Como cierre de la cobertura del Festival de Cine Alemán, dialogamos con uno de los triunfadores de esta 17ª edición: el turco domiciliado en Berlín Cem Kaya, un documentalista apasionado del material en forma de “found-footage”. Siempre exhaustivo, pero con lugar para el humor, ha dedicado un trabajo de máster y siete años de producción a Remake, Remix, Rip-Off, un excelente documental sobre la industria del cine turco de los años 60 y 70, cuando la demanda de más y más películas llevó a los productores a calcar clásicos estadounidenses aprovechando la ausencia del leyes de copyright que lo impidieran.
Buenas tardes, es un placer contar con su presencia en este festival. ¿Viene desde Alemania o Turquía?
Desde Alemania, claro. Allí he vivido toda mi vida y allí produzco mis películas aunque las dos últimas se han rodado en Turquía, donde nacieron mis padres.
¿Se considera alemán, turco, ciudadano del mundo…?
Nunca he creído en el tema de las identidades.
Pero sin duda su propia identidad es clave de esta película… ¿Cómo llegó a su cabeza la idea de realizarla?
Llevo trabando en el tema desde el 2003, hace ya 12 años. Hice una tesis sobre el cine turco, con lo que tenía un contexto del que partir. No había mucha información al respecto, así que hube de investigar mucho. Tras terminar la tesis me embarqué en el filme, que llevó siete años. De todos modos, en parte he ido reuniendo información toda mi vida. Cuando yo era un niño en Alemania, donde mis padres y yo formamos parte de la diáspora turca (mis padres fueron allí en los 70 y a mediados nací yo), los videos eran la única forma de ver cine. Todas las familias tenían un video y veíamos las mismas películas a todas horas. Mi padrastro tenía un videoclub, así que teníamos cine a mano todo el tiempo. Como niño, encontraba un claro contraste con la limpia televisión alemana; el video turco tenía color falso, sonido falso… Todo era más exagerado pero también más poderoso (aunque peor hecho, claro). Los niños conocíamos la diferencia y teníamos un complejo de inferioridad. Sólo conocíamos Turquía por las vacaciones, apenas conocíamos su lenguaje o cultura. El cine era algo mágico. Incluso de niño sabía que eran películas cutres, sobre todo por las explosiones. Pero era algo diferente, menos perfecto pero más cercano.
¿Sabía que muchas de ellas eran copias o remixes? ¿Cómo se sintió al percatarse de ello?
Reconocíamos algunas, pero no conocíamos mucho cine americano. De todos modos, yo entiendo el remake como un género, no como algo malo. A fin de cuentas, en Hollywood el 60% de las producciones son remakes o secuelas. Todo el mundo lo hace. Cambia la tecnología (primero llegó el color, luego el cinemascope, luego el 3D…), pero no las historias, que se repiten constantemente. Y eso no es malo. Con respecto a la música, cuando descubrí a quién pertenecía la banda sonora de Operación Dragón (que yo había escuchado tantas veces en otras producciones) me sorprendí, claro, pero me pareció bien. Y entonces compré el vinilo original. Así que el cine turco era publicidad para ellos, a fin de cuentas.
¿Y cuál es la situación actual respecto al copyright en Turquía?
Los remakes turcos no pueden reproducirse en Estados Unidos, pero sí en Turquía, porque la nueva legislación permite que el cine anterior a ella mantenga su estatus, aunque ya no pueda hacerse el mismo tipo de películas. En los años 60 y 70, los americanos y europeos no registraron sus obras en Turquía, ni la música tampoco, lo que permitía a las productoras turcas utilizarlas a su antojo. Podías hacer lo que quisieras. Había censura, pero no privacidad. Hoy en día eso ha cambiado y se malgasta mucho tiempo en conseguir derechos, perdiéndose oportunidades de hacer películas. Al final, Remake, Remix, Rip-Off no trata solo la historia del cine turco, sino que insta a reflexionar sobre la repetición de la cultura pop. ¿Acaso terminó en bancarrota Lucasfilm a causa de las películas turcas que utilizaban su música?
Claro que no, pero ¿qué hubiera ocurrido si el resto de países hubieran emulado a Turquía?
