Autopsia de aquel verano en Montauk
crítica a The Affair (2014-) | Primera temporada.
Estados Unidos, 2014, The affair. Creadores: Hagai Levi, Sarah Treem, Directores: Jeffrey Reiner, Ryan Fleck, Carl Franklin, Mark Mylod. Guión: Hagai Levi, Sarah Treem, Dan LeFranc, Melanie Marnich, Kate Roibn, Eric Overmyer. Productora: Showtime. Música: Marcelo Zarvos. Fotografía: Steven Fierberg . Reparto: Dominic West, Ruth Wilson, Maura Tierney, Joshua Jackson, Julia Goldani Telles, Jake Richard Siciliano, Jadon Sand, Leya Catlett, Victor Williams, Colin Donnell, Mare Winningham, Kaija Matiss, Darren Goldstein, Michael Godere, Danny Fisher, John Doman. Premios: Globos de Oro: 2 premios incluyendo Mejor serie de TV – Drama, Satellite Awards: 2 nominaciones incluyendo Mejor serie de TV – Drama.
¿Es el sexo una fuerza orgánica que permite diluir nuestro yo y sobreponernos al dolor de la realidad durante unos minutos? Tennessee Williams dijo una vez aquello de que el deseo es lo contrario a la muerte, como si ambas esferas fuesen universos antagónicos o las dos caras de esa moneda que es la vida misma. En la primera temporada de The affair, la ambiciosa serie de Showtime estrenada este octubre y creada por Hagai Levi y Sarah Treem, el sexo y la muerte son dos líneas secantes que se entrelazan, se chocan y se distancian obsesionando a sus personajes principales y determinando su rumbo a lo largo de un exquisito juego de espejos narrativo. Esta compleja propuesta comenzaba su piloto intrigándonos a través de un collage de recuerdos confusos solapados con una investigación detectivesca que, deducíamos al comienzo, incumbía en algún aspecto a ambos protagonistas. Noah Solloway (Dominic West) y Alison Lockhart (Ruth Wilson), tranquilo maestro de literatura y camarera locuaz de ojos tristones, respectivamente, son los ejes de una historia surcada por saltos y elipsis que da comienzo durante un verano en Montauk, un bonito pueblo pesquero al final de Long Island, imán para los turistas estivales y supuesto remanso de paz para que Noah hurgue sus entrañas en la confección de una segunda novela. La familia de Noah pasará las vacaciones allí, en el hogar familiar de su encantadora mujer Helen (Maura Tierney), donde imperan las apariencias y el despotismo de Bruce Butler, el patriarca gruñón y reputado autor de best-sellers. Entre los cuatro hijos del matrimonio Solloway, destaca la deslenguada y problemática Whitney, una muchacha adolescente que desoye la inmensa mayoría de los consejos. A su vez, la solitaria Alison sirve hamburguesas grasientas en un restaurante local, intentando que la pena de su pasado más inmediato no asfixie su día a día, mientras su marido Cole (Joshua Jackson) perpetúa el oficio inherente a su apellido Lockhart cuidando un rancho junto a sus hermanos.
Haciendo justicia al nombre de la serie, asistimos desde el comienzo de la entrega a una conexión magnética entre Noah y Alison, dos seres humanos aparentemente anodinos que se conocen de manera fortuita y viven una aventura veraniega extramatrimonial donde se dan cita la culpa, la evasión, la lujuria y la tragedia, ingredientes siempre presentes en todo adulterio cinematográfico. El blando y cotidiano cariño doméstico frente a un deseo salvaje y repentino o la elección entre la apacible vida hogareña versus una ruptura radical con la rutina será un duelo presente a lo largo de un argumento marcado por las emociones, la fragmentación y la construcción psicológica de los personajes. Pues bien, ¿qué diferencia a priori The affair de los dramas familiares convencionales? En primer lugar, su equívoco y magistral punto de vista narrativo, debido al cual todos los episodios se bifurcan en dos partes, Noah y Alison, o lo que es lo mismo, los dos ejercicios memorísticos de ambos amantes estivales, obligados a desenterrar cronológicamente sus recuerdos. Recuerdos que por supuesto, no coinciden, y siembran una honda duda en el espectador, que titubea tentado por inclinarse ante la perspectiva de alguno, o asumir de antemano que todos fabricamos las evocaciones pasadas a nuestra manera. En segundo lugar, no nos hallamos ante una dramaturgia centrada exclusivamente en el amor y el desamor, pues desde el principio sabemos que ha habido un crimen; una muerte cuya investigación se desarrolla en un presente distanciado que a nosotros se nos antoja casi futuro, de tan metidos que estamos en el verano de Montauk, con sus escarceos, sus problemas y sus mentiras. Un asesinato del que no sabemos apenas nada: ni autor, ni nombre, ni cadáver y cuyas pesquisas en torno a él obligarán a Alison y a Noah a empaparse de nuevo de sus propias memorias. “Cuando miro atrás, no puedo decirle lo que pasó”, escuchamos a un turbado Noah decirle al detective en el piloto, en el que las versiones ya nos muestran soluciones distintas a las vivencias de este amor tormentoso.
