Sin aliento
crítica a Venganza 3 (Olivier Megaton, Estados Unidos, 2014) / ★★★
Muy lejos de las etiquetas de auteur y enfant terrible con las que se identificó a Luc Besson durante los primeros años de su entonces prometedora carrera, el cineasta galo sigue dispuesto a hacer oídos sordos a los que critican el nuevo rumbo de su filmografía, centrada casi exclusivamente en la pura mercadotecnia y escasa en arrebatos de creatividad como los que antaño todavía era capaz de proporcionar. Puede que después de El profesional (Léon, 1994), Besson fuera consciente de haber tocado techo en lo relativo a su arte, abandonándose después de aquella obra maestra a la más desacomplejada versión de sí mismo: esa que le retrata como un esforzado estajanovista de la adrenalina y la fantasía capaz de firmar cuentos infantiles y, sobre todo, de convertirse en el máximo benefactor de un cine de acción hecho desde Europa pero con las taquillas del mundo entero en el punto de mira. Responsable del lanzamiento de Jason Statham como gran (y único, casi) action-hero del siglo XXI gracias a Transporter (The Transporter, Corey Yuen, 2002), Besson tuvo también el buen ojo de reclutar a Liam Neeson para resucitar el añejo cine de justicieros con la imprescindible Venganza (Taken, Pierre Morel, 2008), disparo en la frente de los que pensábamos que Neeson no daría el pego como vengador maduro y todo un taquillazo sorpresa que insufló nueva vida a la carrera de un actor que nunca fue capaz, por sí mismo, de arrastrar a las masas a las salas. Hasta entonces. Porque su situación en la industria era muy distinta cuando llegó Venganza: Conexión Estambul (Taken 2, Olivier Megaton, 2012), con el irlandés convertido ya en un tótem de las hostias a mano abierta. A pesar de la crítica, que fue despiadada con una cinta sin pretensiones que no merecía tanto escarnio, esta segunda parte de las aventuras de Bryan Mills funcionó tan bien en taquilla que Besson y su co-guionista Robert Mark Kamen no se lo pensaron mucho antes de ponerle a Neeson un cheque sobre la mesa para volver, presumiblemente por una última vez, a encarnar a ese agente secreto con habilidades muy concretas, capaz de hacer que los mafiosos más rudos del planeta se hagan sus necesidades encima con solo descolgar el teléfono.
Pero, si en la primera parte la secuestrada era la hija del protagonista (Kim, interpretada por Maggie Grace) y en la segunda eran él mismo y su ex-esposa Lenore (Famke Janssen) los abducidos, ¿cómo plantear una tercera entrega sin caer en el ridículo ya desde su premisa? Se rumorea que el propio Liam Neeson puso como condición para participar en esta tercera parte que ningún personaje fuera secuestrado esta vez, ya que a él mismo le parecía bastante increíble que Mills y su familia pasaran por lo mismo de nuevo. La solución de Besson y Kamen no es que sea la más ingeniosa del mundo, pero es tan válida como otra cualquiera para involucrar a Mills en una nueva aventura más trágica, más oscura y, también, más rutinaria. V3nganza no es más que la enésima historia del falso culpable perseguido por un delito que no cometió, con evidentes reminiscencias a El fugitivo (The Fugitive, Andrew Davis, 1993) en lo argumental, pero más cerca de U.S. Marshals (íd, Stuart Baird, 1998) en sus resultados. Es decir, una frenética y tópica aventura en constante movimiento que suple sus caprichos argumentales con ruido y frenesí, además del carisma de unos actores entregados a la causa y plenamente conscientes del producto en el que andan inmersos. A Forest Whitaker le hemos visto ya varias veces en papeles similares, pero siempre se agradece verle como perseguidor de los buenos y como el segundo tipo más listo de la función, ese que sabe que el fugitivo es inocente pero debe seguir unas normas para demostrarlo según procedimientos legales. Un Tommy Lee Jones de la vida, vaya. Maggie Grace sigue haciendo de adolescente a pesar de haber sobrepasado ya la treintena, pero al fin y al cabo así es como siempre la verá su padre, ahora futuro abuelo. Famke Janssen continúa encarnando a la mujer madura por la que cualquier hombre sensato perdería la cabeza, aunque aquí su aparición sea fugaz y se vea relegada a convertirse en una excusa para que el héroe salga de nuevo a ensuciar las calles de sangre. Dougray Scott recoge el testigo de Xander Berkeley encarnando al actual esposo de Lenore, un personaje que con el cambio de intérprete ya desvela todos los ases que pudiera tener escondidos bajo la manga (y a buen entendedor… pocos planos bastan). Y Liam Neeson, pues… sigue haciendo lo que mejor sabe hacer últimamente: hacernos soñar con que es posible llegar a los sesenta sin sentirnos unos viejales. La descripción de su personaje como un loser irremediable en los primeros minutos de metraje es tan poco sutil como simpática en su desfachatez, pero Neeson no tarda mucho en volver a demostrar que, ahora que Stallone y Schwarzenegger están próximos a la jubilación (y que Van Damme anda perdido en productos menores que sólo vemos sus fans… a pesar de que algunos de ellos sean más que defendibles), él es el mejor relevo posible para ser el presidente del Club de los Abuelos Defensores de la Justicia. Aunque, con tal de cumplir su objetivo (encontrar a los culpables del asesinato de su ex y demostrar su inocencia), por el camino vaya dejando un reguero de caos y destrucción por el que nadie parece que vaya a pedirle explicaciones jamás...
