Inaplazable gol en propia puerta
crítica a Cuero y tinta (José Luis Maldonado, 2015).
Hay en Cuero y tinta una metáfora literalmente oxidada que resume a la perfección el estado del periodismo en general y del periodismo deportivo en particular; donde "deportivo" significa "futbolístico" y este título, a su vez, actúa como pantalla del marketing institucional teledirigido por bufanderos chovinistas. Y he aquí la metáfora en cuestión: una portería sin red en el desierto antiguamente habitado por jugadores, hinchas, árbitros, jueces de línea (si había presupuesto o el partido lo precisaba), el Mr. Chip local, el Míchel de rigor con chándal Lotto, amantes desapercibidas entre el gentío, junto a piperos que quemaban los findes al raso con el morse del Carrusel, y botellas desperdigadas estratégicamente como minas en una Omaha Beach de tercera regional. Sin olvidar a los benjamines ya colocados por el embriagador perfume de Calmatel y aturdidos por el gore tácito de las patadas homicidas que de tarde en tarde encogían a la novia del ariete recién muerto a tacos de un defensa cimmerio. O quizá tan sólo por un balón Mikasa perdido entre líneas tras el chut rabioso del Mark Lenders mostoleño: había que santiguarse antes de golpear aquella roca indestructible. Y aun así, llegué a ver el gol de la Décima en un miniestadio de tierra de Getafe en 1996, sobrevenido el asteroide Mikasa que habría decapitado a Sergio Ramos, o a cualquier defensa de élite actual, con morosa lentitud. Eran aquellos futbolistas de muslos gordos, pelos en las piernas y zancada anárquica. Antes del partido el capitán saludaba al árbitro igual que a un colega de instituto, no sin advertirle sutilmente de la increíble tarea que barruntaba aquel encuentro. Allí, en el vestuario, junto al inelegante parking sin sombra, un "buena suerte" equivalía a una sentencia psicológica sin paliativos —nivel Vitto Corleone acariciando a su gato gris—. Y miren bien, porque ya no queda nada; polvo y un periodista —Rafael Lamelas— hablando del fútbol español, del ruido y la banalidad en la prensa deportiva española, de las horas felices que bien podrían justificar la permanencia en una redacción a menudo deshumanizada, el consagrarse a un oficio tocado de muerte; pero que no termina de morir nunca.
Acierta el documental de José Luis Sánchez Maldonado reuniendo en éste, su segundo largometraje tras Manuel Rubio Sánchez, dos modelos comunicativos antagónicos. De un lado, el que representan cronistas del calibre de Ramón Besa, Santiago Segurola o Filippo Ricci; y al otro, guiñoles del showbusiness balompédico como Josep Pedrerol o Tomás Roncero, líderes prácticamente en solitario de la tertulia reality antes llamada Punto Pelota y hoy El Chiringuito. Disertan todos ellos sobre la visión no ya maniquea sino más bien ultradogmática en torno al fútbol y su circunstancia, cada vez más industrial, que procura sostén a dirigentes con malos hábitos y redactores devenidos voceros de club, empeñados siempre en dividir al lector/oyente/telespectador como si en cierto modo el fútbol sólo fuera cuestión de vida o muerte, y no —en palabras de Bill Shankly— "algo mucho más importante que todo eso". Fundamentalmente, un instrumento mediante el cual subvertir el realismo de las cosas, y transformar la lambretta de Djalminha al Real Madrid en la temporada 1999-2000 en una alteración gravitatoria ("¿Qué dice ahora Newton?", escribió César Vallejo) por siempre momentánea.
¿Qué es el fútbol moderno sino un litigio con medias y calzones para decidir quién es más importante en el nuevo viejo orden mundial? ¿Cómo hallar crítica en periódicos que regalan sandwicheras oficiales del Real Madrid, del F.C. Barcelona, del Atlético de Madrid y algún otro club boyante en zona Champions?
Pedrerol no cambia el rictus cuando explica en qué consiste "el show". Está convencido, al parecer, de que lo suyo cumple una función social: su éxito acredita el disparate con trampa y cartón mugriento. Ni siquiera le hace falta recordar su vituperio a Siro López en Punto Pelota. Su justificación del circo, no obstante, invita a Maldonado a incluir en su crónica, sin morbo ni juicios censores, algunos greatest hits del popular latenight. Que una noche, como siempre en la medianoche post-partido, casi se les va de las manos mientras charlaban en directo seguramente acerca de favores arbitrales y conjuras antimourinhistas (disculpen el prefijo). Debían de estar disputándose el honor, o una mujer con rancho, o el último donette, o quizá una tarjeta roja que en realidad fue amarilla. Qué sé yo. Motivo suficiente para invadir Polonia, seguro. Había tensión y baile de cámaras, poca cosa, nada inusual en cualquier caso. Así y todo Siro empieza a gritar, se levanta de la silla y encañona con su dedo índice al presentador, que le regala un ceño fruncido de galán cuché, tanteando a su canoso adversario a punto de vomitar espuma por la boca debido al ataque de nervios. Descuiden: no llegaron a los puños. Siro abandonó el plató y Josep templó gaitas igual que un lobo con piel de Vicente del Bosque. Y me digo yo: "Algo no va bien". Todos lo saben. Pero sólo algunos lo reconocen; sólo algunos se muestran preocupados por la deriva mediática, institucional, y su vertiente geopolítica. Porque, ¿qué es el fútbol moderno sino un litigio con medias y calzones para decidir quién es más importante en el nuevo viejo orden mundial? ¿Cómo hallar crítica en periódicos que regalan sandwicheras oficiales del Real Madrid, del F.C. Barcelona, del Atlético de Madrid y algún otro club boyante en zona Champions?
Si bien adolece de una cierta intrepidez, de mayor ambición visual y preguntas que inserten el bisturí en el entrevistado (muy escuetos, por no decir nulos, sus apuntes autobiográficos), Cuero y tinta se erige en indispensable filme de aproximación a un oficio nebuloso en el que maestros como Segurola, Alfredo Relaño, Simon Kuper, Dante Panzeri y Enric González (Historias del Calcio) tienden puentes sobre aguas turbulentas. | ★★★ |
Juan José Ontiveros
© Revista EAM / Madrid
Ficha técnica
España, 2015. Director: José Luis Sánchez Maldonado. Guión: José Luis Sánchez Maldonado y Ramón Ramos. Fotografía: Fulgencio Martínez. Música: Alberto Castro Fajardo y José Luis Sánchez Maldonado. Montaje: Álvaro Sillero Sánchez. Producción: Javier López Pozo. Sonido: Alfonso Hervás, Quico Justicia y Javier Linares. Productora: Occidente Producciones.