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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Pasolini

    Pasolini

    «Tengan cuidado»

    crítica a Pasolini (Abel Ferrara, 2014)

    Si hay un género en el que el cine ha jugado a imitar las estructuras y los tonos del novelón decimonónico, ese es el biopic. En especial, en aquellas películas que recrean las biografías de personajes ilustres (artistas, científicos o políticos, casi siempre). Y si hay un género en el que precisamente estamos observando nuevas tendencias en el cine actual, ese es también el biopic. No hay más que analizar un poco dos de las favoritas a los últimos Óscar para hacerse una idea: The Imitation Game y La teoría del todo suponen formas hasta cierto punto innovadoras a la hora de enfrentarse a las vidas de personajes célebres “sacralizados”. En el biopic de Alan Turing se percibe una inquietud por la adecuación efectiva entre tiempo fílmico y tiempo real, una disyuntiva que ha solido dar problemas en el género, tendente a querer abarcar demasiados datos biográficos en apenas dos o tres horas o de tiempo fílmico. The Imitation Game, aunque ni renuncia del todo a esta tendencia ni espanta totalmente la dispersión que suele producir, se esfuerza en crear una estructura narrativa a tres niveles temporales que, al menos, logra romper la linealidad del relato cronológico para crear un inteligente juego entre el presente fílmico y dos diferentes pasados filtrados por la narración de quien recuerda su propia vida. En La teoría del todo, esta inquietud por el tratamiento del tiempo no está presente, pero sí aporta cierta innovación en su acercamiento al personaje: lo ejemplarizante de Stephen Hawking no se busca en su genialidad como científico, sino en su lucha íntima por vivir dignamente.

    Ambos filmes, si bien no se libran del todo de algún que otro convencionalismo, son dos muestras muy relevantes de cómo el cine está reconfigurando dos características esenciales del biopic clásico: la amplitud del tiempo real escogido y el tono laudatorio. Frente a ellas, la tendencia está consistiendo en acotar los espacios temporales que se eligen narrar (el Lincoln de Steven Spielberg, que toma apenas un par de semanas en la vida del Presidente, es un buen ejemplo) y en reducir la tendencia panegírica con acercamientos más “humanizados” a la intimidad de sus personajes (lo que no tiene por qué implicar renunciar a la admiración, pero sí hacerla más cercana). En este último aspecto, La red social constituye un ejemplo brillante no solo de cómo construir un biopic desde la intimidad, sino de cómo lanzar una reflexión profunda sobre esa intimidad como tema central (por su valor a la baja) de nuestra época. Un más difícil todavía lo podemos encontrar en Camille Claudel 1915, de Bruno Dumont. Un biopic de minimalismo espartano que acota el lapso temporal a apenas tres días en la vida de la escritora francesa, que renuncia a flashbacks o digresiones que rompan ese lapso, y que además no muestra a Claudel en su ejercicio como artista, sino viendo pasar los días vacíos en un sanatorio en las montañas.

    Pasolini

    Este largo preámbulo no pretende elaborar una tesis sobre las nuevas tendencias en el biopic de personajes ilustres, sino simplemente situar en sus coordenadas adecuadas a Pasolini, una recreación de la figura del director italiano que tiene mucho de ese minimalismo temporal (la narración se reduce a sus últimas 48 horas de vida) y de ese acercamiento intimista. Que, además, supone una nueva incursión en el género de Abel Ferrara tras Welcome to New York, que contaba la detención en la ciudad estadounidense del político francés Dominique Strauss-Kahn. Aunque es evidente, pese a que comparten metodologías, que son cintas muy diferentes. Mientras que la opción narrativa ante el affaire Strauss-Kahn consistía en el rechazo explícito hacia el protagonista como síntoma de la corrupción inherente al capitalismo salvaje, Pasolini está construida desde la admiración. Más aún, el propio Strauss-Khan vendría a ser una encarnación perfecta de lo que, precisamente, denunciaba Pasolini en su obra: el afán consumista por poseerlo todo que degenera en la violencia. Así las cosas, un filme sobre el director italiano planteado desde la fascinación podría resultar, de entrada, mucho más permeable al riesgo de querer contarlo todo y al de empeñarse en subrayar la genialidad del personaje. Porque, y por eso las tendencias que mencionábamos al principio se refieren especialmente a los biopics basados en personalidades admiradas, el arrobamiento es mucho más propenso que la denuncia a inspirar películas conservadoras.

