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crítica a Peaky Blinders (2013-) | Primera y segunda temporada.
este artículo contiene spoilers.
BBC2 | Reino Unido, 2013. 2 temporadas/12 episodios. Creador: Steven Knight. Directores: Colm McCarthy, Otto Bathurst, Tom Harper. Guion: Steven Knight, Toby Finlay, Stephan Russell. Fotografía: George Steel, Peter Robertson y Simon Dennis. Música: Mearl, Martin Phipps. Montaje: Christopher Barwell, Mark Eckersley, Matthew Cannings, Mark Davis. Reparto: Cillian Murphy, Tom Hardy, Sam Neill, Helen McCrory, Paul Anderson, Annabelle Wallis, Iddo Goldberg, Sophie Rundle, Joe Cole, Ned Dennehy, Benjamin Zephaniah, Ian Peck, Tony Pitts, Packy Lee, Harry Kirton, Natasha O'Keeffe, Paul Chadwick, Finn Cole.
1919, la Primera Guerra Mundial llegaba a su término, Inglaterra se había convertido en otro desolado paraje más de una Europa que se preparaba para un largo proceso de reconstrucción conocido entonces como la posguerra pero que, más adelante, se convertiría en el período de entreguerras, una triste y agotadora pérdida de tiempo (si hubieran sabido lo que vendría después, posiblemente lo habrían dejado todo como estaba). Los soldados regresaban de Francia tras derrotar a los 3 grandes imperios que quedaban en pie. Sin embargo, no encontraron fiestas de bienvenida, ni altos cargos del gobierno que les agradecieran su labor patriótica y los alentaran con promesas de un futuro esperanzador y cómodo en el que disfrutar de un merecido descanso después de arriesgar la vida por su país. El panorama al que tuvieron que enfrentarse fue muy distinto, la pobreza se había extendido, la competitividad laboral era tan grande que los valientes héroes de guerra eran mirados con recelo, no había sitio para ellos, y menos aún en una de las ciudades que más combatientes mandó al frente. Por si esto fuera poco, los terribles problemas psicológicos resultantes del propio ejercicio militar y sus consecuencias subsecuentes —pérdida de familiares, divorcios, minusvalías…—, convirtieron las calles del Birmingham en una pasarela de rostros apesadumbrados y violentos que tiraban la toalla por primera vez, se rendían ante la vida, y lo hacían en casa, como no lo habían hecho frente a un enemigo desconocido lejos de ella. Entre esa multitud alicaída y cabizbaja destaca un hombre cuyo semblante desprende confianza y autoestima. Un jinete a lomos de un enorme caballo que, rechazando pasar inadvertido y actuar de forma traicionera y esquiva como los villanos clásicos del western, monta un numerito de brujería y superstición ante la atenta mirada de los ciudadanos. Ese hombre al que todo el mundo conoce por su apellido, Shelby, tampoco usa un sombrero de cowboy, sino una boina preparada para cegar a sus oponentes mediante unas cuchillas estratégicamente incrustadas que hacen de esa “peaky hat” una poderosa arma. Thomas es el líder de la banda que domina la ciudad de Birmingham, Peaky Blinders.
