Drama literal
crítica de Life in a Fishbowl (Vonarstræti, Baldvin Zophoníasson, 2014).
El Atlántida Film Fest, que cada año organiza la plataforma de cine online Filmin, constituye una cita casi obligada para los espectadores más cinéfilos, al reunir películas que no suelen estrenarse en nuestras fronteras pero que han pasado por varios festivales internacionales, dando así fe de su presumible calidad. Es una oportunidad casi única para ver otro tipo de cine, proveniente de industrias a menudo marginales y tratando de temas más bien oscuros o heterodoxos, permitiéndonos así extender nada menos que nuestra visión del séptimo arte. Un ejemplo a priori representativo en este marco sería el de Life in a Fishbowl, una de las cintas que compiten en la Sección Oficial del mencionado certamen, pues se trata de una producción íntegramente islandesa, país de cuya cinematografía poco o nada sabemos. La singularidad de la propuesta, sin embargo, no va mucho más allá en este caso, porque estamos ante un drama de historias cruzadas que, valga la coincidencia, recuerda en parte a una película que sí llegó hace poco a nuestra cartelera, aunque su paso en ella fue discreto: En tercera persona (Third Person, Paul Haggis, 2013). En ella un escritor proyectaba su depresión en su obra, experimentándola a través de otros personajes, y en concreto el trauma consistía en que su hijo se había ahogado hace un tiempo. El protagonista aparecía a la vez como narrador y artífice del relato, el cual se desdoblaba en tres focos de atención que iban alimentando progresivamente el conflicto principal.
Pues bien, en la cinta de Zophoníasson que aquí reseñamos, también asistimos a un total de tres historias, una de las cuales vuelve a tener como protagonista a un escritor (Þorsteinn Bachmann) cuya hija ha muerto ahogada hace unos años. Y en lo que respecta a este personaje, de nuevo, puede interpretarse que es quien hila las otras dos tramas, pues en un momento temprano del metraje presenta un libro a su editor que lleva por título el de la propia película, anunciando así su tono autobiográfico. Con todo, en principio y por definición las otras dos partes aparecen desconectadas de la primera, centrada una en la convivencia de una joven madre soltera (Hera Hilmar) y su hija, y otra en los problemas matrimoniales y laborales de un banquero (Thor Kristjansson). El primer y segundo segmento enseguida se enlazan, pues en esa chica encuentra el novelista un apoyo moral y sentimental, intentando salir del pozo de alcoholismo y soledad en que se encuentra. Y, además, la mujer arrastra igualmente un trauma de infancia, por lo que el apoyo es recíproco. La tercera historia en cambio se une a las anteriores más tarde y de forma un tanto caprichosa, tanto por la relación puntual que se establece entre su protagonista y la madre como entre aquel y el escritor. En cualquier caso, el fresco es revelador del estado de impasse general en que se hallan sus respectivos personajes y, a través de ellos, un pueblo islandés de parcial deserción económica y alienación social. A tal efecto son idóneos la atmósfera gélida propiciada por el clima y la naturaleza y el enclave lánguido de la ciudad residencial para retratar, a través de una mirada fría pero también empática, ese estado de desánimo colectivo.
«El conjunto no deja de ser meritorio, apoyado por unas solventes interpretaciones que refuerzan un mosaico, si bien imperfecto, que retrata a unos individuos igual de incompletos y criticables».
Desde un punto de vista estético, por tanto, Zophoníasson y su equipo logran en gran medida su propósito, aun cuando quizás el estilo podría haber sido más personal y ambicioso. Pero con ello entramos en el mayor defecto de la película, ya adelantado, como es el de la conexión y el efecto de sus respectivos apartados. Cuando se diseña el guion de esta forma y en consecuencia se estructura su visualización con un montaje en paralelo, lo más difícil es presentar con acierto las transiciones y resoluciones. Construir una obra de forma episódica o por divisiones tiene la ventaja de que, en cierto modo, el desarrollo que merece cada una de las partes es menor y por tanto más fácil de idear, y también es más sencillo aportar puntos de conflicto e interés, porque en principio son mayores el suspense y las potenciales coincidencias. Sin embargo, al mismo tiempo se corre el riesgo de no dedicar la suficiente atención a una de las historias en comparación con las demás, y no aprovechar esas oportunidades de guion y montaje al caer en lo anticlimático. Esto es lo que ocurre en parte con Life in a Fishbowl, porque la misma no es realmente una cinta de relatos cruzados, sino de una sola historia cuyas ramificaciones confluyen de manera desigual. En concreto, hay alguna escena que se corta antes de tiempo probablemente para no perder el hilo de otra en paralelo, aunque en perjuicio de la carga emocional de aquella. Los esperados golpes de efecto no tienen toda la fuerza que deberían, al ser su exposición un tanto confusa y forzada. Y la tercera pieza se resuelve de forma artificial y precipitada, confirmando la sensación de que operaba como mero relleno frente a las otras dos, o al menos en un nivel distinto, pues sería la que más directamente ilustraría la crisis socioeconómica. En cualquier caso, el conjunto no deja de ser meritorio, apoyado por unas solventes interpretaciones que refuerzan un mosaico, si bien imperfecto, que retrata a unos individuos igual de incompletos y criticables. | ★★★ |
Ignacio Navarro
Redacción Madrid
Ficha técnica
Islandia, 2014. Título original: Vonarstræti. Dirección: Baldvin Zophoníasson. Guion: Baldvin Zophoníasson & Birgir Örn Steinarsson. Productora: The Icelandic Filmcompany / Axman Productions / Harmonica Films. Fotografía: Jóhann Máni Jóhansson. Música: Rael Jones. Montaje: Sigurbjorg Jonsdottir. Intérpretes: Hera Hilmar, Þorsteinn Bachmann, Thor Kristjansson, Sveinn Ólafur Gunnarsson, Markus Reymann, Kristín Lea Sigríðardóttir.