, a colmarles de obsequios y constantes visitas a su casa, significará el prólogo de una relación cada vez más tensa que, poco a poco, va dejando entrever unas intenciones más oscuras detrás de tanta generosidad.

    The gift

    «¿Puede una persona, con el paso de los años, corregir sus pecados o, simplemente, continuará repitiéndolos de manera sistemática aunque mucho más sibilina?».


    A favor de la ópera prima de Edgerton hay que destacar, primero, la sobriedad de su puesta en escena. La ausencia de excesivos alardes visuales (pese a que la dirección es siempre elegante) y una música de Danny Bensi que no se hace notar demasiado, acompañando a las imágenes de modo sutil, consiguen que toda la atención la acapare la historia en sí misma. La intriga se va fraguando a fuego lento, sin prisas y huyendo siempre de los habituales golpes de efecto. El Edgerton guionista sabe, además, dosificar la información con la suficiente inteligencia como para mantener al espectador engañado durante buena parte de la película, así como darle la vuelta a algunas situaciones y circunstancias que podrían darse por sentadas. Como actor, se reserva, además, el complicado papel de Gordon, un “lunático” ciertamente atípico que huye de los arrebatos de violencia propios de otros acosadores cinematográficos, mostrándose mucho más cerebral e imperfecto —en contraposición con el matrimonio protagonista, él no ha logrado el éxito en su vida en ningún aspecto, al mismo tiempo que presenta el perfil de alguien que no ha podido sobreponerse a la dureza de su pasado, quedando estancado en él de forma enfermiza—, lo que le hace más cercano y reconocible. La siempre competente Rebecca Hall está perfecta en su papel de mujer sufridora que, salpicada por un ajuste de cuentas de la que es única pieza inocente, funciona como una extensión del espectador dentro de la trama, ya que éste va descubriendo el misterio al mismo tiempo que ella. Así, enigmáticas frases de Gordo (mote con el que Simon se refiere despectivamente a Gordon) como “el pasado queda en el pasado” u “ojo por ojo”, unida a la actitud incómoda de Simon, hacen que Robyn comience a elucubrar todo tipo de teorías en su cabeza sobre la verdadera naturaleza de la “amistad” infantil entre su marido y el amable invitado, como si de una suerte de versión actualizada de La sombra de una duda (Alfred Hitchcock, 1943) se tratara.

    Sin embargo, la mayor sorpresa del filme a nivel interpretativo habría que buscarla en un espléndido y muy contenido Jason Bateman, sobre el que recae el que, sin duda, termina siendo el personaje más ambiguo y con más aristas: el prepotente y seguro de sí mismo Simon. Pese a que el Festival de Sitges premió en su última edición a Edgerton como mejor actor por esta cinta, Bateman no hubiera desmerecido esa distinción en absoluto. Ambos realizan un duelo interpretativo de altura en el que resulta complicado delimitar quién representa al verdugo y quién a la víctima. ¿Puede una persona, con el paso de los años, corregir sus pecados o, simplemente, continuará repitiéndolos de manera sistemática aunque mucho más sibilina? ¿Hasta qué punto una mentira (o ausencia de aclaración de una verdad) es capaz de destrozar una vida? Estas reflexiones tan sugestivas que quedan en el aire tras el visionado de El regalo son las que marcan la diferencia entre esta notable pieza de cámara, sostenida sobre tres personajes muy bien escritos (y mejor interpretados), y el thriller doméstico mil veces visto en el que podría haberse convertido si Edgerton hubiese optado por el camino más fácil (y comercial) para su carta de presentación como director, aun cuando ésta llega avalada por el sello de la productora Blumhouse, artífice de exitosas sagas como las de Paranormal Activity, Insidious, Sinister o The Purge. | ★★★ ½ |


    José Antonio Martín León
    © Revista EAM / Madrid


    Ficha técnica
    Estados Unidos. 2015. Título original: The Gift. Director: Joel Edgerton. Guión: Joel Edgerton. Productores: Jason Blum, Joel Edgerton, Rebecca Yeldham. Productoras: Blue-Tongue Films / Blumhouse Productions. Fotografía: Eduard Grau. Música: Danny Bensi, Saunder Jurriaans. Montaje: Luke Doolan. Dirección artística: Lorin Flemming. Reparto: Jason Bateman, Rebecca Hall, Joel Edgerton, Allison Tolman, Tim Griffin.

    The gift poster
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