El regreso del héroe
crítica a Interstellar (2014), dirigida por Christopher Nolan. | ★★★★ |
El lenguaje cinematográfico se caracteriza por la simultaneidad de cinco sistemas semióticos diferentes. Cuatro de ellos vendrían de la intertextualidad de otras disciplinas artísticas: la imagen (heredera de la pintura), el sonido (procedente de la música), la puesta en escena (derivada del drama teatral) y la narrativa (ligada directamente con la literatura). Por último, tendríamos el montaje, que podríamos afirmar se trata del componente menos estudiado y el más específicamente cinematográfico. Dado que nuestro compañero Juan José Ontiveros ya realizó una crítica (con la que coincido plenamente tanto en contenido como en calificación) centrada en el apartado argumental y técnico —imagen, sonido y participación científica— de Interstellar, hemos estimado oportuno, con la intención de no sonar reiterativos, focalizar nuestro objetivo en los aspectos más concernientes al montaje que, sin duda, es donde Christopher Nolan consigue el sobresaliente, tanto por el qué —contenido y utilización de diferentes líneas argumentales—, como por el cómo —vanguardismo a la hora de introducir nuevos (o renovados) elementos en el esquema narrativo—.
El director vuelve a transgredir a la hora de presentar su historia, haciendo de ese montaje tan exclusivo del cine, su mayor aliado en la transmisión del mensaje. Así, da la vuelta al ensamblaje moderno que seguía el patrón conceptual establecido, consistente en filmar un inicio anafórico, en el que se observaran las bases de una civilización utópica “o su construcción” mediante un narrador múltiple para, posteriormente, mostrar una acción en tiempo real —pero fraccionado— que condujera a un desenlace catafórico, extendiéndose más allá del propio final hasta el punto de la relectura individual del espectador. Por lo tanto, la narrativa posmoderna de Nolan, lo mueve a acercarse más a un clasicismo “customizado”, pasando esa escena catafórica al inicio, en el que observamos un mundo distópico y tendente a su colapso, mediante una linealidad temporal mayoritaria (aunque con ciertas excepciones puntuales que ahora analizaremos), un narrador omnisciente y un final anafórico. Sin embargo, hablábamos de una alteración de este esquema clásico, una estrategia subversiva que viene de la aplicación de diligencias posmodernas tales como la hibridación genérica —y científica, ya que se basa en los principios más herméticos de la física cuántica para dar vida a una ciencia-ficción tan disparatada como perfectamente argumentada—, la intertextualidad irónica, y las diversas formas de polisemia y ambigüedad semántica.
Al igual que en el resto de su filmografía, Nolan desarrolla diferentes líneas narrativas (a las que llamaremos LN siguiendo con el esquema establecido en nuestro filmograma sobre el realizador) que se relacionan entre sí. En el caso de Interstellar, estos diferentes segmentos avanzan de forma lineal en la mayor parte del metraje hasta que, como veremos a continuación, el tiempo y el espacio sean alterados, provocando un desajuste narrativo paralelo. La primera de estas líneas se trata del prólogo (LN0), y corresponde a un momento temporal incierto, mostrado por medio de una serie de testimonios personales extraídos de diferentes entrevistas. Inmediatamente después aparecerá la LN1, que explica lo que sucede en el presente terrestre. Un dato que nos llama la atención es la introducción de un flashback onírico y diegético (Nolan y la incansable persecución de los sueños y su interpretación) correspondiente a un accidente ocurrido al protagonista, y que explica parte —más adelante aclararemos el resto— de la fractura psicológica del héroe (inexorable condición en la figura del personaje principal creado por el realizador). LN2 vendrá tras la primera despedida a la que tenga que hacer frente Cooper, (despedida de su familia), y representa el presente espacial (sistema solar). Posteriormente pasaremos, tras la segunda despedida (de la vía láctea) a LN3, y nos adentraremos al segundo presente espacial (ahora en una galaxia desconocida), al que accederemos mediante una puerta intergaláctica (interestelar) compuesta por el agujero de gusano, principal protagonista de la acción, y cuya función semiótica es condicionante de la trama argumental. Esta LN3 se subdivide a su vez en dos concepciones temporales: tiempo real y tiempo alterado, cuya yuxtaposición dará como resultado un asombroso ejemplo de elipsis selectiva, ya que no afectará a todos los personajes por igual. Posteriormente, ya en el desenlace de la película, nos encontraremos con LN4 (presente en un universo paralelo) y LN5 (pasado terrestre), ambas se relacionan directamente con LN1 para el proceso exegético final, que culmina con la comprensión absoluta, la resolución de todas las incógnitas narrativas y, al mismo tiempo, presenta la LN6, un epílogo contextualizado en el único momento temporal no abarcado hasta ese instante: el futuro, y lo hace mediante una analepsis que se amalgama con LN0, dejando el círculo narratológico perfectamente cerrado —unión de prólogo y epílogo— y todos los cabos atados.
