De Mumbái a Barcelona
crítica a Rastros de sándalo (Rastres de sàndal, 2014), dirigida por María Ripoll. | ★★ |
Después de varias vicisitudes, filmada entre la India y Barcelona, en inglés y en catalán, sin subvenciones públicas y con campaña de micro mecenazgo incluida tras la inadvertida retirada de algunos inversores, María Ripoll –Tu vida en 65’ (2006)– consiguió estrenar, en el sexagésimo segundo Festival de San Sebastián y en la Seminci de Valladolid, su última película: Rastres de sàndal (Rastros de sándalo, 2014). El mérito de esta producción, al margen de su resultado final, es el hercúleo trabajo de pre producción que hay detrás. No se puede obviar que está sufragada exclusivamente por inversionistas privados, empresas y fundaciones catalanas. La historia gira en torno a Muna, una estrella de Bollywood que está obsesionada con descubrir el paradero de su hermana, Sita/Paula (Aina Clotet), de la que fue separada cuando no eran más que unas crías. Ambas se reencontrarán en Barcelona treinta años después y Sita/Paula emprenderá un viaje, espiritual y físico, a sus orígenes. Muna está interpretada por Nandita Das, directora e intérprete hindú que se mueve en el circuito allende de las fronteras bollywoodienses. Hace año y medio en una entrevista concedida a El País mostraba su rechazo a ser considerada parte de la industria que más películas factura por temporada. “El cine en India no solo es Bollywood, es mucho más. Tenemos otra industria. Lo mío es el cine independiente” (El País 21-5-2013). Su presencia así como las localizaciones (Barcelona y Mumbai) eran fundamentales para llevar a la gran pantalla la novela homónima en la que está basada (coescrita por la productora y guionista Anna Soler-Pont). Nada fue dejado al azar en la cimentación de Rastros de Sándalo, ya que se decidió que los equipos estuviesen dirigidos por mujeres, dando así un golpe en la mesa en una industria cada vez más masculinizada. Como ven un trabajo plagado de gente comprometida, de principio a fin.
Rastros de sándalo es un viaje intercultural que apela al drama de las adopciones para remover las entrañas del espectador. Entre Mumbái y Barcelona, Ripoll y Soler-Pont erigen una historia de separación, amor y descubrimiento. Las localizaciones tienen una importancia en absoluto despreciable en el desarrollo de la trama; la apasionada India se postula como el detonante de la ruptura o el reencuentro y la modernista Barcelona aporta el punto suspicaz y escéptico del cuento. En la forja de esa identidad es clave la labor de la directora de fotografía Raquel Fernández Núñez. Sin una quiebra estética radical y manteniendo la línea entre ambos mundos se logra apreciar los contrastes que delimitan las personalidades geográficas y, al mismo tiempo, la película se percibe como una unidad; no como bloques estéticos diferenciados que podrían responder a las distintas ciudades o las diferentes épocas. La fotografía ejerce de puente visual para un relato estructurado de manera bastante inteligente si bien los atrezos que lo adornan no son igual de afortunados. La idea de no adaptar todas las tramas de la novela, centrándose en una sola, abarata los costes y a priori esquiva el manido error de intentar calcar el libro en la gran pantalla. El otro truco narrativo elogiable, a mi juicio, es la utilización de la ficción dentro de la ficción para llevar a cabo los flashback. Más cuestionables son otro tipo de decisiones que fuerzan la presencia de eventualidades que llevan implícita una deriva que algunos encontrarán emocionante y otros en exceso sensiblera. Yendo a lo obvio y dejando a un lado si hemos empatizado o no con las protagonistas; la relación que florece por azaroso capricho del destino entre Paula y un hindú, empleado de esas típicas tiendas de aparatos tecnológicos que inundan el paisaje urbano de Barcelona, es cuanto menos fastidiosa, por azucarada y exagerada en su redundante recreación de lo fortuito.
Las películas sobre adopciones suelen incurrir, todas, en un fatigoso deseo de convertirse en “una película bonita”. Algunas lo consiguen, como es el caso de Secretos y mentiras (1996), y otras, como el filme que nos ocupa, no lo logran. Esta producción catalana pretende conmover en cada plano, en cada giro argumental y, no sé si intencionadamente, termina entregándose al dramón de lo inverosímil, incapaz de renunciar a ningún cliché en un calculado bombazo emocional –como el inclasificable enfado de Paula con sus padres adoptivos al conocer la verdad–. Hasta el punto de lucir, en momentos puntuales, como un telefilme dominical. El trabajo de Ripoll, apto y concebido para todos los públicos, necesita de la complicidad del espectador, sin ella uno solo verá triquiñuelas empalagosas donde también hay desesperación, problemas de identidad, dudas infernales y crisis familiares. Por lo tanto Rastros de sándalo es un trabajo complaciente, enamorado de sí mismo cuyo mejor baluarte es la interpretación de Sita/Paula por parte de Aina Clotet, sin duda, el personaje con más matices, haciendo buenos aquellos versos que cantaba Loquillo “Aquí en Barcelona ciudad/ tu infancia quedó muy atrás /y tu juventud se perdió/entre canción y canción”. | ★★★★★ |
Gonzalo Hernández
Redacción Madrid
Ficha técnica
España, 2014, Rastres de sàndal (Rastros de sándalo, 2014). Directoress: María Ripoll. Guion: Anna Soler-Pont. Productora: Pontas Films. Fotografía: Raquel Fernández. Música: Zeltia Montes. Reparto: Nandita Das, Aina Clotet, Naby Dakhli, Subodh Maskara, Rosa Novell.