Criminales incomprendidos
crítica de Alleluia (Fabrice Du Welz, 2014).
En los años 40 unos tales Raymond Fernández y Martha Beck cometieron en Estados Unidos una serie de crímenes de sangre, apodados “de los corazones solitarios”, por los que a finales de dicha década serían condenados y ejecutados. Lo cierto es que por sus circunstancias y trasfondo los siniestros sucesos cobraron cierta fama y han sido llevados a la pantalla en varias ocasiones. Entre ellas cabe citar las películas Profundo carmesí (Arturo Ripstein, 1996), una producción española que aprovechaba el origen nacional del asesino para apropiarse sus andaduras; y Corazones solitarios (Lonely Hearts, Todd Robinson, 2006), cinta norteamericana que centraba en cambio su foco en los detectives que pudieron investigar el caso. Para más precisión el mismo giraba en torno a las muertes de unas pobres mujeres seducidas por Fernández con la complicidad de Beck, hecho insólito que demuestra el trastorno mental que ambos sufrían, plasmado a su vez en el amor incondicional que se profesaban. De hecho esta prevalencia de la pasión sobre la razón, motivada por el pasado oscuro de ambos personajes, es la que nos permite encontrar el hilo de sus desventuras, pues de lo contrario las mismas serían difíciles de entender. En otras palabras, salvo que la narrativa deje de lado esas verdaderas motivaciones y apueste por una trama más convencional, asistiremos a unas acciones erráticas e irracionales que sólo conociendo esa perturbación subyacente adquieren auténtico sentido.
Consciente de ello, el cineasta belga Fabrice Du Welz retoma estos hechos reales pero los desarrolla con un enfoque decididamente sensorial, llevando a un segundo plano la citada narrativa que recorre los asesinatos. Antes de referirnos a aquel cabe señalar que en la película éstos se reducen a tres, aquellos por los cuales sus responsables fueron en concreto acusados, y por consiguiente el metraje está dividido en tres capítulos con el nombre de sendas víctimas. Se recogen igualmente datos veraces como las migrañas y la magia negra que caracterizaban al Fernández original, o el empleo en la morgue de la susodicha Beck. Con todo, aquel se llama ahora Michel y es francés; mientras que ella es Gloria, española, con los rasgos de una Lola Dueñas entregada a la causa que para nosotros hace algo más accesible una cinta bastante peculiar. Conocido el fondo narrativo, e incluso las causas y consecuencias de los delitos, Du Weltz y sus coguionistas reducen pues la importancia de los mismos al rodearlos de estimulaciones opacas, elipsis enigmáticas y localizaciones extrañas. La acción se sitúa en los desconocidos paisajes y viviendas del campo francés a los cuales acuden los protagonistas sin preaviso aunque a la vez con un plan aparentemente trazado. Y con el favor increíble y crédulo de sus residentes y futuras víctimas. De esta manera, se va dando por descontado, de forma progresiva y creciente en cada uno de los tres capítulos, que la pareja de psicópatas es capaz de vivir sin penurias, alojándose en lugares ajenos, gracias a su mera capacidad de seducción e ingenio sobre la gente que en ellos habitan.
«Su violencia e ímpetu proporcionan una energía que en los 93 minutos de metraje difícilmente puede desfallecer, pero el patetismo de sus protagonistas requería un contexto más claro para que el espectador pudiera ser realmente partícipe de su tormento».
Sin embargo, al mismo tiempo su comportamiento dista de ser medido y calculado. No estamos ante unos psicópatas al uso, o al menos tal como se retratan en otras reconocidas cintas y series, sino ante personas trastornadas y desdichadas llevadas al crimen por su pasión. En definitiva, y como hemos ya hemos adelantado, el interés de esta película no reside tanto en sus actos, chapuceros y casi descuidados, sino en su tumultuosa relación. El problema es que la misma no es tan intrigante como cabría esperar. Su violencia e ímpetu proporcionan una energía que en los 93 minutos de metraje difícilmente puede desfallecer, pero el patetismo de sus protagonistas requería un contexto más claro para que el espectador pudiera ser realmente partícipe de su tormento. A ello debería contribuir la visión de Du Welz, apostando por una mezcla de realismo y estilización que intenta combinar el drama rural y el cine neo-noir. Hay así escenas como el primer encuentro sexual entre Michel y Gloria, o cuando ésta descubre que aquel tiene otras amantes, en que dominan los filtros de colores, las tomas largas y la música electrónica o similar. Estos y otros elementos técnicos consiguen sin duda atraparnos en la demencial espiral que aquí se retrata. Pero tal absorción es demasiado breve, pues aquellos momentos se alternan con otras escenas en que la cámara al hombro o la áspera fotografía subvierten nuestra implicación en la historia antes que darle a la misma mayor complejidad y veracidad, como con toda seguridad pretendían sus narradores. Con ello, es de admirar su esfuerzo por recuperar y dar la vuelta a una premisa y un género conocidos. Se respetan así algunas de sus pautas, pero sobre todo se busca trastocar nuestras expectativas sobre lo que cabe esperar de este tipo de relato, que en ocasiones roza incluso lo surrealista. Desgraciadamente, al final se acaba traicionando esta intención al respetar demasiado los sucesos reales, en un desenlace que se antoja a la vez precipitado e impostado; y al olvidar la deriva emocional de sus protagonistas, que debería haber tenido un enfoque más potente y duradero. Algo que le resta notoriedad y trascendencia. | ★★★ |
Ignacio Navarro Mejía
© Revista EAM / Tokio
Ficha técnica
Bélgica & Francia, 2014. Presentación: Festival de Cannes 2014. Dirección: Fabrice Du Welz. Guion: Fabrice Du Welz, Romain Protat & Vincent Tavier. Productora: Zentropa Entertainments. Fotografía: Manuel Dacosse. Música: Vincent Cahay. Montaje: Anne-Laure Guégan. Intérpretes: Lola Dueñas, Laurent Lucas, Héléna Noguerra, Édith Le Merdy, Anne-Marie Loop.