De discípulo a realidad
Previa de la tercera jornada de la 68ª edición del Festival de Cannes
Pese a que su apellido resuena como si de un veterano se tratara, Yorgos Lanthimos debuta en la Competición de Cannes con su cuarta película. Conocido como el creador de la insólita Canino –que estuvo en la Riviera en 2009, donde obtuvo el premio Un certain regard—, Lanthimos abandera esa negada nueva ola del cine heleno que tiene como leitmotiv narrativo la economía, la familia y el declive estamental; junto a él, Athina Rachel Tsangari, Panos H. Koutras, Ektoras Lygizos o Penny Panayotopoulou navegan por una corriente de impacto similar al Dogma 95 con una apuesta por lo críptico para desentrañar lo mundano. La próxima propuesta del cineasta ateniense, The Lobster, busca remarcar este axioma y, a la vez, desmarcarlo. Es por ello que Lanthimos cambia de idioma, sube el caché de su elenco pero su esencia sigue perenne. Como si de un apéndice de Alps (2011) se tratara, The Lobster bucea en las profundidades de la soledad, tanto física como emocional, con un retrato coral de diferentes parejas e individualidades con los rostros de Colin Farrell, Rachel Weisz, Ben Whishaw, Olivia Colman, Lea Seydoux o John C. Reilly. Suena a primer gran salto. Ese que determinará la carrera de un Lanthimos que buscará residencia fija en la ciudad francesa. Estamos seguros que ya tiene pagada la primera letra.
Con más modestia, pero también orgullo, llegará su partenaire en la Sección Oficial este viernes. Hablamos del húngaro László Nemes, otrora ayudante en la dirección del gran Béla Tarr y heredero declarado del maestro magiar. Con su obra debut, Saul fia (El hijo de Saúl), Nemes promete no ser un convidado de piedra en la Competición. Prueba de ello es que en los pases vespertinos del día de ayer consiguió el aplauso y la unanimidad de la crítica de forma impensable: dibujando el Holocausto de como nunca se había plasmado. Las comparaciones con la poderosa y visceral Hard to be God de Aleksei German aparecen impresas en cada crónica, es una mirada valerosa al terror más real y palpable. Todo aderezado con una precisión técnica digna de su preceptor. Pese al impacto, era predecible, Cannes no suele equivocarse. Es probable que esta 68ª edición pase a la Historia por haber mostrado Auschwitz como desgraciadamente jamás hubiéramos deseado.
Entre tanto dolor y profundidad, no viene mal algo más liviano. Y quién mejor que Woody Allen para revertir los biorritmos. Fuera de competición llegará Irrational Man, enésima muesca dramático-cómica del genio neoyorquino que formula la clásica crisis existencial junto a una particular relación amorosa. Joaquin Phoenix y la ubicua Emma Stone son los elementos de una ecuación de la que podemos esperar cualquier cosa. ¿Trabajo menor u obra de enjundia? Atendiendo a la última etapa cinematográfica de Allen, todo apunta a lo primero: jazz, diálogos chispeantes, remezcla de estilemas, acordes y desacuerdos, y sonrisas casi enlatadas. Pese a cierto olor a rancio, es inimaginable un año cinematográfico sin el autor de Annie Hall, Manhattan, Zelig o Match Point. Irrational Man será la décimo quinta visita de Woody Allen a Cannes. Siempre es y será bienvenido. Esta noche conocerán las impresiones de nuestro compañero Alberto Sáez Villarino. Toda la información del Festival de Cannes en El antepenúltimo mohicano.
Emilio Martín Luna
Redacción Madrid