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    Cine Alemán Siglo XXI

    El feminismo en el cine y la televisión

    Lady Macbeth
    La tercera ola del feminismo en el universo audiovisual.
    por Alberto Sáez Villarino (Dublín).

    La llegada de la última película de Justin Kurzel, Macbeth, ha logrado añadir un nuevo icono feminista al acervo cinematográfico del nuevo milenio. Pese a que la interpretación de Marion Cotillard no representa un ideal feminista reivindicable por las corrientes más extendidas, ni se encuentra axiomáticamente exento de controversia, ya que se acercaría a una vertiente más radical y ligada a la ambiciosa egolatría individualista, sí que funciona como un elemento de protesta contra el rol femenino en inferioridad de condiciones, pues muestra a una mujer capaz de influir en las decisiones de su marido (Rey de Escocia), pese a ser considerada un ser inferior, valiéndose de su ingenio y su inteligencia para derrocar la mediocridad masculina llena de complejos e inseguridades. Un ejemplo más en la, cada vez más extensa, lista de personajes cinematográficos y televisivos que luchan por una posición igualitaria de la mujer en la sociedad actual injustamente gobernada por hombres.

    La dibujante y feminista Alison Bechdel creó, en 1985, una viñeta en la que criticaba la falta de una presencia significativa de la mujer en el cine. Dicha tira satírica se convertiría posteriormente en una herramienta con la que medir si una película seguía un criterio machista o discriminador: el llamado Test de Bechdel. Este test consta de tres simples pasos para analizar en cada filme —según puede apreciarse en la ilustración—. El primero es que en la película aparecieran, al menos, dos mujeres; el segundo es que se produzca una conversación entre ellas; y el tercero es que esa conversación sea sobre algún tema no relacionado con hombres. Esta sencilla teoría, que en principio puede parecer lógica y común a todas las ficciones, cuando la llevamos a la práctica nos muestra unos resultados bastante desalentadores. Así ocurre en algunas de las películas más taquilleras que no han logrado pasar el test, como Los Vengadores, Avatar, El caballero oscuro, Piratas del Caribe, El señor de los anillos, En tierra hostil o, incluso, películas consideradas feministas o destinadas a un público femenino: La princesa prometida. Todas ellas, y muchas más, sobre todo pertenecientes al mainstream hollywoodiense, consideran que la, según ellos, escasa representación femenina presente en el mundo —ficticio pero reflejo del real—, no puede tener una conversación si no es con un hombre y, en el extraño caso de que así fuera, dicha conversación tendrá que versar sobre el hombre. Se aprecia ahí la arrogante necesidad masculina de estar constantemente presente en todos los asuntos por, quizá ¿una falta de confianza en la mujer?, o puede que por ¿creer que su intervención es imprescindible en todo momento? La escritora y activista política Simone de Beauvoir, pareció darse cuenta de este proceder masculino cuando dijo: “El hombre no es ni una piedra ni una planta, y no puede justificarse a sí mismo por su mera presencia en el mundo. El hombre es hombre sólo por su negación a permanecer pasivo, por el impulso que lo proyecta desde el presente hacia el futuro y lo dirige hacia cosas con el propósito de dominarlas y darles forma. Para el hombre, existir significa remodelar la existencia. Vivir es la voluntad de vivir.”

    Test de Bechdel
    Test de Bechdel de Alison Bechdel, 1985.

