Un estudio del Instituto del Sexo de Suiza dividió los estados de la erección masculina en cuatro. La primera fase, la flacidez, se llamó Tofu. El comienzo de la erección recibió el nombre de Banana (sin pelar). Le sigue la Banana (ya pelada), y por último Pepino, la erección máxima. El popular guionista británico Russell T Davies –responsable de la Queer as folk original (1999-2000) y resucitador de las franquicias Doctor Who (2005-), en la que trabajó hasta 2010; y Torchwood (2006-2011)–, encontró el estudio tan curioso como divertido, y tuvo la brillante idea de crear una trilogía de series que deberían su nombre a los alimentos metafóricos y que tratarían la sexualidad en la actualidad, poniendo especial foco en el colectivo LGTB y sin muchos tapujos a la hora de representar el sexo. El resultado, que por supuesto compró la atrevida Channel 4, es una narrativa que funciona con independencia pero que se disfruta mejor cómo se ha emitido: junta. El experimento terminó hace unos días, y merece la pena ser destacado y analizado, más concretamente en el mismo macrotexto, respetando el espíritu juguetón de Davies. Esto es Cucumber – Banana – Tofu.
Cucumber (2015-)
Difererencias y semejanzas generacionales
Channel 4 / 1ª temporada: 8 capítulos | Reino Unido, 2015. Directores: David Evans, Alice Troughton, Euros Lyn. Guionista: Russell T Davies. Reparto: Vincent Franklin, Freddie Fox, Julie Hesmondhalgh, Fisayo Akinade, Ceallach Spellman, Cyris Nri, James Murray, Con O`Neill, Anjli Mohindra, Mattew Bailey, Miles Higson, Letitia Wright, Adjoa Andoh, Bethany Black. Fotografía: Jake Polonsky, Dale McCready. Música: Murray Gold.
Henry tiene casi 50 años y una vida cómoda. Lleva casi una década con Lance, con el que comparte casa; tiene un grupo de amigos variado y divertido, un trabajo estable y una hermana y sobrinos que le llenan como familia. El siguiente paso lógico en nuestra sociedad de tolerancia y aceptación es que Henry y Lance se casen. Y así se lo pide el segundo en una romántica cena... Pero Henry dice que no. Casi instintivamente. Cucumber habla de la dicotomía entre la domesticación de la sexualidad –mayoritariamente la masculina homosexual, para qué negarlo– y los peligros de vivirla sin importar las consecuencias. Lo que hace Russell T. Davies en estas ocho entregas, escritas todas por él, es documentar el hueco generacional entre los nacidos en los años 60 y los nacidos a finales de los 80, principios de los 90, además de hablar de realidades sociales de hoy en día. Y lo hace creando una situación de fantasía, cuando una serie de circunstancias bien planteadas hacen que Henry acabe compartiendo casa con Dean y Freddie, veinteañeros que follan sin ataduras con quien quieran (y puedan) y que entre ellos mismos personifican también distintas formas de experimentar el deseo.
En el uso de Henry como espectador de todo el tumulto juvenil, además de sus propios tumultos domésticos y vitales, reside la gran baza de la serie, pero el creador amplía el campo de observación y usa a los personajes con independencia, tocando cuantos más temas mejor pero sin que parezca que esté siguiendo un manual de asuntos que abordar. El riesgo de su apuesta, que a diferencia de la americana Looking (2014-) sí que quiere hablar de manera universal de la realidad LGTB, es precisamente esta ambición. Donde Davies se luce más en las pequeñas cosas, los detalles sutiles que permiten la identificación máxima de cualquier espectador. La manida y tópica estrategia de crear las circunstancias para que un personaje haga un monólogo donde explique el tema del capítulo es su peor baza, así como la histeria que se apodera de algunas partes de la historia. Pero esa histeria parece inevitable cuando el tono creado es tan festivo, potenciado por el ritmo que crea la música de Murray Gold, la paleta de colores elegida y el montaje. Una estrategia similar a otra serie estrella de la cadena, la tremenda Skins (2007-2013).
Pero que esta impresión no confunda a nadie: Cucumber es una serie que trata de sentimientos. Sus personajes son seres humanos creíbles, y es fascinante para el espectador desentrañar el enigma que son a veces (Freddie, por ejemplo) y ante todo observar cómo reaccionan ante lo que se va presentando en sus vidas. Como seres humanos creíbles que son, mienten mucho y se ponen máscaras ante los demás, pero el guionista se las ingenia para que a lo largo de la temporada podamos verlos a todo en su realidad más vulnerable, a veces llegando a límites de lo más crudos (la sobrecogedora sexta entrega, centrada en Lance) y llegando a la triste conclusión de que muchas cosas todavía no han cambiado. El final avanza en el tiempo para ponernos al día de qué les ha pasado a los personajes, un recurso tan efectivo como perezoso y que apunta posiblemente a que esto sea un proyecto cerrado. Aunque la televisión británica es célebre por cambiar historias dentro de la misma serie, dar paso a nuevos personajes. Quizá sea ese el destino de esta trilogía. Lo que queda claro de la primera de estas series es que su apuesta tonal, que puede ir desde la gris existencia del ciudadano medio hasta la chillona dinámica de una suerte de comuna donde vuelan las etiquetas, engancha y sorprende. Deja por el camino reflexiones impagables y unas evidentes –y bienvenidas– ganas de incordiar. Sirva de claro ejemplo la frase que termina la serie, toda una bomba que estalla en la cara del espectador. | ★★★★★ |
Banana (2015-)
Pequeñas Historias LGTB
Channel 4 / 1ª temporada: 8 capítulos | Reino Unido, 2015. Creador: Russell T Davies. Directores: Lewis Arnold, Luke Snellin, Al Mackay. Guionistas: Russell T Davies, Sue Perkins, Charlie Covell, Matthew Barry, Lee Warburton. Reparto: Fisayo Akinade, Freddie Fox, Vincent Franklin, Letitia Wright, Lynn Hunter, Georgia Henshaw, Mike Coombes, Hannah John-Kamen, Sid Akbar Ali, Bethany Black, Charlie Covell, Dino Fetscher, Rosie Cavaliero, Luke Newberry, Chloe Harris, Nikki Fagbemi. Fotografía: David Rom, Ollie Downey, Liam Iandoli. Música: Ben Foster.