Al comienzo de la serie nos encontramos con un Tommy Shelby algo perturbado. Los recuerdos de la guerra nublan su juicio, sobre todo en esas ocasiones en las que se enfrenta a la soledad de sus pesadillas. De esta forma le vemos consumir opio regularmente como medio de paliar su dolor interno y borrar los desagradables recuerdos que se agolpan en su cerebro y le impiden conciliar el sueño. Sin embargo, su carácter resolutivo y su fuerte temperamento convertirán esas vulnerabilidades anímicas en una de sus mayores fortalezas y virtudes combativas. Se sobrepondrá a sus heridas interiores y logrará seguir adelante tratando de ver cumplido su ambicioso sueño de convertirse en uno de los hombres más notorios de toda Inglaterra. Para el hermano mayor de Tommy, Arthur, esta recuperación no será tan fácil, costándole el liderazgo de una banda que le correspondía de pleno derecho, pero que es incapaz de asumir dada su inestabilidad emocional. El guionista —Promesas del este (Eastern Promises, 2007)— y director —Locke, 2014—, Steven Knight, nos muestra, ahora en la pequeña pantalla, un producto visualmente impecable y muy dinámico con el que aporta a la cadena británica BBC todo un éxito para su programación. Nos introduce en un Birmingham polvoriento y sucio, aunque con un aire romántico y resplandeciente como el que desprenden todas esas piezas de coleccionismo vintage tan revalorizadas recientemente por la cultura popular. A la elegante y deslumbrante fotografía se le suma un particular punto de vista del gangster común, lejos de los característicos eufemismos románticos de la época dorada de Hollywood. La organización criminal queda pues completamente desmitificada como perspectiva antagónica a lo que supusieron aquellos ensalzamientos de la figura poético-delictiva vistos en cintas como El padrino (The Godfather, 1972) o Érase una vez en América (Once Upon a Time in America, 1984). La familia Shelby y sus asociados/enemigos son representados como gente de la peor calaña, temidos por sus vecinos, pero no respetados. Ya no viven en chabolas, visten los mejores trajes y conducen los mejores coches, pese a ello, siguen siendo llamados sucios gitanos por el resto de sus adversarios. Sus enfrentamientos con clanes rivales rayan en lo grotesco y absurdo, consiguiendo así un acercamiento mucho más preciso a la realidad. Pese a ello, la trama sigue asumiendo ciertas licencias poéticas para evitar caer en un producto demasiado crudo que aleje al “seriéfago” medio, como ha ocurrido con la serie irlandesa Love/Hate, cuya similitud con la realidad y la incertidumbre sobre la continuidad de cada personaje principal no ha terminado de atrapar al espectador, allende de la isla, pese a su gran calidad.
Durante la guerra, y en ausencia de varones que tomaran el mando de las apuestas hípicas, Polly, la tía de los hermanos Shelby, se encargó del negocio, manteniéndolo con diligencia y efectividad durante los 4 años que los hombres estuvieron en las trincheras. Empero, a la vuelta de éstos, Elisabeth sabe cómo apartarse y mantener una posición secundaria, asumiendo su inferioridad tácita dada su condición femenina en un mundo machista. No obstante, aparece de nuevo la inteligencia felina de la mujer en la ficción televisiva criminal, afrontando un protagonismo secundario en los negocios que, en principio, no le correspondían (Carmela Soprano —Los Soprano—, Gemma Teller —Sons of Anarchy—, Skyler White —Breaking Bad—, Margaret Thompson —Boardwalk Empire— o Claire Underwood —House of Cards—). Estas sutiles artimañas hacen a “tía Polly” moverse con astucia tras la tesorería y la contabilidad de la empresa consiguiendo una posición ventajosa y un pleno conocimiento de los asuntos familiares, aunque se frustrará cuando intente ir más lejos en su cargo y aporte un punto de vista o una forma de proceder diferente a la impuesta por el hombre. Esto acarreará un conflicto de intereses interno entre el héroe y su familia. En principio, el fin de ambos personajes, Tommy y Polly, será el mismo: acercar su negocio cada vez más a la completa legalidad y, al mismo tiempo, seguir aumentando los beneficios con proyectos más ambiciosos. Pero antes de llegar a ese punto, como hemos visto en similares luchas territoriales, hay que llevar a cabo una cruenta y despiadada guerra. Así es como la banda se hace por error con un cargamento de armas dirigido al IRA. Lo que de entrada ven como un golpe de suerte con el que poder consolidar nuevas relaciones y sacar provecho de ellas, termina siendo un grave problema de estado en el que está involucrado el primer ministro Winston Churchill. El mandatario enviará a la ciudad inglesa a un implacable y resolutivo investigador con poca simpatía hacia el protagonista, Chester Campbell.
