No fue Mike Nichols un ejemplo de director popular. Muchos no serán capaces de ponerle rostro a su nombre pero, ni falta que le hacía. Basta un rápido vistazo a su imponente currículum para que nos percatemos de la gran importancia que este hombre ha tenido como realizador, guionista o productor en el cine, el teatro y la televisión del último medio siglo. Nacido en Berlín un 6 de noviembre de 1931 bajo el nombre de Michael Igor Peschkowsky, Nichols huyó de la Alemania nazi, con sólo 7 años, a los Estados Unidos, donde cursó sus estudios en la Universidad de Chicago hasta que la abandonó en 1954 para entrar en The Actors Studio. Empezó a despuntar como cómico gracias al célebre dúo que formó con Elaine May en Chicago, lo que le abrió las puertas de Broadway, ya en su faceta de director, con obras tan brillantes como Descalzos en el parque (1963), La extraña pareja (1965) o Plaza Suite (1968). El incuestionable talento como director de actores del que hizo gala en aquellas representaciones no pasó desapercibido para Hollywood que, rápidamente, le llamó para debutar (con rotundo éxito de crítica) con la mítica ¿Quién teme a Virginia Woolf? (1966), ganadora del BAFTA a la Mejor película y 5 Oscars, incluyendo el de Mejor actriz para la estupenda Elizabeth Taylor, que ofreció junto a Richard Burton uno de los duelos interpretativos más electrizantes de la Historia del Cine.
Con el listón tan alto, demostró que ese triunfo no fue fruto de la casualidad y, a continuación, realizó uno de los grandes clásicos de todos los tiempos, El graduado (1967), con el que repitió BAFTA a la Mejor película y 7 nominaciones a los Oscars, de las cuales sólo se materializó la destinada al Mejor director, el único de su carrera. Sí arrasó, en cambio, en los Globos de Oro, donde logró 5 estatuillas, incluida la de Mejor película. Si los 70 fueron unos años mucho más irregulares, en los que Nichols conoció el éxito –Trampa 22 (1970); Conocimiento carnal (1971), por la que Ann-Margret compitió por un Óscar a la Mejor actriz de reparto– y el fracaso –El día del delfín (1973), Dos pillos y una herencia (1974)–, la década de los 80 le trajo más alegrías, como su doble colaboración con la gran Meryl Streep en Silkwood (1983), reivindicativo drama basado en hechos reales que se hizo con 5 nominaciones al Óscar, incluido el de Mejor director, y Se acabó el pastel (1986), celebrada comedia agridulce con Jack Nicholson de coprotagonista.
Tras Desventuras de un recluta inocente (1987), comedia al servicio del entonces prometedor cachorro de Hollywood Matthew Broderick, Nichols obtuvo uno de sus más sonados triunfos, a todos los niveles, con Armas de mujer (1988), que le otorgó a una sensacional Melanie Griffith el personaje más memorable de su carrera. Repitió Nichols, a continuación, con Meryl Streep en Postales desde el filo (1990), basada en la autobiografía de la actriz Carrie Fisher, antes de entrar de lleno en una etapa mucho más comercial a la que pertenecerían A propósito de Henry (1991) –con un Harrison Ford insólitamente dramático–, la fallida Lobo (1994) –únicamente recordada por reunir en la gran pantalla a dos grandes como Jack Nicholson y Michelle Pfeiffer–, la taquillera (y divertidísima) Una jaula de grillos (1996) –con un estupendo Robin Williams sacando pluma– o la sátira política Primary Colors (1998) –con unos John Travolta y Emma Thompson claramente inspirados en el matrimonio Clinton–. Tocó Nichols fondo con ¿De qué planeta vienes? (2000), sin duda, el título más deficitario de su trayectoria, pero, lejos de venirse abajo, se reinventó en la televisión con dos excelentes trabajos: Amar la vida (2001) –ganadora de 3 Emmys– y, sobre todo, Angels in America (2003), monumental miniserie sobre el SIDA para la que contó con un reparto de lujo encabezado por Meryl Streep, Al Pacino y Emma Thompson. Con ésta última, Nichols se llevó a casa 11 Emmys y 5 Globos de Oro. En sus últimos trabajos para el cine, Closer (2004) y La guerra de Charlie Wilson (2007), volvió a demostrar ser un realizador capaz de extraer lo mejor de sus intérpretes, logrando nominaciones al Óscar para Natalie Portman y Clive Owen por la primera y para Phillip Seymour Hoffman por la última. Hace dos años, recuperó los laureles como director teatral gracias a la obra La muerte de un viajante, que le hizo merecedor de su último premio Tony.
Un completo y magnífico legado de notables trabajos en los Nichols pudo presumir de haber tenido bajo sus órdenes a las más grandes estrellas del Hollywood de ayer y hoy; esas con las que cualquier director sueña pero que sólo están al alcance de unos pocos. Muchas de ellas, además, repitieron la experiencia en sucesivas ocasiones, tales fueron los casos de Meryl Streep, Jack Nicholson, Emma Thompson, Julia Roberts o Harrison Ford, prueba inequívoca de la buena conexión que existía entre cineasta y actores. Éstos supieron entregarse a Nichols en cuerpo y alma, convencidos de su capacidad para extraer de ellos los mejores trabajos, siendo recompensados, en muchas ocasiones, con los más prestigiosos galardones. Los mismos que ha atesorado Nichols a lo largo de su carrera: un Óscar, un Globo de Oro, un Grammy, cuatro premios Emmy y nueve premios Tony son un botín que habla por sí solo de su profesionalidad. Hoy Hollywood ha perdido a un auténtico todoterreno que supo ver a los actores escondidos tras sus status de estrellas, dejando su distinguida impronta en todos los retos que se propuso. ¿Quién teme a Virginia Woolf?, El graduado o Armas de mujer pertenecen a esta estirpe de películas inolvidables que perdurarán para siempre en la memoria cinéfila colectiva. Y es por ello que, de alguna mágica manera, Nichols seguirá formando parte de nuestras vidas.
Jose Antonio Martín
Redacción Las Palmas de Gran Canaria