Lucha contra la deshumanización
crítica de Maggie (Henry Hobson, 2015)
Está claro que para sobrevivir a una industria como la del cine, un actor tiene que aprender a reinventarse a lo largo de los años. No se puede ser una estrella de acción toda la vida y, cuando la edad comienza a pasar factura física, llega la hora de probar otras alternativas que demuestren que la versatilidad interpretativa va más allá de ir dando golpes en la gran pantalla. Sylvester Stallone tuvo su momento de gloria con Copland (James Mangold, 1997), en donde ni grandes de la interpretación como Robert De Niro o Harvey Keitel consiguieron ensombrecer su encarnación de un sheriff pasado de kilos y medio sordo. También Jean Claude Van Damme calló muchas bocas con aquel proyecto suicida titulado JCVD (Mabrouk El Mechri, 2008), en donde ponía la piel de gallina con un intenso monólogo. Ahora, tras una larga trayectoria repartiendo leña en grandes superproducciones, el austriaco Arnold Schwarzenegger parece decidido a convencer al público de que tras esa enorme masa de músculos —aún los conserva pese a sus 67 años, solo hay que verle en la saga de Los mercenarios—, se esconde un alma sensible que también es capaz de transmitir emoción. Para ello se ha embarcado en una humilde producción independiente de 4 millones de dólares de presupuesto que no abandona del todo el género fantástico que tantas alegrías le ha traído en su carrera.
El debutante Henry Hobson es el encargado de dirigir lo que podría considerarse un típico drama de enfermedades terminales de no ser porque el mal que en esta ocasión no se puede curar no es un cáncer sino un virus que transforma a las personas en zombies. La historia no es, precisamente, novedosa ni revolucionaria dentro un subgénero que en los últimos años ha tenido decenas de aportaciones, comenzando por la exitosa serie de televisión The Walking Dead y terminando con títulos tan interesantes como The Road (John Hillcoat, 2009) o The Battery (Jeremy Gardner, 2012). Todos ellos tienen la particularidad de centrarse mucho más en el drama humano de los supervivientes de la epidemia que en los aspectos más terroríficos y de casquería propios de las películas de zombies del mítico George A. Romero o de la espectacular Guerra mundial Z (Marc Forster, 2013). En Maggie, una pandemia zombie ha asolado la humanidad y los infectados pueden convivir junto a sus familiares y amigos con normalidad hasta que comiencen a experimentar los síntomas de la recta final (suele ser a los seis meses de ser contagiados), que no son otros que los de experimentar una ansiedad incontrolable por probar la carne humana. Es llegado a ese punto cuando deben intervenir los militares para llevarse al enfermo a un lugar de aislamiento del que nunca volverá. La película narra el drama que vive un granjero padre de familia que se resiste a asimilar que Maggie, su hija mayor, comenzará su imparable proceso de conversión en zombie después de haber sido mordida por una de estas criaturas. No hay más. No hay que esperar continuos ataques de muertos vivientes (alguno hay, pero anecdótico) ni una sanguinaria lucha por la supervivencia. En su lugar, lo que ofrece esta cinta es un relato costumbrista que habla de temas tan profundos como la resignación ante la pérdida de un ser querido, la familia como refugio incondicional ante la adversidad y, de manera implícita, la eutanasia como liberación para el enfermo.
Hobson aprueba con buena nota en su primer e interesante trabajo tras las cámaras, con una realización muy sobria y elegante, que no abusa jamás de los paisajes apocalíticos, en pro del carácter íntimo de su propuesta. La estupenda fotografía de Lukas Ettlin y la música de David Wingo contribuyen al buen acabado formal de un trabajo que encomienda toda su efectividad en el buen trabajo de los actores. La elección de casting más arriesgada y discutible, la de Schwarzenegger como padre coraje, finalmente se convierte en su mayor acierto, ya que, si bien nunca será Robert De Niro (ni creemos que pretenda serlo), sale victorioso a la hora de dotar de gran humanidad al personaje. En Maggie le vemos sufrir (la mayoría de las veces en silencio, con un dolor interiorizado) y llorar, consiguiendo que, contra todo pronóstico, el público olvide momentáneamente su pasado como máquina de matar cinematográfica y logre creérselo como actor serio. Sobre Abigail Breslin recae el personaje de Maggie, a simple vista el más complejo y aparatoso, debido al elaborado maquillaje (algunas escenas no son aptas para estómagos sensibles) que debe soportar para hacer creíble su paulatina transformación en monstruo, y la continua lucha interior que debe sufrir para tratar de mantenerse humana -con tierna trama romántica con otro joven igualmente infectado incluida- aun cuando debe aprender a controlar su incipiente atracción por la antropofagia. Breslin está más que correcta en su papel, si bien repite muchos de los tics de su anterior trabajo en Haunter (Vincenzo Natali, 2013), donde se metió en la piel del espectro de una adolescente fallecida. Si bien es en la fenomenal química que nace entre Schwarzenegger y la joven actriz, totalmente creíbles en su complicidad como padre e hija, donde la película encuentra su verdadera razón de ser, sería injusto no mencionar el aporte de la excelente Joely Richardson como tercer vértice de la unidad familiar, una madrastra que se debate entre el amor por los suyos y el comprensible miedo a tales circunstancias. Maggie tal vez no sea el tipo de cine “de terror” que la mayoría espera que sea. Tampoco arrasará en las taquillas ni, por supuesto, supondrá un antes y un después dentro del subgénero de pandemias devastadoras, pero tiene algo que muy pocas cintas de este estilo tiene: corazón. Y tanto Hobson desde la dirección como John Scott 3 desde la escritura del guión se las apañan para que el filme sea sensible y con una gran carga de emotividad sin caer en ningún momento en el maniqueísmo. | ★★★ |
José Antonio Martín
Redacción Las Palmas de Gran Canaria
Ficha técnica
Estados Unidos. 2015. Título original: Maggie. Director: Henry Hobson. Guión: John Scott 3. Productores: Matthew Baer, Colin Bates, Arnold Schwarzenegger, Pierre-Ange Le Pogam. Productoras: Lionsgate / Inferno Entertainment. Fotografía: Lukas Ettlin. Música: David Wingo. Vestuario: Claire Breaux. Montaje: Jane Rizzo. Dirección artística: Julie Ziah. Reparto: Abigail Breslin, Arnold Schwarzenegger, Joely Richardson, Denise Williamson, Bryce Romero, Laura Cayouette, J.D. Evermore.