Sundance es siempre una garantía. Simplemente hay que echar un vistazo al protagonismo de las cintas que aparecen en su programación durante el resto del año. Si lo acotamos a la temporada de premios, pocas veces ésta se ha quedado huérfana de títulos alumbrados en Park City. Al menos en los últimos tiempos. Sundance se ha acostumbrado a vivir no demasiado lejos del mainstream. Las obras que presenta, independientemente de temática y mensaje, buscan polarizar, abrir su campo mediático y también su accesibilidad. Lejos queda el espíritu de las primeras ediciones, donde lo experimental y verdaderamente independiente nacía y moría en Utah, tal como lo concibió Robert Redford. Ahora, indie no es más que una etiqueta comercial; un estilo, muy cercano al videoclip, que busca emociones a celeridad extrema. Sundance se ha convertido ya en un sello, con lo bueno y lo malo; en un subgénero, que hace las veces de trampolín para el joven cineasta pero a demasiada distancia de la originalidad y muy próxima a la impostura. Productos concebidos para que los Weinstein de turno aplaudan, compren, editen y promocionen. Por ello, las otroras promesas abandonan muy pronto la posición de rara avis en esta masificada industria y buscan convertirse en habituales del proscenio y el micrófono, de discursos y llantos. Si observamos el palmarés histórico de Sundance, en los últimos años aparecen películas –la gran mayoría meritorias— que se han gastado más dinero en publicidad proÓscar que en su creación: Precious (2009), Winter’s Bone (2010), Like Crazy (2011), Bestias del sur salvaje (2012), Fruitvale Station (2013) y Whiplash (2014). De las seis últimas ganadoras del Gran Premio del Jurado, cuatro fueron nominadas a la estatuilla dorada; las otras dos fueron protagonistas de la campaña de galardones. Todas supusieron el plan B de su productora. De este modo, Sundance se ha convertido en el primer catalizador de las alternativas de los grandes estudios para el curso. Ya no es el páramo del underground –algo que podría haber heredado el South by Southwest de Austin, o Róterdam, Locarno y Karlovy Vary en Europa—. Su importancia cinematográfica sigue vigente. Ahora, también, la mercantil. Esta 32ª entrega buscará que la racha se mantenga. Más aún con el impacto de Whiplash, una cinta que ha sobrevivido a todo un año de elogios. Pese a los cambios, Sundance sigue ofreciendo motivantes caminos, quizá visitados con anterioridad —y con un simple cambio de background mediante—, pero donde es imposible alejar demasiado la vista. Es el hechizo de la sorpresa.
Y he aquí, de nuevo. Y puede que mejor que nunca porque la Sección Oficial de este trigésimo segundo vano del cine independiente promete y mucho. Principalmente, por la presencia de autores que deslumbraron con sus anteriores trabajos. Es el caso de Craig Zobel, creador de la críptica y adictiva Compliance (2012), que vuelve con su tercer largo, Z for Zachariah, que dibuja un mundo post-apocalíptico, privado de oxígeno, y donde existe un hueco para la supervivencia habitado por una joven (la guapísima Margot Robbie) cuyo mundo se vendrá abajo con la aparición de dos hombres (Chris Pine y Chiwetel Ejiofor). Zobel debuta en la competición de Sundance con este drama de ciencia-ficción que ojalá deje el mismo poso que su anterior obra. Unas expectativas que también espera cubrir Andrew Bujalski, otro de los baluartes del mumblecore que, tras su curioso paso por el mundo del documental con Computer Chess (2013), retoma la ficción con Results; comedia sobre la crisis de los 40 protagonizada por Guy Pearce y Cobie Smulders. Ambos dan vida a un recién divorciado que busca sentirse vivo y a una entrenadora de fitness con la que chocar e intimar, respectivamente. Humor políticamente incorrecto, mala baba y originalidad deben ser sus principales valores. Smulders estará por partida doble en la competición ya que protagoniza, también, Unexpected, de Kris Swanberg. Estamos ante el clásico drama de interacción docente-alumna cuyo leitmotiv es el de un embarazo sorpresa en ambos bandos. Un cambio en el modus vivendi de las dos protagonistas que afectará a sus inestables carreras. Swanberg, secundaria habitual que ha pasado bastante desapercibida, pone la tercera piedra como realizadora a sabiendas que ya habrá una cuarta en breve con la cinta de terror I Scream You Scream.
