Hay festivales creados para la crítica y festivales dirigidos a los espectadores y, sin duda, el LesGaiCineMad es uno de los segundos. Un evento hecho por y para la comunidad LGTB, que puede así disfrutar de películas que, por desgracia, no suelen llegar a las grandes salas pese a reflejar una realidad tan importante como es la lucha por la propia identidad. La 19ª edición de este certamen siempre será recordada como aquélla salvada por el propio público, quien, con generosas contribuciones, ha ayudado a levantar un evento al que la crisis ha alejado de los patrocinadores. De no haberse celebrado, habríamos perdido una de las selecciones más especiales que se recuerdan, con muchas obras destacables que, en una edición menos reñida, habrían tenido más posibilidades de cara a un palmarés finalmente dominado por tres notables títulos que se han repartido los seis galardones equitativamente. Así, la nostálgica Tiger Orange, de Wade Gasque, se ha alzado con los premios a Mejor Película y Mejor Actor para la estrella del porno Frankie Valenti, menciones excesivas pero no desacertadas. La obra, aclamadísima por el jurado pero no tanto por el público, está ambientada en la California profunda, donde dos hermanos gais largo tiempo desconectados tratan de reconciliarse tras la muerte de su padre. Ambos son demasiado distintos para que la situación mejore por sí sola, pero conforme los recuerdos afloran las barreras entre ambos empiezan a debilitarse.
Estaba cantado que el premio a Mejor Actriz lo recibiría Miranda Otto por convertirse en la poeta Elizabeth Bishop, diez años después de encarnar a Éowyn en El señor de los anillos, pero al final el jurado decidió premiar también a sus compañeras de reparto de la poética Reaching for the moon, Gloria Pires y Tracy Middenforf, convirtiendo el galardón innecesariamente en ex-aequo. En el efervescente Río de Janeiro de los 50, Bishop ve florecer sus ideas pero también su crisis existencial, derivada de su adicción al alcohol, sus propias dudas y una confusa relación con la arquitecta Lota de Macedo Soares. Aunque a veces se pierde en sí misma, la última película del brasileño Bruno Barreto es visualmente hermosa y narrativamente evocadora.
Un año. 52 semanas. 52 martes. 52 ocasiones para que un hombre transexual y su hija adolescente, sumidos ambos en sendas búsquedas de identidad, fortalezcan su relación. Hay personajes y diálogos que no aportan nada, pero, ¿no es así la vida? El viaje de autodescubrimiento sexual y emocional de 52 Tuesdays ha dado a la debutante Sophie Hyde los galardones a Mejor Dirección y Guion (este último compartido con Matthew Cormack), que se suman al de Mejor Dirección (World Cinema) obtenido en el pasado festival de Sundance. Casualmente, cada una de las triunfadoras refleja una identidad distinta: homosexualidad masculina, homosexualidad femenina y transexualidad masculina, respectivamente. Para redondear el palmarés, una película sobre transexualidad femenina ha recibido una —inmerecida pero entendible— Mención Especial. Se trata de la italiana Più buio de mezzanotte, de Sebastiano Rio, dominada por la inquietante nostalgia del cine italiano clásico; en ella, un frágil joven se refugia en la alocada noche siciliana y encuentra una nueva familia entre chaperos, prostitutas y travestis que lo obligan a madurar con rapidez. Por desgracia, cuando el espectador empieza a darse cuenta de lo que el film quiere contar, es demasiado tarde para meterse en la dramática trama.
Girltrash: all night long, de Alex Martínez Kondracke |
Puestos a dar una mención, habría sido más justo que la recibiera Test, de Chris Mason Johnson, bella obra sobre un joven bailarín que debe decidir si someterse o no a uno de los primeros test de SIDA mientras traslada sus pasiones a la pista de baile (otorgándonos escenas verdaderamente fascinantes). La necesidad de afrontar los miedos y la búsqueda de la felicidad son las claves de una de las mejores películas del festival. También notables, pero menos serias son Helicopter Mom, de Salomé Breziner, y Girltrash: all night long, de Alex Martínez Kondracke. En la línea de la disparatada pero irrisoria G.B.F. (Darren Stein, 2013), ambas películas demuestran que la identidad de género se puede tratar con respeto y humor al mismo tiempo. Mientras la primera sigue a una madre (genial Nia Vardalos) empeñada en hacer salir a su confundido hijo del armario, la segunda parte de la exitosa serie web sobre las aventuras y desventuras de un grupo de rock femenino para crear un musical independiente cargado de estridencia y buenas canciones. No carecen de tópicos, pero los agradables resultados permiten perdonárselos. También divertida, pero demasiado exagerada resulta The Foxy Merkins, de Madeleine Olnek, aventuras y desventuras de dos prostitutas callejeras —experimentada y hermosa la una, inexperta y obesa la otra— especializadas en servicios a mujeres de alta sociedad.