    Uno de los factores que más ha perjudicado la lucha igualitaria es la vaguedad del mensaje o la abstracción con la que se llega a representar la idea de feminismo. La falta de claridad a la hora de enunciar el mensaje protesta ha originado discusiones y dudas sobre si la finalidad de dicho mensaje es machista o feminista. Uno de los casos más polémicos es el mostrado en la película Anticristo (Antichrist, 2009). Pese a que gran parte del público considera el filme de Lars von Trier un ejercicio de misoginia al servir de analogía entre la mujer y la personificación del mal, desde nuestra óptica podría significar todo lo contrario, una manera de criticar la perversa representación asociada a la mujer a lo largo de la historia desde la retorcida caza de brujas. Esto se demuestra perfectamente a través de los dos personajes principales, en especial a través del comportamiento de él. Un hombre distante, frío, ególatra, que no muestra el menor padecimiento ante la muerte de su hijo y vive entregado al tratamiento psicológico de su mujer, procurando que mejore peros siendo incapaz de comprender su terrible dolor. Así veremos a la protagonista sometida en todo momento hasta que, incapaz de seguir luchando de forma tan fría frente a una pérdida tan horrible, se levantará brutalmente contra el opresor (como es habitual en el cine de este director) encarnando al anticristo. Ella representa el sufrimiento, él la egolatría, el abuso y el complejo de superioridad. Es significativo que los protagonistas no tengan nombre, y el entorno en que se encuentran sea llamado Edén, trasladándonos así a un pasado remoto y originario en el que se aprecia a la mujer relegada a un segundo plano, a la sombra del hombre y sufriendo sus abusos. Sin embargo, tendrá que asumir que todos los males de la sociedad serán achacados a ella, por su condición de contenedor del mal y representación de las fobias y miedos masculinos. El mensaje final es devastador, y muestra a la protagonista cediendo a las influencias sociales que la sitúan como la causa y el origen del mal, convirtiéndose en un ser monstruoso que decide terminar drásticamente con aquello que asocia al sufrimiento: el sexo, por medio de un comportamiento sádico y su posterior auto-castigo al considerar que merece una represalia por esas influencias machistas a las que ha estado sometida. Un ejemplo algo difuso y capaz de crear confusión en cuanto a sus intenciones pero que, una vez comprendido, supone una tremenda crítica a un machismo al que la mujer ha tenido que hacer frente desde que es mujer.

    Lamentablemente, no todos los ejemplos de feminismo son los más acertados o representan una idea coherente y apropiada del papel igualitario que se exige para la mujer en la actualidad. Si ya habíamos mencionado la egoísta, y ambiciosa hasta el extremo, personalidad de Lady Macbeth, quien, inteligentemente, utiliza al hombre como marioneta, una vez que la sociedad le ha negado el diálogo, encontramos ejemplos similares de mujeres que no tienen ningún problema en asumir un marcado rol de objeto sexual para lograr sus propósitos. Estos personajes, que hacen de su cuerpo desnudo un imán para los hombres (y de paso, para la cámara), emiten un mensaje contradictorio al tratar de escapar de una posición de inferioridad respecto al género masculino, pero por medio de una despiadada actitud con la que obtener un beneficio propio y, al mismo tiempo, conducir al hombre (que tendrá por ello la figura del mártir bondadoso frente a la maligna fémina) a los infiernos. El papel de Marlene Dietrich como Lola Lola, en El ángel azul (The Blue angel, 1930), es una gran demostración de esta irresistible y maligna mujer; papel que se vería modernizado (sólo en apariencia, ya que el contenido se mantendría igual de ofensivo) con la malvada Matty Walker en Fuego en el cuerpo (Body Heat, 1981), o Catherine Tramell en Instinto básico (Basic Instinct, 1992).

    Monster

    Feminazi, un término controvertido.


    No hay duda de que los extremismos ideológicos no son la respuesta más acertada cuando se busca la consecución de un cambio real y razonable. Es por ello que los movimientos más radicales del feminismo, mal llamados recientemente y de manera satírica como Feminazismo —en una gratuita comparación de este movimiento igualitario con el régimen totalitario nazi—, sirven de poca ayuda al verdadero esfuerzo de mujeres que han sufrido y luchado por terminar con la discriminación sexual. La mayoría de estos grupos fundamentalistas parecen surgir del hartazgo colectivo provocado por una sociedad moderna que sigue considerando a la mujer como un objeto sexual, incluso dentro de las representaciones televisivas, en principio destinadas a ofrecer una visión de la mujer fuerte y emancipada. Este podría ser el caso de la protagonista de la tan popular serie Xena, la princesa guerrera, donde los personajes femeninos parecen sugerir (sólo en apariencia, como veremos) un alto grado de feminismo al estar dibujados como seres independientes, fuertes y sin miedo a enfrentarse a la sociedad machista que los rodea: son héroes. Y aquí encontramos el término controvertido, héroe —que no heroína—. Se consideran privilegiadas por el tratamiento masculino que reciben en un entorno que les da los mismos privilegios y el mismo trato que a los hombres por el simple hecho de que se comportan como tales, se olvidan de su condición de mujer o, al menos, de la condición pragmática, ya que, por el contrario, la ficción las sigue disfrazando como objetos sexuales: falda corta y una coraza que más parece un corpiño al dar volumen a los pechos y reducir la cintura. Algo que, para que no haya dudas de ningún tipo, no vemos incorrecto como forma de vestir, ya que es decisión exclusiva de cada mujer, pero sí que parece una indumentaria, cuando menos, poco adecuada para la defensa y la lucha en un entorno medieval hostil como el que se encuentran, ya que deja al descubierto gran parte de sus cuerpos, quedando desprotegidas ante posibles ataques y haciendo inexistente la resistencia contra la posible agresión de una hoja de espada.