Nolan rediseña la figura del héroe moderno, y lo hace desde las cenizas. Como decíamos, el protagonista parte de una fractura psicológica producto de, aparte del mencionado accidente aeronáutico, del fantasma femenino de su pareja sentimental. El peso argumental de las mujeres en el cine del director es completamente secundario, tanto que prescinde de su figura (corpórea) a través de la muerte. Sin embargo, este hecho no ha empujado a Cooper a la locura como sí hizo con Cobb o Leonard (Origen, 2010 y Memento, 2000), sino que lo ha llevado a centrarse en sus tareas paternales mostrando una actitud permisiva y protectora con sus hijos para paliar la ausencia del cariño materno. Con la personalidad del protagonista definida, el guion nos encamina hacia la que parece la finalidad última de todo ídolo contemporáneo: salvar el mundo. Aquí es precisamente donde encontramos el inconformismo anti-evolutivo que desacredita el eterno discurso de los peregrinos pesimistas, portadores del “ya está todo inventado”. Y nos llega a través de un sensacional Matthew McConaughey, reemplazo de Christian Bale en tareas heroicas y a quien sólo le falta el revólver para encarnar a otra de las leyendas salidas de las viñetas de DC: Pow Wow Smith (All-Star Western). Un vaquero venido del futuro que personifica la rendición existencial del héroe que, aceptando sus limitaciones, ya no buscará salvar la Tierra (como analogía de aquello por lo que siempre hemos luchado), sino que su misión será la de encontrar un nuevo lugar que reúna las condiciones de habitabilidad necesarias para la proliferación de los terrícolas, huyendo así de este planeta azul “dejado de la mano de Dios”.
Y de esta forma llegamos al último dispositivo del que Nolan ha prescindido para la recreación de su apocalíptico trabajo: el componente espiritual. Del mismo modo que la religión ha estado siempre presente en los precedentes fílmicos sobre las catástrofes naturales que amenazaban al planeta Tierra, Interstellar renuncia por completo a la vivencia religiosa y los rituales de la fe cristiana. El peso de la responsabilidad sobre la suerte que corra la expedición dejará de recaer sobre amuletos u oraciones católicas, para pasar a ser competencia directa de la evolución científica, gracias a un escepticismo (o laicismo) que no se detiene sólo en el fervor devoto, sino que alcanza a un delicado y antiguo debate sobre las primeras misiones espaciales y la (¡ups!) hipotética llegada del hombre a la Luna, aunque ese es un terreno en el que no queremos meternos. | ★★★★★ |
Alberto Saez Villarino
Redacción Dublín
Ficha técnica
Estados Unidos. 2014. Título original: Interstellar. Director: Christopher Nolan. Guion: Jonathan Nolan, Christopher Nolan (Story: Kip Thorne). Duración: 169 minutos. Montaje: Lee Smith. Música: Hans Zimmer. Fotografía: Hoyte van Hoytema. Intérpretes: Matthew McConaughey, Anne Hathaway, Jessica Chastain, Bill Irwin, John Lithgow, Casey Affleck, David Gyasi, Wes Bentley, Mackenzie Foy, Timothée Chalamet, Topher Grace, David Oyelowo, Ellen Burstyn, Michael Caine, Matt Damon. Presupuesto: 165.000.000 dólares.