Bienvenida Mrs. Blanchett
Crónica de la octava jornada del BFI London Film Festival 2015.
Día grande en el festival, que saca sus mejores galas a relucir para recibir a la que, sin duda, es la presencia estelar de esta edición: Cate Blanchett. La actriz presenta dos trabajos este año, además de recibir el BFI Fellowship, y es la persona a la que todos quieren ver. La primera de las películas es Carol, de Todd Haynes, adaptación de la novela semiautobiográfica de Patricia Highsmith El precio de la sal, que ha maravillado a crítica y público desde el minuto cero. Tal como se esperaba, la cinta de Haynes ha tenido un recibimiento apoteósico, y no son pocos los que aventuran un posible tercer Óscar para la actriz australiana (la nominación la tiene casi asegurada), y un primero para Rooney Mara, cuya labor se ha llevado críticas tan positivas y apasionadas como el de la propia Blanchett. En los próximos días, la protagonista de Blue Jasmine presentará también Truth (James Vanderbilt, 2015), donde comparte cartel con Robert Redford y Dennis Quaid, entre otros.
El resto del día fue bastante tranquilo, con sólo un par de películas reseñables, ambas enmarcadas en el cine de género. La británica The Ones Below (David Farr, 2015) es una clásica historia de vecinos que no son lo que parecen, cuyo principal atractivo es la presencia en el reparto del siempre solvente David Morrisey. Lo cierto es que no ofrece nada nuevo bajo el sol, y aunque entretiene mientras se ve, se olvida con mucha facilidad, ya que no tiene nada especialmente reseñable. Cosa que no se puede decir de Green Room (Jeremy Saulnier, 2015), película que pilló desprevenida a toda la concurrencia. No estaba muy claro qué esperaban los que asistieron al pase (¿quizás un drama sobre el tema del nazismo en Estados Unidos?), pero muy pocos estaban preparados para los niveles de violencia y gore explícito de la obra de Saulnier. Dándole un curioso giro al género de las invasiones domésticas, Saulnier se saca de la manga un survival horror de punks versus nazis que resulta tenso, hiperviolento y muy, muy disfrutable, siempre y cuando se tenga una tolerancia relativamente alta a la sangre, los miembros amputados y/o desgarrados, y otras lindezas por el estilo. Cabe destacar que, si bien está algo desaprovechado, Patrick Stewart se marca un villano interesante, contraponiendo su presencia siempre calmada a la agresividad de sus subordinados del pelotón, como si de un Profesor X de los neonazis se tratase. En un festival en el que, como hemos comentado anteriormente, la gente tiende a no inmutarse por nada, fue francamente divertido oír los siseos y gemidos de los que no se esperaban lo que iba a pasar, sazonados por algún que otro improperio de mayor calibre que me abstendré de reproducir aquí por aquello de mantener las formas.
Y la cosa se acaba, señores. El jueves es el último día de proyecciones de prensa (la organización ha decidido reservar viernes y sábado para actos exclusivamente de la industria) antes de la clausura el domingo con Steve Jobs (Danny Boyle, 2015). Entre otras, podremos ver la aclamadísima nueva película de Paolo Sorrentino, Youth, así como la penúltima representante de la sección oficial, Sunset Song (Terence Davies, 2015) y la muy bizarra Yakuza Apocalypse (Takashi Miike, 2015). Durante el viernes tendremos unos cuantos pases públicos que nos depararán alguno de los largometrajes perdidos en la locura del programa, pero eso será si los tickets lo permiten.
Judith Romero Esquerra
© Revista EAM / 59º London Film Festival