Banana es distinta y a la vez no lo es. Para la siguiente parte del experimento, Davies reúne una sala de guionistas y decide cambiar la narrativa para ofrecer ocho historias autoconclusivas en su mayor parte, que se originan siempre en un personaje o momento concreto de Cucumber. En la temporada veremos desde una misma historia de la primera serie, contada paralelamente, hasta un relato completamente nuevo, que sucede más adelante en el tiempo. Con la misma apuesta de ser tanto crónica social como sentimental, aunque aquí sale mejor porque les beneficia la estructura de renovación de las tramas y el metraje de poco más de 20 minutos. Los guionistas son muy buenos al plantear estas historias como cuentos portátiles donde son los detalles lo que define a los personajes, y donde empezamos de cero cada vez que arranca la acción.
Los argumentos de los capítulos, descritos de manera sucinta, son estos: 1) La rutina diaria de Dean / 2) La facilidad de enamorarse de Scotty / 3) El noviazgo entre Violet y Sian / 4) La humillación pública de Helen / 5) El autoengaño de Josh el día de la boda de su mejor amiga / 6) El TOC de Amy en aras de una cita con Kay / 7) La posibilidad de Aiden de una vida inesperada con Frank / 8) La dura vida de Zara y la culpa de Vanessa encerradas en un loft. Cada trama es distinta a la anterior y todas son, como menos, valiosas en lo que describen. Ambiciosas, estupendamente interpretadas, no son complacientes con los personajes y reflejan las dificultades que muchos miembros de la comunidad LGTB viven todavía. A veces desde dentro de la misma comunidad. Es una mirada libre y desprejuiciada, que quiere sentar cátedra pero sin moralismos. Un equilibrio difícil pero que se logra casi siempre, aunque haya segmentos menos interesantes y desenlaces no del todo logrados. | ★★★★★ |
Tofu (2015-)
Testimonios reales de la sexualidad del siglo XXI
Channel 4 / 1ª temporada: 8 capítulos | Reino Unido, 2015. Creador: Russell T Davies. Director: Benjamin Cook. Fotografía: Ciaran O`Brien. Música: Murray Gold, Ben Foster.
Y para terminar, el último (o primero, según se mire) de los estados de la erección masculina: el tofu. Tras el formato de “una hora” (47 minutos sin anuncios) y el de “media hora” (21-25 minutos sin cortes), Davies termina de abordar el tema en formato de webserie documental, cuyos capítulos se han ido colgando en el servidor de vídeo en demanda de la cadena, 4oD, cada semana tras el final de Banana, para que el espectador e internauta pudiera tener la experiencia completa. En ocho entregas que han durado entre diez y doce minutos cada una, el director y montador Benjamin Cook se ha dedicado a abordar diferentes cuestiones relacionadas con la sexualidad con entrevistas a muchas personas y el recurso puntual de sketches puramente cómicos para complementar de lo que trataba cada webisodio. Cook ha entrevistado a gente de todas las edades y condiciones sexuales, de diferentes profesiones y procedencia. Varios de los actores de las series pasan por la cámara de Ciaran O`Brien, así como el propio Russell, actores y actrices porno, una dominatrix, una madre e hijo entrevistados juntos, un trío y una pareja de amigos, jóvenes asexuales... gente con plena seguridad en su sexualidad que hablan del tema sin (muchos) tapujos y que repasan varios temas eternos que siguen de pura actualidad, ayudando indirectamente a construir una retrospectiva al tratamiento social del asunto en el Reino Unido. Un país célebre por sus extremos modales y corrección.
¿Qué define tener buen o mal sexo? ¿Fue duro salir del armario? ¿Te supone un problema hablar de sexo? ¿Es Manchester un lugar con libertad sexual? Éstas y más cuestiones se dirimen en las entrevistas, haciendo siempre hincapié en el sentimiento que acompaña a las experiencias. Y con un tono festivo, sin juzgar nunca lo dicho, siendo curiosos en el mejor de los casos ante el inacabable abanico de maneras de la gente de vivir sus instintos. Tofu es un complemento perfecto para terminar la apuesta multiplataforma de Russell T Davies. Tan efervescente como osada, la webserie pone nombres a las cosas y sirve para desdramatizar un tema que sigue siendo tabú en muchos lugares. Mientras existan los espejismos de modernidad, seguirá siendo necesarias propuestas como ésta. Aunque sea solo para que los espectadores comprendan que no están solos. Nadie lo está. | ★★★★★ |
Adrián González Viña
Redacción Sevilla