Cuarta jornada de la 17ª edición del Festival de cine alemán
por Juan Roures (Madrid)
Sabes que una película ha alcanzado el corazón del público cuando llega a su fin y los espectadores se mantienen anclados en sus butacas, resistiéndose a abandonar el pequeño universo del que acaban de ser partícipes. En la cuarta jornada del Festival de Cine Alemán de Madrid este ha sido el caso de Tour de Force —precedido del curioso corto animado Quién mueve los hilos, de Manuela Buske—, un maravilloso canto de amor por la vida centrado, precisamente, en el final de ella. De un modo u otro, hoy todos los largometrajes han contado con la muerte entre sus filas, desde el sensible filme bélico Entre mundos hasta la violenta Somos jóvenes. Somos fuertes, que continúa el interesante ciclo de reflejos de un pasado que todavía tiene mucho que decir sobre el presente.
Entre mundos
Zwischen Welten, Feo Adalag, Alemania, 2014.
Presentada en la Sección Oficial de la pasada Berlinale, la segunda película de la realizadora vienesa Feo Adalag (que debutó en 2009 con When we leave) es un potente drama bélico que nos recuerda que las mejores representaciones de la guerra no se centran en las explosiones ni las armas de fuego, sino en los personajes que padecen sus efectos. La cinta está protagonizada por uno de los intérpretes alemanes más populares del momento, un Ronald Zehrfeld al que ya hemos visto en este festival como actor de reparto en dos cintas de temática opuesta: la inquietante Cuando fuimos reyes y la apacible Rico, Oskar y las sombras tenebrosas. Empero es esta película la que extrae lo mejor de él, permitiendo comparaciones con el mismísimo Russel Crowe de Gladiator (2000) a raíz de la combinación de elegante porte y contenida emotividad. No se queda atrás el resto del reparto, confeccionándose un excelente grupo de personajes con los que empatizamos desde el primer instante. A ello y al rodaje en poderosos escenarios naturales de Afganistán se debe el alto grado de realismo que desprende la obra, que nos transporta al corazón del conflicto bélico con una habilidad cuasi-documental.
Aunque la factura técnica es impecable, Entre mundos huye del mero espectáculo para centrarse en las emociones de los soldados alemanes y la población local, que conforman dos universos difíciles de enlazar pero más cercanos de lo que aparentan. Escrito por la propia directora junto a Judith Kaufmann, el guion está dotado de una gran sensibilidad y explora el conflicto desde todos los puntos de vista, evitando juzgar a los personajes atrapados en él pero exponiendo en todo momento su lado más crudo. Además, la cinta aprovecha la ocasión para reivindicar la importancia de la educación para las mujeres en Oriente Medio, tema en el que Adalag se deja llevar por una inesperada ingenuidad que reduce relativamente el impacto de la narración pero aporta calor humano a la misma. Por su parte, el hábil montaje de Andrea Mertens (la tercera mujer en discordia) camufla los defectos de la obra y fortalece sus virtudes, recordando en todo momento que no nos encontramos ante una película sobre la guerra, sino ante una reflexión sobre los obstáculos situados entre hombres y mujeres que harían bien en dejar de lado sus diferencias y darse la mano como hermanos. [73/100]
Tour de Force
Hin und Weg. Christian Zübert, Alemania, 2014.
Cuando un joven descubre que su vida está llegando a su fin a raíz de la enfermedad degenerativa que padece, decide realizar un último viaje en bicicleta desde Alemania hasta Bélgica para marcar él mismo el final exacto de su existencia. Para ello, contará con la compañía de su novia, su hermano y sus mejores amigos, quienes necesitan la experiencia tanto como él, no sólo para afrontar el durísimo acontecimiento, sino también para hacer frente a sus propios fantasmas individuales. Para ello, jugará una importancia crucial el reparto de retos que el grupo realiza al inicio del viaje, el cual incluye obligaciones tan variadas como travestirse por una noche, saltar en paracaídas o participar en una orgía, las cuales dan pie a algunos de los momentos más divertidos de la cinta (aunque a menudo contagiados del espíritu hollywoodiense). Y es que, pese a la crudeza de su tema principal, el libreto de Ariane Schröder y Christian Zübert ofrece una magistral combinación de tonos que garantiza la alternancia de risas y lágrimas hasta para los más insensibles del patio de butacas. De hecho, es tal la concisión con que Zübert introduce a todos y cada uno de los personajes que el espectador se siente con inusual rapidez como un miembro más del grupo, lo que no hace sino acrecentar el impacto de las emociones expuestas.
Encabezado por un excelente Florian David Fitz (quien también protagonizó la cinta inaugural de esta edición, Las mentiras de los vencedores), el reparto incluye a Julia Koschitz, Jürgen Vogel, Miriam Stein, Volker Bruch, Victoria Mayer, Johannes Allmayer y Hannelore Elsner, todos ellos perfectos en sus respectivos roles, indudablemente contagiados los unos de los otros (en la línea del reparto del reciente Felices 140 de Gracia Querejeta, cinta con la que Tour de Force guarda bastantes similitudes). A ellos, a la humanista realización y a la emotiva selección de éxitos musicales (que acentúan el dramatismo y nos recuerdan que, pese a los sorprendentes avances del siglo XXI, la vida humana sigue pendiendo de un hilo) se debe el inmenso poder de este inolvidable viaje emocional. Además, aunque son muchos los filmes recientes sobre la eutanasia (que tuvo su cumbre hace una década con los galardones recibidos por Million Dollar Baby como mejor película y Mar adentro como mejor película extranjera en la edición de 2005 de los Oscars), muy pocos lo tratan con la abierta honestidad de Tour de Force, que evita el sentimentalismo barato y arriesga a la hora de reflexionar sobre la vida humana, presentada como un viaje en el que el destino importa poco pero, a la vez, lo es todo. [88/100]
Somos jóvenes. Somos fuertes
Wir sind jung. Wir sind stark. Burhan Qurbani, Alemania, 2014.
Los conflictos del distrito Lichtenhagen de Rostock de 1992 dan lugar a una dura película que se atreve a tratar el radicalismo de derechas y la histeria colectiva sin realizar análisis ideológico alguno, limitándose a presentar una catástrofe nacional fruto de un peligroso patriotismo. Sin embargo, resulta inevitable contemplar esta película galardonada en Braunschweig, Hof y Roma sin reflexionar sobre la propia situación extremista que está viviendo Europa en estos momentos, lo que convierte Somos jóvenes. Somos fuertes en una inevitable (y necesaria) advertencia de cómo las consecuencias de la crisis van más allá de la propia economía. Filmada en vehemente blanco y negro, la nueva obra del realizador de Shahada (2010) posee una interesante pero a menudo frustrante estructura caótica que dificulta la empatización con unos personajes a los que apenas tenemos tiempo de conocer antes de pasar a la acción. Es precisamente esto último lo que lastra el impactante resultado, ya que el extremismo al que son capaces de llegar los jóvenes desempleados aburridos y malogrados no es algo precisamente extraordinario hoy en día si no llegamos a conocerlos antes de verlos sumirse en la oscuridad (aunque quizá sea esa precisamente la estrategia del director: limitarse a presentar los personajes con un par de pinceladas para enfatizar aún más la escasa claridad de sus ideologías, que se mueven entre la izquierda y la derecha sin apenas consciencia de ello). Sin duda, la obra impresionó a su país natal, donde fue nominada a tres German Film Awards: película, actor principal (desgarrador Joel Basman) y fotografía. Como narración resulta cuestionable, pero como documento, no sólo de un momento histórico, sino de una crisis de identidad colectiva, es realmente reivindicable. [69/100]