Así, comenzamos a implicarnos en el romance clandestino entre un idealista empeñado en no jubilar todavía a Peter Pan al que, rebasados los cuarenta, se le rompen los esquemas vitales, y una mujer de sonrisa poderosa y mirada descorazonadora que nos da la impresión de estar siempre con la cabeza en otra parte, tal vez bajo esas olas frías y enfadadas que golpean el faro del pueblo o notando latir la sangre en el borde de sus muslos. Noah quiere sentirse más vivo que nunca y Alison contempla la felicidad como un acto malvado y egoísta, y tras cruzarse por casualidad, los vemos alcanzar la plenitud, pero también sembrar la desgracia. Mientras Alison encarna la superación tras la pérdida, la claustrofobia de los pueblos pequeños y chismosos y las ganas de volar lejos, Noah nos muestra el desencanto de los cuarenta, las frustraciones de la paternidad y las exigencias sociales en torno a un buen estatus económico. Las maravillosas interpretaciones de este dúo de protagonistas constituyen uno de los grandes motivos para recomendar esta historia. Por otro lado, es fantástico como el mensaje, el texto, y las interpretaciones se aúnan para lograr algunas de las escenas de sexo más bellas y realistas de los últimos tiempos. Cada encuentro, magníficamente filmado desde una distancia corta, puede resultarnos, dependiendo de la ocasión, tierno, fogoso, redentor, e incluso triste, y esto no algo que abunde en la pequeña pantalla.
Lejos de la frialdad de otros dramas de formato policial, aquí las sensaciones de ambos protagonistas casi se pueden tocar: vulnerables, lascivos, miserables, y espontáneos en todo momento, Dominic West y Ruth Wilson llevan en sus espaldas el peso de un guion con gran potencial y futuro alentador.
En conclusión, Hagai Levi y Sarah Treem construyen una ficción lenta pero maravillosa, dolorosamente cercana y terriblemente llena de humanidad, cargada de expectativas para una ya anunciada segunda temporada y plagada de secundarios interesantes y nada planos (el sibilino y cicatero Oscar, la extravagante Athena, el chulesco Scotty o la controladora matriarca de los Lockhart). Los creadores consiguen un esqueleto argumental inteligente, determinado por un alto grado de minuciosidad, abundantes elipsis y saltos temporales, pero sobre todo, esa perspectiva a la que se subordina todo. Lejos de la frialdad de otros dramas de formato policial, aquí las sensaciones de ambos protagonistas casi se pueden tocar: vulnerables, lascivos, miserables, y espontáneos en todo momento, Dominic West y Ruth Wilson llevan en sus espaldas el peso de un guion con gran potencial y futuro alentador. Conforme la temporada avanza, obteniendo como colofón unos estupendos últimos episodios, The affair va dando más y más, pero a cuentagotas y haciéndonos rabiar, lo que provoca que las preguntas se sucedan mucho más rápido que las respuestas. Por eso, deseosos de una segunda entrega y espoleados por la intriga, querremos revisionar cada detalle de ese verano que lo cambió todo en Montauk, y sumergirnos en las mentes de los semioscuros Noah y Alison en la búsqueda de la verdad. Una verdad imposible de contener y difícil de explicar, como el sexo, la muerte o el agua de mar que se escurre entre los dedos. | ★★★★★ |
Andrea Núñez-Torrón Stock
Redacción Santiago de Compostela