    En oposición a este tipo de ideas contradictorias, surge el feminismo radical: una corriente que sostiene que la raíz de la desigualdad en todas y cada una de las sucesivas sociedades ha sido y es el patriarcado. La corriente incide en la injusta estructura jerárquica masculina con la que se ha organizado cualquier sociedad desde sus orígenes y que construye un sistema de privilegios de los hombres sobre las mujeres. Hasta este punto todo parece razonable, y el querer derrotar un sistema manipulador y despótico debería ser, sin lugar a dudas, una prioridad. Lamentablemente, mientras los movimientos feministas igualitarios, también llamados ilustrados, abogan por derrocar este patriarcado por medio del diálogo, la oposición a los roles sexuales impuestos y la reorganización de la sociedad hasta la obtención de un trato igualitario, esta vertiente misándrica busca la radicalización de la reestructuración y la separación absoluta entre hombres y mujeres al considerar que la unión de ambos siempre será perjudicial para la mujer. Pese a que existen varias ramas de estas teorías extremas, las más radicales parecen coincidir en la búsqueda de un primitivismo que elimine el estado opresivo actual y dé pleno poder a la mujer para plantear unos sesgos discriminatorios que perjudiquen a los varones. La representación de este tipo de movimiento en el cine y la televisión ha sido tan despiadada como suele serlo con todos los grupos ideológicos extremistas en general, mostrando a las representantes con analogías monstruosas o de carácter esquizoide: Monster (2003).

    Sexo en Nueva York

    Feminismo vs Feminidad


    "Seré una de las pocas poetisas en el mundo completamente feliz de ser mujer, no una de esas amargadas y frustradas, retorcidas imitadoras de hombres, que en su mayoría acaban destrozadas." Sylvia Plath.

    Ya mencionamos hablando de lo contradictorio de la vestimenta de Xena, la princesa guerrera, que, en principio, la mujer es libre de vestir como le parezca. El concepto de mujer objeto no vendría de la actitud de la mujer o su forma de vestir, sino de la apreciación de esa vestimenta por parte del hombre, por lo tanto no existe la mujer objeto en sí, sino que se trata de una condición otorgada por una mente machista —hombre o mujer— que cosifica a una persona en base a sus propios prejuicios. Uno de los casos más evidentes de que el feminismo y la feminidad no son términos antagónicos se puede apreciar en la serie de televisión Sexo en Nueva York, en la que se muestra a cuatro mujeres solteras, sin prejuicios, independientes, emancipadas y sexualmente libres que representan cuatro de los estereotipos más típicos a la hora de atacar machistamente a una mujer: La frivolidad, mostrada en la protagonista, Carrie, quien su afición por la moda la convierte en víctima de constantes ataques por su supuesta actitud materialista. Promiscuidad, por usar un eufemismo, es lo más suave que se le podría llamar a una mujer si hablara del sexo y de su afición a practicarlo por placer como lo hace Samantha. Marimacho, un insulto muy común para todas las mujeres que se niegan a ceder al concepto masculinizado de belleza, así como a aceptar un comportamiento sumiso a la hora de tratar con hombres; Miranda sufre las inseguridades de los hombres por su posición de poder como abogada de éxito. Por último tenemos el calificativo de “tonta” empleado para la mujer (Charlotte) que cede a todas las exigencias machistas y se convierte en un modelo de mujer cliché, por lo que sufrirá el desprecio de los hombres, que no la respetarán por su falta de personalidad.

