Plagas bíblicas en 3D
crítica a Exodus: Dioses y reyes (Exodus: Gods and Kings, Ridley Scott, Estados Unidos, 2014).
A pocos directores les ha pesado más que a Ridley Scott el haber realizado en los principios de su carrera dos obras maestras del tamaño de Alien el 8º pasajero (1979) y Blade Runner (1982). Tras aquellas joyas de la ciencia ficción, cualquier trabajo entregado por el británico fue puesto en cuestionamiento, despertando especial animadversión entre sus detractores con sus acercamientos al cine histórico de mastodóntico presupuesto. Con la excepción de Gladiator (2000), su acercamiento al subgénero de pan y circo romano con el que ganó el Óscar a la mejor película –pese a que la Academia ninguneó la dirección de Scott, entregándole la estatuilla a Steven Soderbergh–, los resultados obtenidos por sus proyectos más megalómanos oscilan entre la división de opiniones despertada por las medievales El reino de los cielos (2005) y Robin Hood (2010) y el descalabro más absoluto sufrido con su visión sobre Cristóbal Colón en 1492: La conquista del Paraíso (1992). Por eso hay que aplaudir las agallas de Ridley Scott para enfrentarse –aun sabiendo que le van a llover los palos por todas partes– a una superproducción bíblica como las de toda la vida, tomando por enésima vez la historia de rivalidad entre Moisés y el Faraón Ramsés como excusa para llenar la pantalla de espectacularidad y efectos digitales de última generación. Algo perfectamente respetable si tenemos en cuenta que la colosal Los diez mandamientos (1956) protagonizada por Charlton Heston ya fue un remake del título homónimo de 1923, siendo ambos filmes dirigidos por Cecil B. DeMille.
Vistas las malas críticas obtenidas por la incomprendida Noé (2014) de Darren Aronofsky, Scott opta por no arriesgarse (ni en lo formal ni en lo ideológico) tanto como aquél en su visión del Antiguo Testamento, ciñéndose escrupulosamente a lo ya visto en las adaptaciones anteriores, pero dotando a su obra de la épica de Gladiator, presente, sobre todo, en las enérgicas secuencias de batalla. Con exteriores rodados en España –concretamente Almería y Fuerteventura–, la cinta hace una portentosa reconstrucción del Antiguo Egipto, valiéndose de la magia digital, sí, pero también recurriendo a los fastuosos y lujosos decorados que desbordaban encanto en las grandes producciones de los 50, así como a la presencia de grandes estrellas en su reparto. Christian Bale se revela como un acierto de casting incuestionable para el papel de Moisés, el hombre elegido por Dios para liberar al pueblo hebreo de la esclavitud en Egipto y llevarlo a la Tierra de Israel. Resulta divertido hallar cierto paralelismo con el rol de Bruce Wayne/ Batman que Bale desempeñó en la celebrada trilogía de El caballero oscuro de Christopher Nolan. Mientras que en el primer tercio de Exodus, Moisés es presentado como un príncipe de Egipto caprichoso y egocéntrico, el descubrimiento de sus auténticas raíces le acaba transformando en un atormentado y heroico salvador. Bale sabe muy bien representar ambas facetas y logra una interpretación muy vigorosa que en nada tiene que envidiar a la que realizó Charlton Heston y que ensombrece el trabajo actoral del resto de los actores, especialmente si, como es el caso de Sigourney Weaver, éstos están condenados a ser una efigie más del escenario. Así, Joe Edgerton como el tirano Ramsés, adolece de una mayor irregularidad que hace que no olvidemos al Yul Brynner de la original. Eso sí, no es culpa del actor (más que eficiente en sus recursos dramáticos y, sobre todo, en su presencia escénica) que el personaje caiga en ciertos momentos en la fácil caricatura de villano, tal vez porque no se ha trabajado demasiado en el guión la intensa relación fraternal que existió entre Moisés y Ramsés, que hubiera ayudado a que todas las decisiones tomadas posteriormente por ambos personajes tuvieran un mayor calado dramático y emotivo. Todo el primer tramo de Moisés como egipcio está algo desdibujado y titubeante, por lo que la película va ganando enteros desde el momento en que el profeta comienza su andadura vital lejos de su familia adoptiva, al tiempo que va descubriendo la fe.