Se entiende que Neeson exigiera que V3nganza mostrara cambios significativos en su sinopsis con respecto a las dos anteriores, pero por el camino se ha perdido también el exotismo de las primeras entregas, aunque haya secuencias rodadas en Murcia y Alicante (que no son perceptibles, ya que el guion nunca mueve a los personajes de Los Ángeles). Y, de alguna manera, casi da la sensación de que Besson y Kamen han recuperado algún libreto que tenían guardado en algún cajón y, mediante un par de arreglos aquí y allá, lo han transformado en la nueva entrega de una trilogía que jamás estuvo planificada como tal. Pero eso poco importa y no supone realmente un problema digno de mención, más allá de lo quisquillosos que nos queramos poner con el asunto. Lo único que realmente molesta del largometraje es algo que ya estaba presente en el anterior y, por extensión, en toda la filmografía de Olivier Megaton: una incapacidad más que palpable para construir secuencias de acción comprensibles, especialmente las que tienen que ver con persecuciones automovilísticas. Hay un momento, a los pocos minutos de comenzar la proyección, que resulta imposible de seguir para cualquier espectador con una visión y una velocidad cerebral dentro de la media: no llegamos a saber qué distancia hay entre los coches implicados, ni siquiera averiguamos realmente en cuál de ellos va metido el héroe, y finaliza con un festival de choques y destrozos casi imposibles de asimilar por el ojo humano. Una set-piece bochornosa que hace temer lo peor sobre el resto de metraje pero que, por suerte, termina siendo el momento más bajo de la función. A medida que avanzan los minutos y la acción se vuelve más física, con mayor protagonismo de las peleas y los tiroteos sobre las persecuciones, la película gana muchos enteros y hasta nos hace olvidar —casi— que a veces parece montada por un editor epiléptico en pleno viaje de éxtasis.
Dicho todo esto, habría motivos suficientes para pensar que la valoración general de V3nganza no debería ser positiva. Pero, como ocurría con las críticas vertidas sobre Conexión Estambul, hay que ser conscientes del tipo de producto con el que estamos tratando y no dejarse llevar por posturas clasistas o demasiado estrictas con una película que, a fin de cuentas, cumple sobradamente su propósito de mantenernos dos horas absortos en la pantalla, jaleando los arrebatos expeditivos del héroe, celebrando cada muerte de un nuevo villano y deseando que cada escena de acción no sea la última. Aunque no se entiendan del todo bien. Porque, en el fondo, sabemos que siempre vamos a querer más. Y, desde luego, es preferible a los últimos e indigestos intentos de Luc Besson en la dirección, Malavita (2013) y Lucy (2014). V3nganza no es nada del otro mundo pero, en comparación, es una joya del género. ¿Venganza 4? ¿Por qué no? Ya puedo verlo: “Kim, tengo que decirte algo importante. Unos terroristas han tomado la guardería y tienen a la pequeña Lenore como rehén. Pero no te preocupes. Pienso entrar y acabar con ellos uno a uno. Les daré tan fuerte que se arrepentirán del día en el que decidieron que el terrorismo era una opción de futuro. Nadie le hace daño a mi nieta”. ¿Dónde hay que firmar? | ★★★★★ |
Pedro José Tena
Redacción Badajoz
Ficha técnica
Estados Unidos. 2014. Tak3n. Director: Olivier Megaton. Productor: Luc Besson. Guión: Luc Besson y Robert Mark Kamen. Montaje: Audrey Simonaud y Nicolas Trembasiewicz. Fotografía: Eric Kress. Música: Nathaniel Méchaly. Reparto: Liam Neeson, Forest Whitaker, Famke Janssen, Maggie Grace, Dougray Scott, Sam Spruell, Don Harvey, Dylan Bruno, Leland Orser, David Warshofsky, Jon Gries y Jonny Weston, . Duración: 109 minutos. EuropaCorp, Canal+, Ciné+, M6 Films. Distribuida en España por: Hispano Foxfilms. (Estreno 16 de enero de 2015).