    Ahora bien, Pasolini no puede estar más alejada de esas tendencias. Ferrara ha partido de un afán de documentación exhaustiva, que parece haber dado como resultado natural una fuerte concreción. Es decir, ante la maraña de hechos apasionantes, el recurso a las renuncias y la acotación temporal. El propio director ha contado, por ejemplo, cómo trataron de investigar durante la escritura del guión sobre el misterioso asesinato de Pasolini (un caso sin cerrar, carne de mil teorías conspiranoicas), y cómo, cuanto más indagaban, más se alejaban de una posible verdad. La elección, ante este asunto y ante la figura de Pasolini en general, se ha limitado entonces a un seco “mostrar”. La primera escena, tras desvelar el asombroso parecido entre el personaje y Willem Dafoe (el mismo rostro anguloso, curtido y de mirada intensa), expone al Pasolini que interpreta a su propio personaje ante una cámara de televisión para una entrevista, ese que oculta sus ojos tras unas gafas oscurecidas de pasta gruesa. Unos minutos después, sin embargo, Ferrara rompe esas barreras y retrata a un Pasolini en pijama, recién despertado, que abraza a su madre. Este tono termina siendo el dominante durante la mayor parte del metraje. El seguimiento de un creador que no pretende lanzar ningún mensaje, sino limitarse a pasar buenos ratos con su familia, sus amigos, y sus grandes pasiones: escribir, jugar al fútbol y dedicarse a los placeres del eros previo pago.

    Pasolini

    Estas partes de la narración, no obstante, coquetean peligrosamente con la banalidad. Por lo que, quizá para equilibrarlas con una mayor interiorización en el personaje sin tener que recurrir a digresiones temporales, Ferrara las alterna introduciendo fragmentos de cartas redactadas por Pasolini, los extractos de su novela Petróleo que escribió en esos días, y recreaciones filmadas del guión en el que estaba trabajando, Porno-teo-colosal, que aportan una aproximación a la faceta poética del italiano sin salirse del momento exacto elegido para la historia. Y que, de paso, permiten a Ferrara lucirse rodando escenas de marcado estilo pasoliniano, como esa multitudinaria orgía en Sodoma. En este aspecto, la película alcanza su mayor carácter de homenaje, incluso convirtiendo en protagonista de esos fragmentos a Ninetto Davoli, uno de los actores fetiche del propio Pasolini. Ferrara recurre, además, en la que quizá sea la escena más significativa acerca de la importancia intelectual del director italiano, a rodar su última entrevista, concedida al diario La stampa. En ella hay una buena condensación de las inquietudes de Pasolini acerca de una sociedad en la que el deseo consumista destruye cada vez más la individualidad y degenera en la violencia. Y una frase lapidaria, que conecta con esa lectura de Strauss-Kahn que reseñábamos unas líneas atrás: “Tengan cuidado. El infierno está surgiendo de ustedes mismos”.

    No obstante, que lo más sustancioso de la película sean unas citas de hemeroteca no habla demasiado bien de ella. Por desgracia, más allá del sorprendente trabajo físico de Dafoe, en Pasolini no hay demasiado donde rascar. Las escenas de intimidad del italiano no trascienden más allá de la recreación superficial, las introducciones de su universo creativo no logran una conexión con su propio caracter, e incluso el estallido final de violencia no deja (como el resto de la película) más que gelidez. Pese a su intenso trabajo de documentación y su corte objetivista, hay algo en lo que Ferrara fracasa: transformar lo veraz en verdadero. Llegar al hallazgo de una verdad profunda en la figura de Pasolini, que no se limite a reproducir lo que el italiano ya dejó dicho. Esa esencia a la que debería aspirar todo biopic, que sea capaz de dar un porqué al contar la vida de su protagonista, se cuente como se cuente. | ★★ |

    Miguel Muñoz
    Redacción Madrid


    Ficha técnica
    Italia, 2014. Pasolini. Director: Abel Ferrara. Guion: Maurizio Brauci, Abel Ferrara, Nicola Tranquillino. Productores: Fabio Massimo Cacciatori, Thierry Lounas. Productoras: Capricci Films, Tarantula, Urania Pictures S.r.l. Presentación oficial: Festival de Venecia 2014. Fotografía: Stefano Falivene. Música: Jonathan Mason (supervisor). Vestuario: Rossano Marchi. Montaje: Fabio Nunziata. Dirección artística: Igor Gabriel. Reparto: Willem Dafoe, Ninetto Davoli, Riccardo Scamarcio, Valerio Mastandrea, Adriana Asti, Maria de Medeiros, Francesco Siciliano, Andrea Bosca.




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