Las apariciones de un Dios sorprendentemente cruel y vengativo en forma de niño con rostro de pocos amigos tampoco terminan de encajar demasiado bien, mientras que la historia de amor entre Moisés y la bella Séfora (María Valverde, muy digna, encontrando un perfecto trampolín para dar el salto a Hollywood) está tratada superficialmente (tampoco necesitaba más). Ahora bien, Ridley Scott, consciente de que lo que su público realmente espera de él, reserva todo su poderío visual para el acto de las diez plagas bíblicas con que Dios sacude al pueblo egipcio para que deje escapar a los hebreos. Nunca se ha visto en la gran pantalla de manera tan espectacular cómo ese río Nilo se tiñe de rojo sangre o cómo las plagas de ranas, moscas o langostas invaden las calles de Egipto sin compasión. También sirve para otorgarle a Edgerton su mejor momento de lucimiento dramático en el emocionante (y muy bien resuelto visualmente) momento del cumplimiento de la profecía de la muerte del primogénito. El guión de Steve Zaillian, sin ser un prodigio de originalidad o riesgo, sabe combinar con acierto los aspectos más fantásticos y exuberantes de la historia con los más intimistas, aprovechando Bale cada confrontación con su Dios en pantalla para dotar de una mayor humanidad a su personaje.
Exodus es, en líneas generales, una obra mucho más consciente de su condición de cine-espectáculo que los otros intentos anteriores de su director, que no supieron encontrar el mismo equilibrio entre historia y entretenimiento. Es un relato que, pese a ver sido contado con anterioridad en varias ocasiones, continúa manteniendo su capacidad de fascinación sobre el público y, ahora que Ridley Scott lo ha servido en todo su esplendor, reflejando en pantalla cada dólar de su generosísimo presupuesto, resulta una propuesta a la que es prácticamente imposible negarse. La extraordinaria música de Alberto Iglesias acompaña con gran acierto a las bellísimas y pictóricas imágenes de Dariusz Wolski, por lo que el filme es una auténtica gozada desde el punto de vista audiovisual. Una prueba de ello es el magnífico clímax en donde la grandilocuencia se apodera de la función con carros egipcios despeñados por la ladera de la montaña y una espectacularísima división del Mar Rojo, con amenazantes tornados y olas gigantes apoderándose de la pantalla. Una hora final que nada tiene que envidiar en efectos especiales a cualquier entrega de saga épica reciente y que contribuye a darle armas a quienes no comulgan con Scott para destrozar su película, buscando los indudables fallos de raccord o las licencias poéticas en su montaje. También habrá quien alegue que tanta exaltación de los aspectos más fantasiosos actúen en detrimento de la innegable carga política y social del relato –con temas como el fanatismo religioso, tan vigentes como el primer día–, limitándose a ser casi un remedo en versión imagen real de El príncipe de Egipto (Simon Wells, Steve Hickner, Brenda Chapman, 1998). Y es así como debería ser entendida Exodus para ser apreciada en toda su grandeza: como una fascinante y monumental fantasía bíblica que recupera, en buena medida, el colosal cine de aventuras de Samuel Bronston o Cecil B. DeMille, que priorizaba el sentido de la maravilla y la forma por encima del fondo, casi siempre ligero y accesible para todo tipo de espectadores. | ★★★★★ |
José Antonio Martín
Redacción Las Palmas de Gran Canaria
Ficha técnica
Estados Unidos. 2014. Título original: Exodus: Gods and Kings. Director: Ridley Scott. Guión: Steve Zaillian (Historia: Adam Cooper, Bill Collage). Productora: Coproducción Estados Unidos-Reino Unido; Scott Free Productions / 20th Century Fox. Fotografía: Dariusz Wolski. Música: Alberto Iglesias. Montaje: Billy Rich. Intérpretes: Christian Bale, Joel Edgerton, Ben Kingsley, Aaron Paul, John Turturro, María Valverde, Sigourney Weaver, Indira Varma, Tara Fitzgerald, Hiam Abbass, Dar Salim, Ben Mendelsohn.