Dial L for Murder
crítica a Venganza 3 (Olivier Megaton, Estados Unidos, 2014) / ★★
¿Quién no ha imaginado, con cierto placer culpable, cuál sería su reacción si alguien tratara de hacer daño a una persona cercana? Sobre todo en la etapa infantil, aunque también posteriormente a ella, presenciamos con estupefacción las terroríficas noticias que aparecen en los informativos acerca de casos de secuestro, tortura, violaciones, malos tratos, etc. La incomprensión con la que asumimos en un comienzo el desagradable suceso, da paso a un odio irracional que viene inducido por la cercanía de los protagonistas, gente corriente de nuestro mismo país, comarca o, incluso, ciudad. Llegados a ese punto, nuestra imaginación se pone en lo peor y nos sitúa como las víctimas principales “¡Si eso me pasara a mí…!” Se suele exclamar, como dando por sentado que los infortunios sólo le ocurren a gente indefensa o sin la maestría marcial que por el contrario, nosotros, pese a no haberlas llevado a cabo en ninguna ocasión —¿afortunadamente?—, estamos seguros de poseer. Tras enunciar en voz alta (tanto si existe un oyente físico como si no) la amenaza en cuestión, una ligera sonrisa cómplice de satisfacción asomaría en nuestro semblante mientras fantaseamos con las atrocidades que seríamos capaces de hacer a los causantes de la desgracia y que, prudentemente para no dañar sensibilidades (propias o ajenas), quedarían sutilmente ocultas tras unos pertinentes puntos suspensivos. Estos puntos suspensivos, dependiendo de nuestro nivel colérico, podrían ir acompañados a su vez de un dramatismo escénico que demostrase a las personas de nuestro alrededor (si las hay) la absoluta certeza y convicción de nuestras palabras, como por ejemplo: cerrar los ojos al tiempo que nos mordemos el labio inferior y apretamos uno o dos puños. Lo que está claro es que la apacible y pacífica fachada que todos tenían de nosotros hasta esa fecha, dejaría paso a una máquina de matar implacable producto de una transformación del comportamiento tal, que ridiculizaría al mismo Walter (Heisenberg) White. Entonces nos convertiríamos en Bryan Mills y aniquilaríamos a los enemigos para rescatar a nuestros queridos allegados. Sin embargo, no todas las personas poseen las destrezas combativas de las que dispone el protagonista de V3nganza (Taken 3), por lo que, al fin y al cabo, parece mucho más prudente seguir fantaseando con que nunca tengamos que recurrir a nuestro particular Steiner el magnífico (Monster, 2004).
Como podemos ver en el mismo tráiler promocional —no se considera por lo tanto “spoiler”—, la acción (que no la trama) comienza con el asesinato de la exmujer de Bryan. Éste viene precedido de una conversación algo tensa, a primera vista sin relación con la trama principal, en la que el actual marido de Lenore le pide —o exige— a Bryan que se aleje de ella definitivamente. Sin embargo todo parece indicar que la expareja puede retomar su relación a causa de la infelicidad de ella, quien se aproxima cariñosamente —para su desgracia demasiado (este aspecto aparece con más evidencia en la vídeo-crítica disponible de la película)— al hombre que nunca la ha defraudado. Aquí se produce una estrategia muy recurrente en las ficciones cinematográficas y televisivas. Una forma de encauzar el guion mediante un giro drástico, y a la que podríamos denominar “empatía extrema”, consistente en dar protagonismo a un personaje secundario para posteriormente eliminarlo dramáticamente. Un viejo truco de demagogia que sigue dando los resultados esperados en cuanto a expectación, aunque ya empieza a ser demasiado previsible. Sin embargo el secreto para disfrutar al máximo de cintas como V3nganza reside en no cuestionarse algunas artimañas narrativas inverosímiles consideradas como los axiomas del cine de acción. Tras el asesinato, el autor del crimen se las ingenia para inculpar al bueno de Bryan y hacer que todo parezca un crimen pasional, por lo que el protagonista tendrá que darse a la fuga para resolver el terrible misterio.