Así es como Tommy conoce a Grace, una agente encubierta que ha llegado con Campbell y que se infiltra como camarera del bar del protagonista. Pronto ambos personajes se sentirán atraídos el uno por el otro, poniendo en peligro la operación policial e incrementando la cólera de Campbell, quien estaba enamorado secretamente de la joven espía. Y aquí es donde encontraremos el verdadero duelo principal. El fuera de la ley y el defensor de la misma, destinados a batirse frente a frente por oficio y por amor. El despecho de uno lo llevará a rebajarse al nivel delictivo del otro, reabriendo una vez más el interminable debate sobre la difusa línea que separa el bien del mal y la justificación de la brutalidad policial si se emplea para fines anti-delictivos. Será precisamente ese componente tragi-romántico, muy común en las producciones británicas, lo que termine por definir el desenlace de la primera temporada. Se confirma la identidad solitaria del héroe, forzado a dedicarse únicamente a su negocio y a su familia, y se prepara la atmósfera para una segunda entrega con el exsoldado en el trono de una ciudad que se le empieza a quedar pequeña, luchando por extender la hegemonía de los Shelby hasta la capital. “London Calling”.
Opening theme
No es coincidencia el hecho de que hagamos referencia a la canción de The Clash ya que, pese a que ese tema en concreto nunca llega a sonar en la serie, el director sí recurre a una banda sonora moderna que contrasta con la época que refleja la ficción. Aparece así un anacronismo sonoro muy efectivo para captar la atención del público por medio de canciones que conoce, del mismo modo que hizo Tarantino recientemente con Django desencadenado. El objetivo de Peaky Blinders no es convertirse en un testimonio fehaciente de un capítulo concreto de la historia (pese a que adapta las acciones de un grupo criminal que existió en la realidad). Esta serie se acercaría mucho más a los clásicos filmes históricos, sin una voluntad directa de recrear el pasado de forma testimonial, sino más bien con una función meramente evocadora de un pasaje de la historia, centrándose en unos personajes reales con el fin de narrar acontecimientos del pasado sin un enfoque histórico riguroso. Asimismo, dada la relativa cercanía de la época representada, consigue que el espectador empatice con las acciones y la ambientación, provocándole una percepción atemporal que lo transporta a una fecha concreta en la que poder ser testigo de lo que está pasando. Peaky Blinders invita al público a la nostalgia de lo cotidiano y lo desconocido, a un momento temporal anterior a su consciencia, como puede apreciarse en la explosión del mercado automovilístico, la importancia de la mano de obra, el hombre frente a la máquina… Pese a ello, sobre todo en la segunda temporada, la serie no evitará sacar a relucir notorios personajes reales como Billy Kimber o Darby Sabini, dos de los capos más conocidos que lideraron la violenta lucha de las bandas en el Londres de la época. También será apreciable en la sensacional segunda temporada, la lucha segregada de guetos como los italianos, los gitanos, los gangsters locales y los judíos, con un peso importantísimo de éstos en los 4 últimos episodios gracias a la impresionante (y algo histriónica) figura de Alfie Solomons, interpretado por un actor en plena forma y, sin lugar a dudas, uno de los mejores de su generación: Tom Hardy.
Todos esos diferentes frentes que pugnan por alzarse con el poder absoluto de las calles y las apuestas estarán destinados a colisionar en un momento clave: el día de la gran carrera de caballos llamada Derby. El todo o nada, Tommy está determinado a plantarse con un “all in” y jugársela al único caballo ganador, el suyo: “Grace’s secret”. Por otro lado, los judíos pueden haber dado con su talón de Aquiles gracias a un descuido ocasionado por Sabini; el duelo con Campbell ha sido pactado al caer el sol y a muerte; un grupo de sicarios también busca terminar con la racha de Shelby y, por si todo eso fuera poco, un nuevo triángulo amoroso amenaza con comprometer la operación. Mientras los Peaky Blinders esperan noticias de su líder sobre su futuro, dos mujeres aguardan a pie de pista a que el héroe elija a una de ellas pero, y aquí se observa una de las grandes diferencias conceptuales entre las dos temporadas, el amor tendrá que esperar. El protagonista aprendió la lección en su primer escarceo amoroso, dejando que la pasión nublara su juicio productivo, por lo que hoy, con el trono de Londres en juego, no piensa correr ese riesgo. Sólo se perdió el baile Michael, un hermano perdido que reaparece para ayudar a Tommy con el proceso de legalización. Un personaje que aporta frescura a la trama aunque, de su decidido y resolutivo carácter, bien podríamos intuir un nuevo duelo interno de dos grandes egos para la próxima temporada. | ★★★★★ |
Alberto Sáez Villarino
Redacción Dublín (Irlanda)