La gran favorita no decepciona
crónica de la cuarta jornada del BFI London Film Festival 2015.
Las predicciones se hicieron buenas. La cinta húngara Son of Saul (Lázsló Nemes, 2015), que tanta expectación traía tras su espléndido paso por Cannes, Telluride y Toronto, entre otros muchos certámenes, maravilló a la prensa en bloque. Su utilización de recursos como la profundidad de campo y el sonido, así como la impecable dirección del debutante Nemes, han dejado boquiabierta a la concurrencia, y si bien el premio a la Mejor Película lo decide el jurado, pocos son los que dudan de que esta historia sobre el Holocausto, tan brillante como terrorífica, tiene todas las papeletas para llevarse el premio principal del festival. Más división de opiniones suscitó Bone Tomahawk (S. Craig Zahler, 2015). El western caníbal protagonizado por Kurt Russell no tuvo pase de prensa, así que fue muy complicado —por no decir imposible— poder acceder a la proyección pública. Es un problema endémico de ciertas galas del festival (sucedió lo mismo hace un par de años con Under the Skin) que suele suponer bastantes quebraderos de cabeza, sobre todo porque no estamos hablando de obras que vayan a pasar desapercibidas. En cualquier caso, parece que las opiniones se dividen entre quienes disfrutaron con la brutalidad y el absurdo de la película de Zahler, y quienes la aborrecieron por considerarla demasiado violenta, machista y/o racista. Quién sabe qué esperaban ver cuando oyeron las palabras “western caníbal”.
Si hay un filme del que nadie sabía qué esperar, esa fue el danés Men & Chicken (Anders Thomas Jensen, 2015). Venía con el gancho de estar protagonizada por un Mads Mikkelsen irreconocible, así que atrajo a muchísima gente al pase; la misma gente que salió de la sala con cara de no saber muy bien qué habían visto. Pero, a diferencia de lo sucedido con Sangue de la mia sangue, Men & Chicken sí supo despertar las simpatías de la prensa, entre otras cosas porque sí tiene un argumento claro por muy desquiciado que sea. Basculando entre el humor absurdo —y a veces puramente slapstick— y la historia casi lovecraftiana (por muy extraño que pueda sonar), Men & Chicken consigue ser un producto simpático y muy, muy weird, que si bien no gustará a todo el mundo, no creará reacciones en contra tan viscerales como las de Bone Tomahawk o High-Rise. La última película del día fue Don’t Grow Up (Thierry Poiraud, 2015), producción española rodada en inglés que, lamentablemente, tampoco ha salido muy bien parada de su paso por el festival. Su premisa, interesante a primera vista (una historia “de infectados” en los que la amenaza son los adultos), se diluye en una dirección mecánica, unos diálogos sonrojantes y unos personajes con los que es casi imposible empatizar por lo desagradables que resultan. Sólo se salvan algunas escenas de tensión más o menos bien resueltas, y los paisajes de Tenerife, que consiguen resultar amenazadores y salvajes en pantalla.
Y así llegamos a las puertas del domingo, día relajado por excelencia del festival. Se esperaba con ganas la presencia del gran Hollywood para presentar Black Mass (Scott Cooper, 2015), pero, aunque la película seguirá proyectándose, se han cancelado todos los actos a su alrededor, incluyendo la rueda de prensa y hasta el photocall. Ignoro a qué puede ser debido, dado que Johnny Depp, Benedict Cumberbatch y otros miembros del equipo sí estarán en la alfombra roja. Para sustituirla, como gran cita del día, llegará The Assassin (Hou Hsiao-Hsien, 2015), que también llega precedida de excelentes críticas a su paso por Cannes y Toronto. La última destacable del día será el documental Listen to Me Marlon (Stevan Riley, 2015), aproximación a la figura de Marlon Brando a través de las decenas de cintas grabadas con sus pensamientos que dejó el actor, y que tanto gustó en el último Sundance. Un día tranquilo para un festival que llega ya a su punto intermedio con muchas de las cartas sobre la mesa.
Judith Romero Esquerra
© Revista EAM / 59º London Film Festival