Mientras que en las dos primeras partes de la trilogía, el despertar del héroe retirado comenzaba con la promesa de venganza a una persona en concreto por el secuestro de un ser querido —con la ya mítica frase: I will find you, and I will kill you—, en esta ocasión, debido a una priorización de objetivos, se opta por buscar un motivo, la razón por la que se le ha culpado de un crimen que no ha cometido —I will find out (lo averiguaré)—, para posteriormente encargarse de la venganza (you/him). Se produce en este punto la incorporación de un inspector, Franck Dotzler, que tratará de dar caza al sospechoso del asesinato. Aquí es donde la trama se vuelve demasiado sobre-explicativa. Hasta tres veces se describe de qué manera el “astuto” policía había deducido desde el comienzo que el acusado era inocente, haciendo hincapié repetidamente en la escena en la que Dotzler prueba unos bagels recién horneados. De hecho las fuerzas del orden son ridiculizadas una y otra vez, mostrándolos como torpes y frustrados policías que pagan con acritud y desdén su absoluta incapacidad, frente a la impresionante inteligencia y eficacia de los comandos de fuerzas especiales (jubilados). Esto queda, por supuesto, planteado de forma explícita (sobre-explicado) en una escena en la que el padre avisa a la hija de las impresionantes habilidades deductivas del nuevo agente al mando (teniendo como referencia la asombrosa deducción repostera que hemos mencionado). “Este poli es muy listo”, advierte Bryan como dejando una evidente segunda parte sin pronunciar: “no como el resto de imbéciles habituales”.
Esta exhaustiva investigación policial, que obliga al fugitivo a ocultarse en un oportunamente preparado “Rabbit Hole”, o madriguera secreta para espías, unida a diversas escenas reflexivas con la hija del protagonista, que hace las veces de compinche, provoca que esta tercera y, al parecer, última entrega de la saga Taken —Todo termina aquí— sea más pausada y con una acción más suavizada que las dos anteriores. En cuanto a la metodología y ejecución de los planes de huida, se sigue el patrón clásico en este tipo de cine. Escenas claustrofóbicas para las que se encuentra una salida alternativa e inesperada que viene normalmente de la típica secuencia: creación de distracción (la explosión es siempre un buen recurso), estado de alarma (el pánico hará que la gente se mueva de forma impredecible) y aprovechamiento del caos para desaparecer entre la multitud. Por supuesto, nada de esto sería posible si el protagonista no fuera capaz de sobrevivir a una caída de 200 metros en picado en el interior de un coche, y a dos explosiones. Pero estas licencias van implícitas en la nueva narrativa hipertrofiada característica del cine de acción moderno, donde se persigue una hiperbolización audiovisual con el objetivo de intensificar las sensaciones del espectador mediante un montaje nervioso y una estética de videojuego/videoclip, fundamentada por el uso de diálogos breves, la multiplicación de las escenas de persecución y la acentuación del acompañamiento sonoro en momentos determinantes de tensión. Estas estrategias sitúan directamente a la película de Olivier Megaton en la llamada época cinematográfica hipermoderna, aunque esta categorización sea únicamente aceptable en las apariencias, ya que el contenido sigue desprendiendo un intenso aroma tradicionalista, justificado en el intento de ataque a la única hija del protagonista —qué obsesión tienen los eslavos de meterse con la pobre Kim—, producto de la pesada tradición moralizadora de raigambre judeo-cristiana, que pasaremos a detallar en el mencionado vídeo. | ★★★★★ |
Alberto Sáez Villarino
Redacción Dublín (Irlanda)
Ficha técnica
Estados Unidos. 2014. Tak3n. Director: Olivier Megaton. Productor: Luc Besson. Guión: Luc Besson y Robert Mark Kamen. Montaje: Audrey Simonaud y Nicolas Trembasiewicz. Fotografía: Eric Kress. Música: Nathaniel Méchaly. Reparto: Liam Neeson, Forest Whitaker, Famke Janssen, Maggie Grace, Dougray Scott, Sam Spruell, Don Harvey, Dylan Bruno, Leland Orser, David Warshofsky, Jon Gries y Jonny Weston, . Duración: 109 minutos. EuropaCorp, Canal+, Ciné+, M6 Films. Distribuida en España por: Hispano Foxfilms. (Estreno 16 de enero de 2015).