Daría igual. Mira a Bollywood y las innumerables películas indias, exitosas allí pero ignoradas fuera. La audiencia no va a cambiar el cine estadounidense por los remakes extranjeros. Estados Uidos mantendrá su público objetivo. Los clásicos americanos y sus remakes turcos llegan a espectadores distintos en contextos distintos: son obras complementarias, no sustitutivas. Cuando yo era niño vi las dos versiones de Superman: la americana y la turca. Obviamente, el Superman turco era menos perfecto, pero no era perfección lo que buscábamos, sino algo con lo que identificarse. Algo nuestro (y y ahí entramos en el tema de la identidad, lo admito). Las versiones turcas llevan los clásicos a su propia cultura. Si hubieran intentado emular el estilo americano habrían fracasado, pero lo hacen al estilo turco. Modifican las películas de modo que parecen originalmente turcas. Hasta una escena sencilla muestra detalles claramente turcos. Y eso es muy importante para algunos espectadores.
¿Y cómo se encuentra el cine turco ahora que las leyes de copyright han cambiado?
La industria ha cambiado, claro. En los 70, muchos directores turcos que hicieron películas malas, hicieron también buenas películas con el mismo equipo. Hoy en día el cine artístico y el cine comercial son opuestos: se odian mutuamente. Por otro lado, la industria de las series de televisión es enorme. Muchas de ellas son versiones de serias extranjeras, pero calcadas oficialmente y con contrato. De hecho, los americanos informan de cómo hacerlas. Es una franquicia, a fin de cuentas. Los Soprano y Mujeres desesperadas tuvieron su versión turca, por ejemplo. Pero también Homeland es un remake de una serie israelí. El remake está presente en todo el cine comercial. Por tanto, el cine turco de los 70 no es distinto, salvo por el hecho de que podía usar lo que quería sin problema alguno. Y, claro, hay buenos remakes y malos remakes. Çetin Inanç, el director de The man who saves the world (apodada El Star Wars turco), conseguía transmitir su personalidad a su cine incluso cuando hacía aparentes calcos.
¿Pero no cree que quizá el asunto del copyright perjudicó a las películas originales turcas?
Había muchas películas originales y también eran exitosas. Y muchos directores alternaron entre ambos estilos. No creo que un tipo de cine perjudicara al otro.
Por otro lado, ¿piensa que podría el cine turco actual atraer a la audiencia general? Porque a España sólo llega Nuri Bilge Ceylan, que no es precisamente un éxito de taquilla…
Hay muchas películas turcas comerciales, sobre todo melodramas y comedias. Triunfan en Turquía y en Alemania, gracias a la diáspora turca, pero son bastante malas. En Alemania no es necesario hacer campaña porque la televisión turca se encarga de ello, ya que la diáspora turca la sigue. Hay una distribuidora que se encarga de llevar allí los éxitos turcos. De todos modos, los países del tercer mundo siempre se definen por sus mejores directores y se les exige cine serio. Rara vez se ve comedia de países del tercer mundo en un festival. El mercado del cine de arte y ensayo es grande, eso es innegable, pero no llega a mucha gente.
¿La industria turca actual se ve influida por el cine de esencia cutre de los 70?
Si preguntas a cualquier director de éxito actual, descubrirás que conoce muy poco el cine turco del pasado porque lo considera basura. Incluso se le culpa de la situación de Turquía (“películas así dejan claro por qué el país está como está”, dicen algunos…). Aquel era un cine para las masas y no se consideraba de calidad. Los realizadores de prestigio actuales beben de la literatura rusa y cineastas como Antonioni, Tarkovsky o Víctor Erice. Por tanto, incluso los directores de arte y ensayo repiten fórmulas ajenas. No seamos hipócritas. No hay que decir que esto es bueno y lo otro malo o hablar de alta y baja cultura. Todos nos dejamos influir y trabajamos sobre lo que hemos visto. Yo nunca me he sentado en el café para escuchar historias; en su lugar he visto Star Wars. Y esa es mi cultura; no tengo otra. Por tanto, debería tener libertad para trabajar sobre ella, ¿no crees?
Entrevista: Juan Roures.
Imágenes: Festival de Cine Alemán de Madrid.