En la otra cara de la moneda encontramos el drama L’ Armée du Salut, debut cinematográfico del escritor Abdellah Taia, quien habla con valiente honestidad de las dificultades de crecer en Marruecos siendo homosexual pero se pierde en una trama sin meta alguna empañada por un protagonista impávido. Tampoco ha convencido, pese a sus buenas intenciones, la confusa Happy end!?, de Petra Clever, sobre dos mujeres muy diferentes —responsable estudiante de derecho la primera, temperamental reina del clubbing lésbico la segunda— que se embarcan en un alocado viaje que, no sólo las unirá emocionalmente, sino que las ayudará a superar sus propios miedos. Quizá el filme más olvidado del festival sea Von Mädchen und Pferden (Of girls and horses), de Monika Treut, aburrido relato de una adolescente problemática enviada a trabajar en una granja de caballos donde descubre el amor y la responsabilidad; pero, sin duda, el más decepcionante ha sido Yo soy la felicidad de este mundo, de Julián Hernández, ejercicio de cine dentro del cine sobre las pasiones despertadas durante el rodaje de un documental de danza; eso sí, en una edición inusualmente casta, sus escenas de sexo explícito no han pasado desapercibidas.
Top 10 XIX Festival de Cine Lésbico Gai y Transexual de Madrid
10. Tru love (Kate Johnston, Shauna McDonald, 2013).
09. Getting Go, the Go Doc Project (Cory Krueckeberg, 2013).
08. Ang Huling Cha Cha ni Anita (Anita’s Last Cha Cha) (Sigrid Andrea Bernardo, 2013).
07. Helicopter Mom (Salomé Breziner, 2014).
06. Tiger Orange (Wade Gasque, 2014).
05. Girltrash: all night long (Alex Martínez Kondracke, 2014).
04. Test (Chris Mason Johnson, 2013).
03. Reaching for the Moon (Flores raras) (Bruno Barreto, 2014).
02. 52 Tuesdays (Sophie Hyde, 2014).
01. Love is strange (El amor es extraño) (Ira Sachs, 2014).
El punto medio perfecto entre ternura y erotismo es alcanzado por Getting Go: the Go Doc Project, de Cory Krueckeberg, interesante falso documental sobre un joven obsesionado con un bailarín go-gó. Buena música, buenos diálogos y buenas interpretaciones acompañan a una obra sincera que rompe con tópicos y prejuicios. Ésta es también la meta de Naomi Campbel, ópera prima de Nicolás Videla y Camila José Donoso, una historia verdaderamente interesante y honesta gracias a partir de las vivencias reales de una mujer transexual chilena de orígenes indígenas y gitanos. También original y arriesgada es la mexicana Velociraptor, con la que Chucho E. Quintero sustituye presupuesto con imaginación para crear una rompedora comedia sobre un joven dibujante de cómics que decide perder la virginidad con un amigo heterosexual el día del fin del mundo. Todos estos títulos navegan entre la ficción y el documental, clave de Zwei Mütter (Two Mothers), de Anne Zohra Berrached, fiel reflejo de los problemas y humillaciones afrontados por una pareja lesbiana decidida a adoptar un niño en la Alemania moderna pero arcaica de Merkel que podría ser mucho más atractiva si cuidase más de sus personajes.
Dentro del plano más agradable, destaca Ang Huling Cha Cha ni Anita (Anita’s Last Cha Cha), de Sigrid Andrea Bernardo. En ella, la llegada a un pueblo filipino de una misteriosa joven despierta prejuicios, secretos, risas… y el primer amor de una niña de doce años; mientras ésta vive tiernas aventuras infantiles con sus dos impagables amigos, la mujer se enfrenta a la incomprensión, pero una mágica y danzarina amistad surge entre ambas dispuesta a abrazar valiosos momentos de felicidad. En Tru love, de Kate Johnston y Shauna McDonald, el destino une a una madura madre enviudada y una atractiva lesbiana entre las que surge una bella amistad cargada de gritos de amor por la vida. El guion no es perfecto, pero sí superior al de Boys (Jongens), de Mischa Kamp, que, acompañada de emotivas canciones, cuenta con ternura y honestidad la historia de dos atletas que descubren la sexualidad y el amor durante las vacaciones de verano, pero no ofrece nada que no hayamos visto antes. La inexperiencia de todas ellas contrasta con la maestría de Ira Sachs, cuya Love is strange (El amor es extraño), inauguró el festival fuera de competición para contar la historia de una pareja gay en el otoño de la vida obligada a vivir separada justo después de contraer matrimonio en la vital Nueva York; amigos y conocidos ofrecen su hogar, pero no siempre su comprensión. Alfred Molina, John Lithgow y Marisa Tomei encabezan un fantástico reparto bien apoyado por un guion tan divertido como emotivo.
Aunque la falta de tiempo me ha exigido limitarme a los largometrajes de ficción, que son los que concentran a la mayoría de los espectadores, este festival siempre se caracteriza por una riquísima selección de cortometrajes y documentales que también han sido representados en el palmarés. De los primeros se ha destacado You’re dead to me, Moiré, Happy and gay, Kuhani e Inside the box, y de los segundos Born this way, Mamis, Peter de Rome: Grandfather of Gay Porn, Las ventanas abiertas y El viaje de Carla. La protagonista de éste último, la transexual Carla Antonelli, protagonizó el momento más memorable de la entrega de premios al recordarnos que el cambio de género no es un capricho, sino la necesidad de ser fiel a la propia identidad. Bellas palabras que pueden aplicarse a cualquiera de las obras de un festival que espero cubrir con la intensidad que merece el año que viene. Confiemos en que los recortes no lo impidan.
Juan Roures
Redacción Madrid