    Vemos por lo tanto que la forma convencional de articular la feminidad, por medio de laboriosos peinados, los altos tacones, llamativos pintalabios y vestidos glamurosos, no tiene por qué chocar con la representación del feminismo, siempre que no se prive a la mujer en la ficción de una de sus mayores virtudes en la vida real: la capacidad de pensar por sí misma. El post-feminismo ha dejado de avergonzarse de la condición de mujer femenina o de las formas del cuerpo femenino. Ya se puede ser femenina y feminista al mismo tiempo, el único problema radica en la incapacidad masculina de aceptar que una mujer atractiva no busca provocar o lograr una ventaja aprovechándose de su físico, o su vestimenta, sino hacerse respetar sin la necesidad de ir vestida como un hombre o como dicten las normas sociales en general. Sentirse segura con ella misma igual que los hombres se sienten poderosos con sus trajes de chaqueta y sus coches deportivos. Una de las grandes trabas en este sentido radicaría en la definición de feminidad y atractivo femenino, ya que parece demasiado ligado a los deseos del hombre en cuanto a la visión de su venus exuberante. Con un modelo de referencia basado en muñecas y dibujos animados, todavía se sigue asociando la belleza a la extrema delgadez y voluminosos pechos y trasero. Algo artificial que lleva a pensar en la imposibilidad de considerarse femenina de manera natural, teniendo que recurrir a la artificiosidad del quirófano o a la peligrosa pérdida de peso.

    Top 10 personajes feministas:




    1. Marjane – Persepolis

    “Es el miedo lo que nos hace perder la percepción de una misma. También nos convierte en cobardes. Lo que hiciste demuestra mucho coraje, estoy muy orgullosa de ti."

    En el número uno encontramos a nuestra gran heroína por excelencia, Marjane. Una niña que creció en la Teherán más opresiva, la de los años ochenta, cuando los movimientos revolucionarios ultra conservadores derrotaron el gobierno del sah Reza Pahlevi, convirtiendo la ciudad iraní en una ignominiosa prisión donde las libertades fueron suprimidas, sobre todo para la mujer. La República Islámica no era lugar seguro para una niña con la mente demasiado abierta para ceder a las exigencias de un país retrógrado y sexista, por lo que su familia decide mandarla a Austria, donde crecerá bajo la seguridad de la “libre” Europa. Sin embargo, en el exilio encontrará, no sólo el primer amor, sino también, la verdadera soledad, por lo que regresa convertida en toda una heroína, para alzar su voz contra la ignorancia.



    2. Samantha Jones – Sex And The City

    “¡No soy el tipo de mujer que espera todo el día a que llegue el hombre!”

    ¿Es Samantha Jones una heroína moderna? Al igual que todos los hombres han presumido de su promiscuidad a lo largo de la historia, y contado sus conquistas amorosas como si de medallas de guerra se tratasen, ¿es aplicable el término héroe, o heroína a una mujer por el hecho de que se haya acostado con muchos hombres? Sinceramente creemos que no, simplemente, es libre. Está en su derecho de hacerlo, de disfrutar de aquello que le aporta felicidad o placer. Samantha es plenamente consciente de que para una mujer como ella no supone ningún mérito el acostarse con un hombre, dada la simplicidad de éstos, y su eterna disposición a servir de objeto de deseo y predisposición a ser utilizados y reciclados. Empero sí que parece sensato premiar el libre albedrío de la neoyorquina, no sólo en su vida sexual, sino en su vida en general, siempre reacia a dejarse pisotear por nadie, ni a asumir una opinión por el simple hecho de que es lo que todo el mundo espera de ella.



    3. Thelma y Louise – Thelma & Louise

    “¡Discúlpate!”

    Pese a que en ningún caso justificamos ni defendemos el uso de la violencia, como ha quedado claro en el grueso del artículo precedente a esta lista, hay ocasiones en las que una enorme explosión procedente de un camión cisterna puede expresar, mejor que cualquier discurso feminista, la ignominia que nos despiertan ciertos minusválidos mentales que son incapaces de escuchar o razonar. Cuando no queda más remedio que descender a los límites más bajos de la comunicación y el entendimiento por culpa de un determinado sector machista de la población, la justicia poética más brutal es nuestra mejor aliada.



    4. Ana García – Las mujeres de verdad tienen curvas

    “Esto es lo que somos, mujeres de verdad.”

