Bancarrota artística.
crítica a Doble o nada (Lay the favorite, Stephen Frears, 2012)
Existen raras ocasiones en que una película reúne todos los requisitos sobre el papel para convertirse en algo grande y, de forma inexplicable, termina tirando por la borda todo su potencial para convertirse en una decepción mayúscula. Doble o nada (2012), cinta que llega a las carteleras de España con tres años de retraso –algo que tras su visionado podemos llegar a entender–, sería un ejemplo perfecto de cómo hundir un proyecto que parte de un material interesante y cuenta con un equipo artístico de comprobado prestigio. Beth Raymer, escritora y periodista del New York Times, plasmó en la novela autobiográfica Lay the favorite, Memorias de una jugadora, sus pinitos en el turbio mundo de las apuestas deportivas ilegales en Nevada tras dejar atrás una juventud en la que tuvo que ejercer de bailarina de striptease para sobrevivir. Una típica historia de superación personal a lo Erin Brockovich (Steven Soderbergh, 2000), de esas que tanto gustan a los norteamericanos, que tiene como protagonista, en esta ocasión, a una ambiciosa pueblerina de la América profunda metida en el vertiginoso negocio de los corredores de apuestas con el siempre atractivo escenario de Las Vegas como telón de fondo. Desde luego, la idea tiene su miga y solo requería de un director competente y unos buenos actores para llevar la adaptación cinematográfica a buen puerto.
Nos empezamos a frotar las manos cuando vemos que el hombre que se sienta en la silla del director no es otro que el versátil Stephen Frears, igual de brillante cuando tiene que lidiar con el drama de época –Las amistades peligrosas (1988)–, el cine negro de hechuras clásicas –Los timadores (1990)– o la comedia –Alta fidelidad (2000)–. También son prometedores los nombres de Bruce Willis, Catherine Zeta Jones, Vince Vaughn y, muy especialmente, Rebecca Hall entre el reparto. Ésta última ha demostrado ser capaz de salir indemne incluso de desastres como el de la reciente Transcendence (Wally Pfister, 2014) y aquí se encarga de interpretar a Beth, a simple vista, todo un bombón de personaje. Hay una oportunidad de oro de sumergirse en la trastienda de estos negocios que mueven tantos millones de dólares al margen de la legalidad y mostrar cómo avispados tipos con una visión única para reconocer las fuentes de ingresos se enriquecen a costa de los jugadores empedernidos. También de reflejar el lado menos glamuroso y superficial de la ciudad del pecado por antonomasia. Demasiadas expectativas para un filme que, tristemente, empieza a hacer aguas desde unas primeras escenas que parecen sacadas de los descartes de Showgirls (Paul Verhoeven, 1995) –denostado título maldito con el que Doble o nada guarda bastantes similitudes en la construcción de su protagonista femenina, pero sin su envoltorio deliberadamente kitsch y su, en aquel momento, incomprendida mala baba–, mostrando a una desubicada Rebecca Hall ejerciendo de chica sexy y boba contoneándose ante sus clientes por dinero. Posiblemente estemos ante su peor actuación hasta la fecha y no se sabe hasta qué punto es culpa de la actriz o de lo mal desarrollado que está su personaje, una mujer que no se cansa de decir que es muy buena para los números pero que lo único que demuestra durante toda la película es una facilidad pasmosa para enamorarse de todo hombre que la rodea. Bruce Willis, por su parte, tampoco da la talla en el rol de Dick, el mentor de Beth en los chanchullos de las apuestas que, como todos los demás, está contagiado de una insoportable ingenuidad que no casa nada bien con la mafia que debe representar. Peor suerte corre aún una decadente Catherine Zeta Jones, cuyo personaje de esposa celosa y posesiva de Dick pasa a convertirse en amiga y consejera de su rival sin apenas algún conflicto que explique de manera lógica su evolución.
Doble o nada no solo está pésimamente interpretada por todo su elenco (sin excepción), sino que además nunca logra encontrar el tono adecuado entre humor y drama, restándole frescura y, sobre todo, autenticidad a una historia basada en hechos reales. Podría haber sido una incisiva sátira sobre la corrupción y la ambición que rodea a las apuestas de Nevada pero, en su lugar, entrega una inofensiva, burda y chillona comedieta del tres al cuarto que carece totalmente de la personalidad de su director. De hecho, viendo el resultado final, la película podría haber sido realizada por cualquier debutante sin conocimiento alguno de dirección, en cuyo caso se le podrían haber perdonado algunos errores. La puesta en escena no puede ser más anodina (pocas veces se ha explotado peor en la gran pantalla el luminoso paisaje de luces de neón de Las Vegas como lugar idóneo donde lograr los sueños) y el ritmo brilla por su ausencia, limitándose Frears a hilvanar una escena con la siguiente sin que nos interese lo más mínimo lo que le suceda a sus personajes, dado lo arquetípico y desdibujado de éstos. Una cosa es que el director ame a sus criaturas y, pese a los ambientes reprobables en los que se mueven, pretenda despojarlos de cualquier atisbo de lado oscuro, y otra cosa es excederse con el almíbar en una historia que pedía a gritos muchísima más mordacidad y negrura. Por todas estas torpezas, Doble o nada desbanca a Hi-Lo Country (1998) como el peor trabajo jamás facturado por su director, así como la constatación de que ni los más grandes cineastas deben confiarse a la experiencia y bajar la guardia. | ★★★★★ |
José Antonio Martín
Redacción Las Palmas de Gran Canaria
Ficha técnica
Estados Unidos. 2012. Título original: Lay the Favorite. Director: Stephen Frears. Guión: D.V. DeVincentis (Memorias: Beth Raymer). Productora: Random House Films / Emmett/Furla Films / Likely Story. Fotografía: Michael McDonough. Música: James Seymour Brett. Montaje: Mick Audsley. Intérpretes: Rebecca Hall, Bruce Willis, Catherine Zeta-Jones, Joshua Jackson, Vince Vaughn, Frank Grillo, Laura Prepon, Corbin Bernsen, John Carroll Lynch.