Stockholm, Pennsylvania, de Nicole Beckwith |
En el High School estadounidense seguimos con Dope, una mirada a unos locos del hip-hop ambientada en Inglewood, California. Firma un habitual de la temática afroamericana, Rick Famuyiwa, y en su reparto destaca una cara irreconocible sin moustache. Es Tony Revolori, el carismático Zero Moustafa de El gran hotel Budapest. Y de California a San Francisco con The Diary of Teenage Girl, adaptación de la exitosa novela gráfica homónima de Phoebe Gloeckner que nos acerca a Minnie Goetze, una adolescente amante de las Bellas Artes en pleno crecimiento sexual y con el motivante novio de su madre como acicate. Bel Powley, Alexander Skarsgård y Kristen Wiig conforman el trío. Dirige la debutante Marielle Heller, actriz que aparecía en MacGruber y Caminando entre las tumbas. Proseguimos con más niñas prodigio, en esta ocasión reales. Hablamos de la ubicua Saoirse Ronan, a la que cada año le va sentando aún mejor. Su rostro virginal es el principal reclamo de Stockholm, Pennsylvania, donde da vida a una joven que vuelve con sus padres tras diecisiete años de cautiverio. Se abre tras el suceso un nuevo universo, donde la estabilidad brilla por su ausencia. Es la primera incursión en el largometraje de Nicole Beckwith. Y lo hace con una película que bucea en las entrañas de la identidad. Mucho más ligera es la concepción de la juventud de The Bronze, una simpática comedia sobre los efectos del éxito en una gimnasta con el rostro de la popular Melissa Rauch. Bryan Buckley regresa a Sundance con estreno en el gran formato tras su presentación en 2004 con el cortometraje Krug. The Bronze parece la típica propuesta de humor Sundance destinada a refrescar al público estadounidense el próximo verano. Un contrapunto a lo que ofrece Me and Earl and the Dying Girl, tragicomedia sobre la relación entre un hermético estudiante y una joven enferma de leucemia. Es la segunda película de Alfonso Gomez-Rejon, conocido por sus aportaciones al mundo catódico con American Horror Story, que cuenta con las interpretaciones de los jóvenes Jon Bernthal y Nick Offerman dando réplica a una habitual por estos lares, Connie Britton, la eterna madre de púber de instituto.
Con el recuerdo de la ganadora en Park City en 2004, Primer, llega Advantageous, filme de ciencia-ficción que nos traslada a una metrópolis en un futuro cercano. Gwen Koh, trabajadora en una clínica de estética emocional, pone en entredicho su vida al aplicarse a sí misma un tratamiento que le hará cuestionarse la realidad imperante. Jennifer Phang vuelve a Sundance, tras la excelente Half-Life en 2008, con esta intrigante creación sobre la soledad. Simplemente por temática es una de las must-see de esta edición. De género también, pero ambientadas en periodos bien distintos, son las sugerentes The Witch y The Stanford Prison Experiment. La primera, dirigida por el novato Robert Eggers, profundiza sobre el daño de los mitos del folclore a una comunidad rural de Nueva Inglaterra a finales del siglo XV. Un drama de terror comandado por la jovencísima Anya Taylor Joy cuya atmósfera y fotografía nos devuelven a la mejor versión de Shyamalan con El bosque (2004). La segunda, nos manda a 1971, en pleno estudio psicológico sobre un grupo de presos simulados cuyo tratamiento se interrumpió de forma drástica tras una serie de alteraciones emocionales. Está basada en las investigaciones del Doctor Phillip Zimbardo, objeto de estudio todavía en nuestros días. El notable Billy Crudup da vida al galeno. Dirige Kyle Patrick Alvarez, que retorna a Sundance tras la infravalorada C.O.G (2013). Colindante al test social se halla The D Train, toda una paradoja en un evento que suele abrazar con vigor a las cintas sobre la adolescencia y que, en este caso, se aproxima a los recuerdos de ésta de un grupo de treintañeros en horas bajas que ultiman una reunión de antiguos compañeros. James Mardsen y Jack Black son los actores principales de esta comedia dramática dirigida por los neófitos Andrew Mogel y Jarrad Paul. Sin abandonar las frustraciones nos embarcamos en The Overnight, disección sobre la desesperación encarnada en una pareja que debe empezar cero tras mudarse de Seattle al sur de Los Ángeles. Adam Scott, Taylor Schilling y Jason Schwartzman lideran la segunda cinta de Patrick Brice. En la misma línea se mantiene Adam Salky, director de I Smile Back, que dibuja la depresión de una mujer de mediana edad, caracterizada por la cómica Sarah Silverman, a la que le acompaña todo en la vida pero entra en una espiral de autodestrucción al no alcanzar todos los objetivos planteados años atrás. El paso de Silverman al drama es otro de los atractivos del concurso nacional.
Para levantar los ánimos ante tanta proposición dolorosa, James C. Strouse capitanea People, Places, Things, comedia protagonizada por Jemaine Clement, Regina Hall, Stephanie Allynne y Jessica Williams que cuenta la caída libre del escritor Will Henry, que debe compaginar su empleo como profesor con una alocada vida familiar. James C. Strouse intenta el relanzamiento de su filmografía tras la irregular La vida sin Grace, protagonizada por su, hasta ese momento, actor de cabecera John Cusack. Y finalizamos esta presentación con Songs My Brothers Taught Me, viaje a la América profunda con una historia sobre la pérdida y la reconstrucción dirigida por la novel Chloé Zao. A priori, es la película que más casa con el aura innovador del Sundance tradicional. Veremos qué dicen las crónicas. Se lo contaremos en EAM del 22 de enero al 1 de febrero. Estén atentos.