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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica en serie | Looking / Temporada 2

    Looking

    La historia de Patrick / La historia de Agustín / La historia de Dom

    crítica a Looking (2014-) | Primera temporada

    HBO / 2ª temporada: 10 capítulos | EE.UU, 2015. Creador: Michael Lannan. Directores: Andrew Haigh, Ryan Fleck, Jamie Babbit, Craig Johnson. Guionistas: Michael Lannan, Andrew Haigh, Tanya Saracho, JC Lee, John Hoffman, Roberto Aguirre-Sacasa, Jhoni Marchinko. Reparto: Jonathan Groff, Frankie J. Alvarez, Murray Bartlett, Lauren Weedman, Russel Tovey, Raúl Castillo, Daniel Franzese, Bashir Salahuddin, Andrew Law, Scott Bakula, Chris Perfetti. Fotografía: Xavier Grubet.

    En la crítica de la primera temporada de Looking, comenté: “...es una serie sobre relaciones personales [...] Y como todo subgénero con miles de ejemplos, existen las trampas y los peligros. [...] El peligro de éste es caer en el culebrón, que lo más importante sea la vida sentimental de los personajes, anulando así las otras facetas de su vida”. Vista la segunda temporada, el riesgo se ha convertido en realidad. A lo largo de una decena de capítulos, la vida sentimental de Patrick, Agustín y (en menor medida de) Dom ha sido el epicentro de sus hazañas, los fragmentos que Michael Lannan y su equipo han decidido mostrarnos. Persiste la naturalidad y verismo que respira cada segundo de metraje, unas escenas de sexo creíbles e íntimas, el enfoque desdramatizado a los dramas que viven y ante todo lo cercano y reconocible de lo que hacen y dicen. Ese aspecto, probablemente la gran baza de la serie, no se ha marchitado. Pero invertir tanto tiempo del metraje en solucionar la incógnita natural de quién será su próxima pareja/lío no es algo sobre lo que sostener toda una temporada, y más si vas a meter al protagonista (por qué la segunda temporada confirma otra sospecha, que Patrick es el protagonista de Looking, y Agustín y Dom son unos secundarios de lujo y su amistad es más teórica que práctica) en una suerte de inconfeso triángulo amoroso y a hacer que gran parte de la temporada consista en repasar una y otra vez los mismos dilemas.

    Tampoco ayuda mucho el cambio en la dirección de fotografía, cosa que en muchas series no es tan perceptible pero aquí se ha notado mucho. La cinematógrafa Reed Morano se ha echado en falta, y es curioso que su sustituto, Xavier Pérez Grubet, no haya sido capaz de conjurar aquí la imagen sensible y casi mágica que ya desplegó en su memorable trabajo en otra comedia dramática de HBO cancelada tras dos temporadas, la magnífica Iluminada (2011-2013). Y eso que el pequeño grupo de directores es casi el mismo, con el guionista/director Andrew Haigh encargándose de la mitad de los episodios. No se puede decir que la calidad de la serie haya empeorado en líneas generales, ni que los guionistas se hayan acomodado en una fórmula que convierta los episodios en algo mecánico. Lo que pasa es que han elegido una senda narrativa que se acaba quemando ella sola, aunque por el camino hayan sido inteligentes para explorar las múltiples opciones afectivas del mundo moderno. Una de las ventajas de que los personajes protagonistas sientan la necesidad de hablar mucho de lo que les pasa es que permite al espectador conocer en detalle esas opciones. Así, oíremos hablar de la realidad de un seropositivo, nuevos fármacos de prevención del SIDA (PrEP), la dificultad de la comunidad latina para afrontar la homosexualidad, las lavativas hechas por miedo/precaución, el debate monogamia contra relación abierta, el contraste entre generaciones o la extrema dependencia que puede crearse entre un hombre gay y una mujer heterosexual como pareja de amigos. Y lo mejor es que estos temas se presentan con el mayor de los sentidos, sin que parezca parte de un manual de puntos a tratar.

    Looking

    Y en esa amistad malsana destaca por derecho propio uno de los grandes aciertos de la temporada, y también de las mayores ironías. Resulta que el personaje más memorable de Looking, serie con un altísimo porcentaje de personajes masculinos homosexuales, es una mujer heterosexual. Doris, interpretada por una gran Lauren Weedman, ha ganado en importancia porque los fans adoraron su personaje y los responsables vieron en la actriz el talento suficiente para llevar tramas de peso. La mujer, de un humor agresivo y sincero como evidente forma de lidiar con emociones que la sobrepasan, ha examinado su relación con su mejor amigo en aras de un romance y, en un capítulo particularmente inspirado titulado Looking for a plot (2.7), ajustó cuentas con un pasado tenebroso y fue la puerta de entrada para que la audiencia supiera también de los orígenes de Dom. También hay que decir a favor de la serie que aunque el espectador pueda acabar harto de los vaivenes de Patrick y Kevin, se ha explorado escapando en gran parte del tópico lo que supone no solo ser el tercero en una relación sino lo que afecta al que está engañando, suponiendo que lo que sienta por ese tercero sea algo más que pura lujuria. Quizá sea por el carisma de Russell Tovey, pero Kevin resulta más humano y misterioso en sus palabras de lo que podría parecer en el papel, y es interesante explorar la dinámica, hasta que se convierte en un bucle. Las tramas románticas de Agustín y Dom son más sencillas, en cuanto a que el primero convierte en el centro de sus afectos a Eddie, un adorable y extrovertido voluntario de un centro para jóvenes transexuales en riesgo al que da vida y alma Daniel Franzese; y Dom prueba los límites de su tolerancia ante la ayuda y el cariño de Lyn, antes de volcarse del todo en sacar adelante su negocio. Los actores se aferran a estos clavos para que sus personajes existan, y aprovechan cada segundo en pantalla al máximo. El reparto es impecable, y han encontrado el (difícil) punto perfecto para interpretar las cosas con naturalidad sin que suenen tremendamente falsos en el esfuerzo.

    A veces la serie se resiente del formato de comedia de media hora y no usa todo lo bien que podría el metraje del que dispone, pero no se puede reprochar un aspecto fundamental de su entramado, que compone una estrategia valiente y arriesgada: su negativa a las histerias, a la concatenación de conflictos resueltos a gritos. Tan arriesgada, que ha acabado por darle a la serie un logrado tono de serenidad que muchos llaman aburrimiento, y le ha impedido crearse una base de seguidores lo suficientemente sólida como para justificar su permanencia en la parrilla de HBO. Apenas tres días después de emitir el final de la segunda temporada, la cadena anunció su cancelación, pero ofreciendo el consuelo de que, a la manera de Hello ladies (2013-2014), Looking cerrará las tramas con una TV-Movie. Solución agridulce donde las haya, pero que al menos permite que esta comedia dramática no pase a formar parte de la larga lista de cancelaciones abruptas. El último capítulo de la vida de Patrick, Agustín y Dom llegará, y sabremos qué les deparara el futuro. | |

    Adrián González Viña
    Redacción Sevilla



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