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    La profecía de Cloostedd (Joseph Sheridan Le Fanu, 1868)

    La profecía de Cloostedd

    EL ESPECTRO DEL LAGO

    reseña de La profecía de Cloostedd, de Joseph Sheridan Le Fanu | Alfaguara, 1978.

    Crónicas de Golden Friars (Chronicles of Golden Friars, 1871) es un volumen que recoge tres relatos del escritor irlandés Joseph Sheridan Le Fanu (1814-1873) ambientados en el pueblo que se señala en el título, un lugar perdido en un valle oculto entre altas montañas y tupidos bosques. Completa el que imaginamos paradisíaco paisaje un bello y extenso lago que convierte el lugar en ese sitio soñado por los espíritus más románticos para retirarse del mundanal ruido. Pero claro, Le Fanu transforma lo edénico en lugar propicio para el horror, por lo que el lago estará habitado por el espectro vengativo de una madre muerta con su hijo cadáver en brazos, o hará vivir entre las elevadas rocas al mismo diablo con su cohorte de seguidores adoptando para hacer sus sulfurosas apariciones formas humanas grotescas cuando no cuerpos de animales. O al menos así sucede en uno de los tres relatos aquí incluidos que he tenido la oportunidad de leer varias veces para compensar la falta de los otros dos. The Haunted Baronet (El baronet embrujado sería el título en traducción literal, obra que Le Fanu escribiera en 1868), A Strange Adventure in the Life of Miss Laura Mildmay y The Bird of Passage son los tres cuentos a los que me refiero. Y el primero, el que he leído. Eso sí, bajo el título La profecía de Cloostedd. Creo que al menos esta vez la libre interpretación resulta más evocadora que el original.

    Ya sabéis que Le Fanu está considerado por todos, y con razón, como el eslabón nunca perdido entre las narraciones góticas y las más modernas ghost stories o historias de fantasmas, siendo quizá su obra maestra Carmilla (1871) la más popular de entre las suyas. Aunque aún conserva algunos detalles o se sirve todavía de elementos góticos, sus cuentos ya prefiguran la maestría de un M. R. James y se alejan definitivamente de la por otra parte adorable Ann Radcliffe. Cosas de la vida y la evolución, que también eso llega a los relatos de espectros. Así, en La profecía de Cloostedd, Sheridan Le Fanu alienta algunos de los tópicos de la novela gótica tales como la mansión siniestra habitada por un amo tiránico y cruel que esclaviza y humilla a un familiar, o el de la naturaleza salvaje mostrada siempre acorde con los sentimientos de los protagonistas, pero en realidad, como era habitual en él, los subvierte cuando parece estar siguiéndolos a rajatabla. Y lo hace de una manera sutil, elegante y no exenta de cierta malignidad o, si preferís, de retranca o incluso una pizca de cachondeo. Porque la habitual damisela perseguida, ofendida y obligada a padecer mil horrores, por lo general emparentada con el grotesco villano, es aquí un hombre, Philip. Eso sí, en todos sus actos pareciera esa joven inocente y virginal típica de las novelonas góticas: llora cada dos por tres, se confiesa con una criada de edad provecta que hace el papel de su madre desaparecida, sufre en silencio vejaciones sin fin y se pasea por los jardines y los bosques como alma en pena. Y para que pueda mortificarse más, es el heredero legítimo de un título nobiliario del que no puede disfrutar.

    En lo referente al uso de la naturaleza como reflejo del estado anímico de los personajes, en Le Fanu es más de carácter romántico que gótico, más melancólico que tremebundo. La soledad, la tristeza, el dolor o los extraños momentos de felicidad siempre tienen su reflejo en el entorno, pero no porque fuerce su naturaleza, sino porque esta se impregna del carácter que invade al personaje. El yo imponiéndose a las mismas fuerzas desatadas de lo salvaje. El paraje más encantador se tornará desolador si nuestro protagonista camina por él con lágrimas en los ojos, el más aterrador si sólo es capaz de sentir miedo. En las páginas de Le Fanu el horror nunca deja de ser hermoso: la atracción por el abismo es poderosa pues se nos presenta con toda su belleza más oscura. Fijaos cómo la soledad y la renuncia a lo que nos hace humanos, esto es, el contacto con los demás miembros de la sociedad, adquiere tonos de sublime arrobamiento: “No hay mayor sensación de soledad que la que experimentamos bajo las mudas e inmensas cumbres de las grandes montañas. Elevados por encima del nivel del ruido y las moradas de los hombres, entre las extensiones agrestes y los rasgos colosales de la naturaleza, nos estremecemos en nuestra soledad con extraño temor y júbilo: estamos por encima de las molestias o compañías de la vida y de los temblores de un presentimiento irrazonado y difuso.” (p. 90) Sólo en el aislamiento más feroz el hombre parece estar capacitado para hallar la felicidad. Una felicidad siempre terrible, claro, porque aquí ni cuando el relato se mueve por terrenos más cercanos al humor pierde de vista su carácter siniestro.

    Philip Feltram, el heredero de la gran mansión de Mardykes Hall y las tierras adyacentes, convertido en lacayo del descendiente de quien arrebató con sangre sus posesiones, el malvado baronet Bale Mardykes, sufrirá humillaciones sin cuento. Bale no cesará en su empeño de castigarlo, más sabiendo este que su título de nobleza es robado y que una maldición pesa sobre su estirpe: llegará el día en el que el dueño legítimo reclamará lo que es suyo por derecho. Pero Bale está de suerte: Philip es un lloroncete que apenas si se dedica a otra cosa que no sea lamentarse de su destino y arrastrarse pusilánime por todos los rincones de una mansión que se deshace a pedazos. Pero bien avanzada la historia un terrible percance cambiará la vida de Philip transformándolo justo en lo contrario de lo que hasta ahora ha sido: se convertirá en un ser diabólico y sin entrañas capaz de todo por arrebatar de las manos de Bale lo que le pertenece. Es en estos momentos donde la novela resulta más estremecedora e imprevisible. Quizá Le Fanu veía cómo su secundario, Philip, estaba devorando como personaje a Bale, por lo que pronto, para nuestro pesar, se lo quita de en medio. Eso sí, con una estratagema tan genial que, lo confieso, acaba dando igual. Porque la única forma de privarnos de Philip sin que esto no nos importe demasiado es haciendo entrar en escena a un personaje aún más potente que él. Y si esto además sucede en la escena más extraña y delirante de la novela, pues mejor todavía. Momentos tales como las descripciones del tan hermoso como funesto entorno, Philip en su versión diabólica y el mismo maligno entrando en escena de manera magistral, convierten esta novela de trama algo convencional en una obra prodigiosa digna de su autor. Aunque quizá los más brillantes sean aquellos en los que el espectro de una mujer asesinada, mostrando entre sus brazos a su hijo recién nacido ahogado, surge de las aguas del fúnebre lago reclamando una herencia robada. Estremecedoras y terroríficas, son esas páginas las que nos hacen temblar: justo cuando nuestro cuerpo se estremece de pavor al contacto con el verdadero hálito de lo sobrenatural.


    José Luis Forte
    © Revista EAM / Cáceres.


    La profecía de Cloostedd
    de Joseph Sheridan Le Fanu (1868)
    título original | The Haunted Baronet
    traducción | Francisco Torres Oliver
    editorial | Alfaguara
    nº de páginas | 202
    colección | Nostromo, 63
    ISBN | 84-204-4063-9
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