    En esta película encontramos reflejada la lucha contra el machismo, no sólo desde la perspectiva del hombre cerrado de mente, sino también desde el punto de vista de una fémina similar, la mujer machista; un término tan dañino en la búsqueda de la igualdad genérica como el del hombre sexista. Por otro lado, sí encontramos una justificación en el comportamiento de doña Carmen, la madre de Ana, pues la sumisión a un complejo de inferioridad respecto al hombre que ha sufrido desde que era pequeña, su educación en determinadas tareas y el comportamiento esperado de una mujer digna, la convierten en una víctima de su propio machismo. Así, se aprecia el choque de las feminidades tradicional y moderna, narrado en clave generacional. Será la propia Ana la que tenga que lograr escapar de una condición social atávica, propia de mujeres de arcaicas generaciones familiares, enfrentándose sin temor a los estereotipos que se interponen entre ella y la educación, la autoestima, el amor, el sexo o el deseo de un futuro mejor al que le espera en su pueblo natal. El papel de la mujer inmigrante deja, por lo tanto, de tener tanta fuerza o relevancia como el de la mujer, a secas. La lucha contra los clichés por definir la belleza occidental encontró finalmente su mejor defensa en esta fantástica definición de lo que significa ser una mujer.



    5. Poussey Washington – Orange Is The New Black

    “Las mujeres tenemos dos agujeros.”

    Nada mejor que una prisión de mujeres para establecer la perfecta analogía con un mundo en el que los hombres no son necesarios en ningún aspecto de la convivencia. De hecho, la única representación masculina de la serie, la que proviene de los funcionarios de prisiones, es mostrada como un lastre, un impedimento que se interpone al correcto y armonioso orden y funcionamiento de las relaciones entre las habitantes del micro-universo penitenciario. En el caso de Poussey, su actitud la ha llevado a convertirse en uno de los personajes imprescindibles de la serie, pese a sus comienzos como secundaria. Su actitud reflexiva y alejada de problemas, la han convertido en todo un icono feminista del nuevo milenio. Además su homosexualidad no la aleja de la representación o la defensa de la feminidad, esa aceptación de su condición de mujer que, por el contrario, sí aparece mucho menos marcada, o incluso totalmente anulada, en personajes heterosexuales de la serie con tendencias a un comportamiento andrógino. En esta escena podemos observar a la protagonista impartiendo una valiosa clase de anatomía a un público asombrosamente ignorante de la funcionalidad del cuerpo femenino, de su propio cuerpo, al tiempo que trata de vencer las propias barreras anatómicas que ofrecen una ventaja natural al hombre con respecto a la mujer.



    6. Hannah Horvath – Girls

    “Mi exnovio era gay.”

    La incursión de Girls en la parrilla televisiva supuso la destrucción del postfeminismo tal y como lo conocíamos. Su protagonista, Hannah Horvath, que sin lugar a dudas habla con voz propia, por tratarse al mismo tiempo de la directora y guionista de la serie, representa el anti-ideal feminista noventero tan asumido por las ficciones cinematográficas, ya que frivoliza con mucha dejadez y apatía sobre temas que ya estaban muy arraigados dentro de la sociedad feminista contemporánea, como por ejemplo, las relaciones sexuales, la objetivización de la mujer, el acoso sexual o el victimismo machista de la mujer. “Por qué no voy a dejar que me utilicen sexualmente si es algo que me apetece”, al parecer, para estas post-postfeministas, el placer presente compensa el sufrimiento y la humillación futura, carpe diem. Esta perspectiva es asumida por Girls y, en concreto, por la protagonista, con un humor punzante y sarcástico para intentar expresar que la mujer no puede partir de ningún manual de comportamiento preestablecido, sino que tiene que construir su personalidad mediante un empirismo único que le aporte su estatus de exclusividad, ya que cada persona es diferente “La mujer no nace, se hace” que escribió Simone de Beauvoir en El segundo sexo, hoy convertido en referente del pensamiento feminista.



    7. Wadja – La bicicleta verde

    “Ahora somos amigos. ¡Pero no vendas mi bici!"

