Y el Emmy es para... HBO
67 Primetime Emmy Awards.
Pues estábamos equivocados. Ni era el año de Amazon ni Netflix termina de consolidarse. Ninguno de los gigantes en proceso ha podido hacerle frente a la hora de la verdad a la cadena de cable por antonomasia, cuyo reinado se ha restaurado con una contundencia que da hasta miedo. Entre la ceremonia de anteayer y la de la semana pasada (donde se entregaron los premios técnicos), HBO amasa un total de 43 galardones, y establece un récord (los 12 de Juego de tronos son el mayor número de Emmys que una serie ha obtenido en un mismo año). Además, Veep se convierte en la segunda comedia en ganar en su categoría estrella fuera del mundo de las cadenas en abierto (la primera fue Sexo en Nueva York en 2001), y Olive Kitteridge obtiene seis de siete posibles estatuillas, faltando el premio de Actriz Secundaria para empatar con Angels in America (sorpresa, también de HBO) como la segunda miniserie en hacer pleno. Lo dicho, otra vez será para Netflix o Amazon, o para que las cadenas en abierto (representadas por ABC –dos premios importantes de interpretación en Viola Davis y Regina King–, CBS –uno para la repetidora Allison Janney, cerca de su propio récord con siete galardones propios– y NBC –Mejor reality por The Voice–) recuperan quizá terreno.
Respecto a la gala en sí, no fue nada especial. Tres horas que se acabaron haciendo pesadas en la recta final y un presentador correcto pero que prometía más, algo que pasa cada vez con más frecuencia en las ceremonia de premios. Andy Samberg, probablemente por los nervios, estaba demasiado petrificado como para arriesgar un poco y salirse de lo establecido, de ahí que esencialmente se riera nervioso de sus propios chistes y se limitara a ponerse en su marca y contar las bromas (algunas bienvenidamente brutas) de cada momento en concreto, sin hacer mucho caso a lo que estaba pasando en la ceremonia en sí, sin aprovechar así algunas ocasiones de oro para un comentario chistoso. Aun así, el presentador fue capaz de sacar más de una carcajada (su chiste a costa de Girls, el homenaje a Lorne Michaels junto a su amigo Seth Meyers, la aparición de la “monja mala” de Juego de tronos, el autoconsciente número musical de apertura), pero la sensación final fue la de un trabajo nada memorable. Lo cual no deja de ser curioso porque el palmarés en sí es muy memorable. E inesperado. El antepenúltimo mohicano solo acertó 8 de sus 21 predicciones en las categorías principales, pensando que quizá Transparent o Mad Men iban a tener más peso, sin contar con que Veep y Juego de tronos concentrarían tanto.
Hablando de hitos, el más importante fue el de Viola Davis, que hizo Historia como la primera actriz afroamericana en ganar como Protagonista en Drama con su Emmy por Cómo defender a un asesino. Su discurso fue todo lo ejemplar y reivindicativo que se podía esperar de una actriz portentosa y muy consciente de su posición en la industria. Los sorprendentes galardones que se llevaron Regina King (por American Crime) y Uzo Aduba (premio consecutivo por Orange is the new black y como bien dijo Samberg la segunda persona en recibir premio en Comedia y Drama por dar vida al mismo personaje tras Ed Asner) confirman que la Academia escucha y refleja si puede la realidad. Sumemos el Emmy como Mejor actor invitado en Drama de Reg E. Cathey por House of cards, y confirmemos que la diversidad ha llegado para quedarse. Suena ridículo pero es necesario decirlo. Otro hito es que dos de las cuatro personas ganadoras en Dirección (Drama/Comedia/Miniserie&TV-Movie/Programa de variedades) sean mujeres, con Jill Soloway por el impecable octavo episodio de Transparent (ya van tres Emmys seguidos a directoras en la categoría) y Lisa Cholodenko por Olive Kitteridge (segunda mujer galardonada en la categoría), que también ganó Mejor miniserie, guión, actriz, actor y actor de reparto para un ausente Bill Murray. El triunfo de una historia 100% humana que la premiada Frances McDormand puso en pie. Junto a Soloway subió el gran favorito de la noche, el inconmensurable Jeffrey Tambor. Ambos dejaron claro en sus discursos que la comunidad transexual tiene un largo camino todavía pero que su bendita paciencia tiene a veces recompensa. Y ahí se acabó la racha de Amazon. La ironía de la victoria de la serie estrella de HBO es que sea su peor temporada la que amase Mejor drama y Mejor Guión (ambas categorías con mejores contendientes), pero pensado como un todo era hora de que algo así pasara, porque el esfuerzo que lleva hacer la serie para que una temporada se estrene cada año es titánico. Y es otra victoria histórica al tratarse de la primera serie de corte completamente fantástico en ganar. Veep es una comedia espléndida y de una solidez aplastante. No hay nada que objetar a sus premios –el de Guión me hace especial ilusión–, pero cambiaría a Anna Chlumsky por el 4º Emmy consecutivo de Julia Louis-Dreyfus en un segundo. Louis-Dreyfus es una cómica magnífica, pero con la despedida de Amy Poehler, la resurrección de The comeback con Lisa Kudrow o la llegada de Amy Schumer (presente más tarde como líder de los guionistas de su programa de sketches Inside Amy Schumer) era el año para que la mujer dejara de subir a dar discursos.
Sobre la gala en sí y sus maneras de rellenar el espacio entre premios, destacó para mal un montaje de series que se han terminado esta temporada televisiva, y que hubiera estado mucho mejor si no se reventaran los finales de Hijos de la Anarquía, Boardwalk Empire o Glee. Gran descuido. Además, los infalibles Amy Poehler, Ricky Gervais o John Oliver (también Jimmy Kimmel y su numerito de comer papel) demuestran que se puede convertir algo tan tedioso como entregar un premio o posar para la nominación en un chiste. Eso es talento. Como el de Jon Hamm, que tras ocho nominaciones consecutivas se llevó su merecido Emmy por Mad Men. La cruz de esta gran noticia es que fue el único premio gordo para la despedida de una de las mejores series de la historia de la televisión. Que su creador Matthew Weiner (al que se daba por ganador en la categoría de Guión) no estuviera en plano ni una sola vez es algo que no debe pasar desapercibido. Y tampoco la solemnidad de Hamm en su discurso, suponemos que quizá triste por ver cómo sus compañeros de trabajo perdían uno tras otro, lo cual hizo que la alegría del momento fuera agridulce. Al contrario que en otras ediciones donde algunos de los nombres del palmarés olían a vergüenza ajena, los Emmy de 2015 han premiado el talento y trabajo duro, estemos más o menos de acuerdo con los nombres que contenían los sobres. Claro que queríamos que Sarah Paulson, Christina Hendricks, Finn Wittrock, Anna Chlumsky, Niecy Nash, Mad Men o Louie tuvieran premio (o más premios), pero ninguno de los triunfadores en su lugar son elecciones catastróficas. Este año se ha pensado también en hacer una declaración de intenciones. Solo sería deseable desatascar la concentración de trofeos en una misma dirección y tendríamos una situación ideal. Quizá el año que viene.
Adrián González Viña
© Revista EAM / Sevilla