La quijotesca tarea de dar bien las noticias
crítica a The Newsroom (2012-2014) | Balance final
HBO | 3 temporadas: 25 capítulos | EE.UU, 2012, 2013, 2014. Creador: Aaron Sorkin. Directores: Alan Poul, Greg Mottola, Anthony Hemingway, Jeremy Podeswa, Lesli Linka Glatter, otros. Guionistas: Aaron Sorkin, Gideon Yago y Dana Ledoux Miller, Elizabeth Peterson, Jon Lovett, Deborah Schoeneman como argumentistas. Reparto: Jeff Daniels, Emily Mortimer, John Gallagher Jr., Alison Pill, Thomas Sadoski, Sam Waterston, Olivia Munn, Chris Chalk, Margaret Hudson, Charlie Weirauch, Adina Porter, John F. Carpenter, Wynn Everett, Thomas Matthews, Dev Patel, David Harbour, Chris Messina, Marcia Gay Harden, Riley Voekel, Grace Gummer, Jane Fonda, Kelen Coleman, Hope Davis. Fotografía: Todd McMullen, David J. Miller, Barry Ackroyd. Música: Alex Wurman, Johnny Klimek, Jeff Beal.
Cuando se anunció, poco después de ganar el Óscar por la extraordinaria La red social (The social network, David Fincher, 2010), que Aaron Sorkin volvía a la televisión con una serie para HBO, saltaron las alarmas de todo aquel aficionado a la pequeña pantalla, ya que la larga ausencia de una serie del guionista en nuestras pantallas se notaba. Terminada The newsroom hace unos días tras tres temporadas y unos escasos 25 capítulos, cabe plantearse si el regreso de Aaron Sorkin a la pequeña pantalla estaba condenado desde antes de nacer a vivir como lo ha hecho, con ataques constantes y críticas que han ido desde razonables hasta demenciales. El hombre ha sufrido estas acometidas con resignación, capacidad de reacción en algunos casos (cada temporada ha sido distinta a la anterior, casi como un catálogo de muestras para la audiencia) y la determinación de aprender la lección. ¿Resultado? No se ve trabajando en televisión de nuevo, y es que como él mismo apuntó con elocuencia: “He hecho cuatro series, y solo una fue El ala oeste de la Casa Blanca”. Es cierto que Studio 60 (2006-2007) fue cancelada tras una temporada, pero el caso de Sports Night (1998-2000) y The newsroom es distinto porque ambas terminaron por decisión del propio responsible. De hecho, HBO renovó la serie por una tercera temporada, hecho que fue prematuramente confirmado por Jeff Daniels en Twitter, ya que destapó una verdad: que era el propio Sorkin el que no sabía si quería hacer otra temporada. Esto revela que cadena y equipo estaban de acuerdo con contar más historias, pero faltaba la voz decisiva para poner en marcha la maquinaria. Election night: part II (2.9) cerraba la historia de manera que podría considerarse un final decente, aunque no satisfactorio. La historia sigue con que el oscarizado guionista encontró unas ideas que le gustaban lo suficiente para vertebrar una última ración de seis capítulos, y así finiquitar la historia con tiempo y planeando las cosas. Así lo ha hecho, y así tenemos en What kind of day it has been (3.6) una conclusión bastante lograda, aunque no especialmente sorprendente. Como curiosidad, destacar que Aaron Sorkin ha titulado en todas sus series un final de temporada con esta frase, reflejando la interconexión entre sus trabajos. Y es que el escritor es uno de los pocos en su gremio que ha logrado hacerse un nombre tan popular, con un estilo personal e intransferible que repite temás y bebe de las eternas fuentes de inspiración.
The newsroom trata sobre la complicada misión en que un equipo de redactores y técnicos se embarcan para ofrecer el mejor tratamiento informativo posible en un telediario de máxima audiencia. Por mediación de Charlie Skinner, director de la empresa de noticias de una gran multinacional, Will McAvoy (excelente Jeff Daniels, ganador de un Emmy por su trabajo) cambia el enfoque complaciente y servicial de su informativo cuando su ex-novia Mackenzie McHale acepta el trabajo de productora en el programa. El enfoque agresivo de la mujer y su compañero Jim Harper, curtidos en periodismo de guerra, desatará una corriente de excitante cambio en el equipo de ACN, la empresa, que empezarán a diagnosticar los problemas del mundo y ofrecer un comentario crítico sobre el estado de las cosas, sin salvar a nadie. Y a esto es a lo que Aaron Sorkin se ha dedicado durante 25 interesantes entregas, a evidenciar muchos de los problemas de la sociedad y a convocar varias perspectivas en torno a ellos, poniéndolas en funcionamiento como mejor sabe: con diálogos. Diálogos gloriosos, veloces, inteligentes, relamidos y cargados de sentido. La estrategia era tan obvia como complicada de hacer: presentar un tema y escribir alrededor de él, haciendo que sea poliédrico y sin emitir ningún juicio certero del todo.