    La bicicleta verde supuso un triunfo feminista desde su misma concepción, al convertirse en la primera película filmada por una mujer en Arabia Saudí. Por si este logro no fuera suficiente, y como era de esperar de una mujer que ha tenido que enfrentarse a todo tipo de críticas para lograr su propósito, la película no se conforma con existir como mero ejemplo anecdótico, sino que busca la declaración de derechos en una sociedad donde parece que nadie tiene intención de reclamarlos. Para ello, la directora utiliza dos elementos narrativos fundamentales: La niña, como representación del futuro femenino del país, y la bicicleta, como el objetivo a conseguir, esa libertad e igualdad para la mujer que viene desde el comienzo pintada de verde esperanza.



    8. Bridget Jones – El diario de Bridget Jones 

    Bridget Jones fue una de las pioneras en defender la figura de la mujer sin ninguna intención de comenzar una lucha descarnada por enfrentarse al sistema, sino con el deseo de encontrar un hueco allí donde sea valorada y aceptada tal y como es, sin la necesidad de tener que dar explicaciones de su condición o enfrentarse a humillantes intentos de emparejamiento por parte de su familia. Un concepto de feminismo que chocaba con el proactivo e ideológico ejemplo postfeminista, aunque se acerca bastante —sin el humor sarcástico— a la idea hipermoderna de feminismo que encontramos en la actualidad, ese carpe diem del que hablábamos al repasar la serie de Girls y a su protagonista. En cualquier caso, parece que Bridget siempre tuvo muy clara su condición de mujer y la necesidad de ser ella misma en un mundo lleno de testosterona.



    9. Ally McBeal – Ally McBeal

    “Puede que algún día comparta mi vida con otra persona, puede que no… pero la verdad es que, cuando pienso en mis momentos más solitarios, normalmente había una persona sentada justo a mi lado…”

    Ally McBeal representa a un tipo de mujer situada en un contexto de igualdad formal, las luchas genéricas ya no son tan necesarias en esta ficción, aunque siguen influyendo para terminar de eliminar por completo las injusticias patriarcales existentes y las oportunidades de desarrollo laboral. La mujer en este caso ha alcanzado un logro que viene de la conquista, ya institucionalizada, de un estatus laboral igualitario. La narración se desarrolla casi exclusivamente en el entorno laboral, con lo cual resalta la condición de Ally como mujer trabajadora; y la aplicación de este logro feminista se reduciría simplemente a esa oficina en concreto. Sin embargo, la actitud de la abogada refleja que su posición fuera del trabajo es igualmente resolutiva y decidida a la hora de enfrentarse a cualquier tipo de traba sexista. También se puede ver que esta igualdad creciente en el bufete entre hombres y mujeres se ha ido construyendo a costa de algunas renuncias, ya que apreciamos cómo la protagonista, en ocasiones, antepone su éxito profesional a las realizaciones personales, la satisfacción o la felicidad. Por este motivo, la lucha de Ally McBeal por lograr una igualdad en el trato profesional, pone al descubierto la necesidad de la mujer de escoger entre, vida profesional o vida privada, siendo la conjunción armónica de ambas impensable en esta sociedad.



    10. Lisa Simpson – Los Simpson

    “¿No deberíamos atacar las raíces de los problemas sociales en vez de atestar las prisiones del país?” “…y esta será, bajo el poder del dólar, una nación libre y justa para nadie."

    Por supuesto no podría faltar uno de los pilares televisivos en la representación del feminismo y la lucha por los derechos de la mujer: Lisa Simpson. En una sociedad estadounidense caricaturizada hasta nivelas máximos de estupidez, y marcada por el consumo y la depredación de los seres humanos y el planeta, Lisa es la voz de la sensatez y, por ello, será marginada e incomprendida. Defiende la libertad de expresión, la meritocracia y la necesidad de una evolución cultural que evite el embrutecimiento progresivo al que se enfrenta la población. Se la representa como una feminista consumada al seguir los preceptos de sus ídolos políticos y literarios, entre los que se encuentran —y han llegado a aparecer en algún episodio como epifanías de la protagonista—: Margaret Mead, antropóloga estadounidense, y Simone de Beauvoir, filósofa francesa. Esperemos que algún día se cumplan las predicciones mostradas en el decimoséptimo episodio de la undécima temporada, Bart to the Future, en el que la joven Lisa, ya convertida en una honorable y justa mujer, se posicionaba como la primera presidenta de los Estados Unidos.

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