por Juan Roures (Madrid)
Sigue el Festival de Cine Alemán y siguen las sorpresas, aunque en menor medida que ayer. No ha habido una About a girl, pero sí tres interesantes cintas que entusiasmarán al público al que van dirigidas aunque, también, pasarán al olvido para el resto de los mortales. La jornada ha comenzado con la sesión matinal de Rico, Oskar y las sombras profundas, programada a media mañana para atraer excursiones escolares; y, claro, las risas derivadas de la edad del pavo han dominado la sala incluso desde el corto previo, el encantador Zebra, de Julia Ocker. Por su parte, el documental Un apartamento en Berlín ha inaugurado la sección especial RückBlick: reflejos del pasado en el cine alemán contemporáneo, que incluye cuatro títulos destinados a la reflexión sobre la historia del país germano. Por primera vez, los fallos técnicos se han apoderado del certamen, que, tras pelearse con el subtitulado todo lo imaginable, ha decidido ofrecer un nuevo pase el próximo sábado por la mañana para aquellos que se hartaron de esperar y se cambiaron de sala (para ver, precisamente, About a girl). Finalmente, Oliver Haffner (con quien EAM hablará mañana) ha presentado en persona la simpática comedia Un regalo de los dioses, con la que probablemente se habrá ganado más al público medio que a la crítica más exigente, lo cual, tratándose de cine europeo, no es precisamente un defecto.
Rico, Oskar y las sombras profundas
Rico, Oskar und die Tieferschatten, Neele Leana Vollmar, Alemania, 2014.
Tan simpática como deleble, Rico, Oskar y las sombras tenebrosas ha cumplido bien su cometido de arrastrar al público infantil a ver cine alemán en versión original. De hecho, es probable que muchos niños se hayan encontrado con él por primera vez; y quién sabe: quizá para alguno haya supuesto el inicio de una hermosa historia de amor. Y es que, lamentablemente, el cine de los países que nos rodean rara vez se acuerda de los más pequeños de la casa (y, cuando lo hace, es casi ridiculizado, como en el caso de la infravalorada Zipi y Zape y el club de la canica, 2013). La incursión de Neele Leana Vollmar en este terreno no supone precisamente un despliegue de talento, pero sí un regalo para jóvenes aventureros gracias a la colorida puesta en escena (cuya saturación emula a genios como Jean-Pierre Jeunet y Wes Anderson) y los adorables personajes (interpretados por jóvenes talentos y alguna que otra estrella, como es el caso de un imparable Ronald Zehrfeld al que ya vimos ayer en Cuando fuimos reyes). Las entretenidas andanzas del filme aburrirán a los críticos más escépticos, pero eso es lo de menos porque no va a ellos dirigido. Empero lo que resulta innegable es que, si el cine estadounidense es capaz de dirigirse a toda la familia con brillante honestidad, el resto del mundo también debería, al menos, intentarlo. [64/100]
Un apartamento en Berlín
Ein apartment in Berlin, Alice Agneskirchner, Alemania, 2013.
Pocos momentos recuerda un servidor con mayor intensidad que aquel en que tuvo la ocasión de escuchar en persona a uno de los últimos supervivientes del Holocausto en el inadecuadamente denominado Museo de Tolerancia de Los Ángeles. Pocos son los que tienen la ocasión de vivir tal experiencia, pero, de alguna manera, el cuidado documental de Agneskirchner (que recibió por él la beca “Gerd-Ruge”) nos acerca a ella. A través de tres virtuosos jóvenes israelíes, la película explora la crisis de identidad del pueblo alemán post-Hitler e insiste en la dificultad de dejar atrás un pasado que ni puede perdonarse ni puede superarse. Los protagonistas de Un apartamento en Berlín forman parte de un proyecto que busca devolver al antiguo piso de la familia judía Adler su antigua esencia; así, habiéndose renunciado a dejar el pasado de lado, se busca trabajar sobre él. Complejo e inspirador, el filme propone un interesante diálogo entre la realizadora, los protagonistas y los propios espectadores, pero toca muchos instrumentos y afina pocos. Además, hace estragos a nivel narrativo: falta cohesión y, de alguna manera, una verdadera meta que alcanzar (muchos documentales carecen de ella en un principio, pero de alguna manera la encuentran en el camino por sorpresa), lo que vuelve el final ligeramente forzado. Pese a ello, la trascendente nostalgia que inunda la obra conforma un viaje espiritual digno de ser realizado. [62/100]
Un regalo de los dioses
Ein Geschenk der Götter, Oliver Haffner, Alemania, 2015.
Ganadora del Premio del Público en el Festival de Múnich, la nueva comedia de Oliver Haffner parece hecha para arrasar con ese tipo de galardones. En ella, una actriz en paro carente de autoestima se pone al frente de un curso de interpretación para parados que representan todos los palos marginados de la baraja económica contemporánea: el joven rebelde, el inmigrante ambicioso, la mujer madura, etc. Como cabía esperar, todos van convirtiéndose en crisálidas capaces de superar su miedo, no sólo al escenario, sino a la vida en general. Todo ello aderezado con un desenfadado tono cómico influenciado irremediablemente por las innumerables sátiras británicas herederas de Full Monty (1997). Encabezado por la carismática Katharina Marie Schubert, el reparto conforma una pequeña familia que recuerda a la bella cinta india English Vinglish (2012), con la que comparte la frescura y el optimismo pero también los tópicos y las irregularidades narrativas.
Quizá a raíz del amplio número de personajes teóricamente principales, el filme termina olvidándose de muchos de ellos, cayendo en la misma hipocresía social que pretende denunciar: al final, el romance hollywoodiense (difícil de creer y por completo carente de química) se impone al realismo social de un modo que entusiasma al público más conformista pero levanta cejas entre los más exigentes. De hecho, poco a poco la obra cambia la prudente esencia inicial por un tratamiento excesivamente ingenuo que perdonamos a una cinta como Rico, Oskar y las sombras tenebrosas pero no a un supuesto reflejo de todo un continente en crisis. No se pretende, no obstante, desalentar a quienes busquen una liviana comedia de tinte social: Un regalo de los dioses cumple su rol de entretenimiento ligero con relativa profundidad dramática y fomenta valores tan encomiables como la solidaridad, la empatía y la esperanza, los cuales no deberían faltar en ninguna sociedad que se preste (y, precisamente por ello, están presentes en el 99% de las cintas comerciales). [61/100]