Aunque lo pueda parecer, el guionista no estaba dando lecciones desde un púlpito de privilegiado sabiondo, sino exponiendo sus preocupaciones sobre el estado de las cosas con una audiencia a la que nunca ha subestimado, a la que no ha tratado de tonta. Es el método Sorkin, y en The newsroom ha funcionado a medias. Están presentes los rasgos de su obra: la historia de amor con dificultades entre un hombre y una mujer que trabajan juntos, que se conocen desde hace años, y cuya tensión sexual es evidente. La oda a la profesionalidad, a hacer el trabajo de la mejor forma posible, sin coger atajos. Otra historia de amor más espontánea, que suele surgir en el piloto y que está destinada a consumarse. El desarrollo de muchos hechos fuera de campo de los que se habla después, dejando a la audiencia la tarea de unir las piezas. La figura de un jefe todopoderoso e invencible, comprensivo y que media entre las fuerzas negativas que atacan; la idea del psiquiatra como un impecable experto en la psique humana, el salvador con todas las respuestas. El abogado como fuerza imparable, siempre con una solución. Todo esto y más se debe a que es un idealista, un romántico en la escritura. De ahí que sus protagonistas sean personas íntegras, muy buenos en su trabajo y con un sentido del honor apabullante. Casi santurrones. Adultos tridimensionales que trabajan sin tacha. Gente madura hablando de problemas serios y discutiendo todas las posibles alternativas y soluciones. Esto afecta incluso a su descripción de los personajes que podrían tacharse de opositores, villanos. Hasta ellos pueden acabar siendo salvados, porque son razonables. La familia Lansing (magníficos Chris Messina y Jane Fonda) comienzan la serie queriendo destruir el plan de Charlie pero acaban tan rendidos y orgullosos de dar las noticias así de bien que no les importa perder dinero con ACN. Y no se puede pasar por alto la gracia del fichaje de la mítica actriz para dar vida a un personaje que guarda similitudes con el ex-marido de Fonda, Ted Turner.
Decimos que a medias porque las historias de amor estaban muy vistas y algunos de los conflictos planteados eran demasiado literarios como para créerselos (el noviazgo de Jim y Hallie ó periodismo tradicional contra ciberperiodismo, concentrados en la discusión de ruptura de la pareja donde vuelan sentencias difíciles de dar crédito). Además, aunque los trabajos del creador siempre han tenido un lado emotivo porque el hombre cree en la bondad inherente del ser humano, en The newsroom se le ha ido la mano con el sentimentalismo, usando la música de la manera más tramposa y creando así momentos más sonrojantes que emocionantes (el homenaje a la película Rudy, la notificación de la muerte de Bin Laden al piloto, la fiesta a raíz del anuncio de compromiso de Will y Mackenzie, la improvisada sesión musical en el funeral). Finalizada, da la impresión de que no estaba muy claro qué quería ser la serie, ya que cada temporada ha estado regulada de una forma nueva en un evidente intento de encajarla en una fórmula que funcionara. Esto trajo la introducción de subtramas que luego nunca se resolvieron, lo cual ha hecho daño al balance global. A veces cuesta atacar sus puntos débiles, que los tiene y son bastantes, porque resulta de lo más estimulante en cuanto a intenciones y resultados. Pero no se puede obviar la torpeza de un hombre que sabemos está superdotado para la creación de tramas y el avance de la acción a través de las palabras.
El devenir de las relaciones personales es su foco de interés, pero ha aprovechado más que nunca su vistazo al funcionamiento de un programa de televisión para hablar del momento en que vivimos. La serie se ha situado siempre unos meses atrás en el tiempo de la emisión real, y por eso uno de los puntos más interesantes del asunto es que los espectadores sabemos, a grandes rasgos, lo que pasó en las fechas indicadas. Qué se hizo y qué no se hizo. No se reescribe la historia, pero sí se juega a imaginar cómo ésta hubiera podido ser reflejada en prensa si un servicio de noticias hubiera informado sin estar tan pendiente de no perder espectadores. También ahí la serie patinaba un poco, ya que cada temporada cubría un periodo de meses con un brusco salto temporal condensado en uno de los episodios, en lugar de graduar el paso del tiempo con más mesura. Como se puede ver, muchas de las decisiones del guionista, ganador también de seis premios Emmy, han tenido su lado positivo y negativo. Pero al final, es casi imperiosa una serie de estas características. Y eso es lo que debe ganar en el juicio crítico. Eso, y que está realizada a la perfección, rodada con cámara en mano para dar nervio a la estresante tarea de dar vida a las noticias y tan bien interpretada que cuesta creerlo. Es tan difícil declamar los diálogos de Sorkin como placentero es oírlos para el espectador, pero que más de una quincena de intérpretes fijos puedan recitar tales concatenaciones de frases sin que suene impostado sino natural, como que de verdad está saliendo de su mente y boca, es un logro que merece ser destacado.
Y así, a través de las relaciones entre los trabajadores de la redacción a la que alude el título de la serie, Aaron Sorkin ha expresado puntos de vista sobre Estados Unidos como país, lo que hace y puede ofrecer; sobre el tratamiento social que todavía se da a los homosexuales; sobre usar la religión en política; sobre el movimiento Ocuppy Wall Street; sobre el mundo financiero y lo deliberadamente complicado que puede ser; sobre agresiones sexuales; sobre los deberes y derechos de un periodista y los límites que cubre la Constitución a la hora de ofrecer información con libertad. Y mucho más. Usando Don Quijote como leitmotiv para definir y articular toda la peripecia profesional de los protagonistas, la serie ha existido con humor, inteligencia y ganas de espolear debates. De manera imperfecta pero sugestiva, orquestando una sinfonía de diálogos, acciones, gestos y decisiones. Puede que sea un mundo ideal, pero dan ganas de vivir ahí. Y ha terminado con una lección muy importante y muy idealista: que hay que seguir luchando, porque el cambio es posible. | ★★★★★ |
Adrián González Viña
Redacción Sevilla