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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Goodnight Mommy

    Goodnight Mommy

    ¿Madre no hay más que una?

    crítica a Goodnight Mommy (Ich seh, Ich seh, Severin Fiala, Veronika Franz, Austria, 2014).

    Una de las sorpresas más gratas del festival Cineuropa llegaba con nombre de lúgubre y retorcida cinta de terror austríaca. A decir verdad, se echaba en falta una buena historia de tintes maquiavélicos y alma de thriller psicológico en esta edición, y, afortunadamente, en este largometraje hallamos un cóctel incendiario de drama familiar, pánico, turbación y conflictos identitarios manchados de tortura. Goodnight Mommy, título paradójico, juguetea con un espectador ávido e inteligente, explota al máximo los rincones de la lujosa vivienda de diseño donde acontecen los hechos y no renuncia a una violencia obscena y explícita casi gore que, sin embargo, nunca resulta gratuita. Tampoco desdeña la polarización en cuanto a sus personajes, ya que los contornos entre víctimas y verdugos se difuminan a lo largo de una narración con pulso y taquicardia que aprieta, estresa y nos conduce a una irremediable pulsión escópica, puesto que, aunque horrorizados y sorprendidos, no querremos apartar la mirada de la pantalla.

    Deudora de ese tipo de violencia perturbadora y salvaje de obras maestras del séptimo arte como La naranja mecánica o la brillante Funny Games de Haneke, esta obra nos aprisiona dentro del lento tic-tac de un cuento de terror doméstico en el que los silencios pesan demasiado y mamá ya no da las buenas noches como antes. Nos trasladaremos a una casa donde los gatitos no son bien recibidos, donde es bastante complicado dormir tranquilo, y donde los juegos más divertidos son aquellos que acaban en ensañamiento. En definitiva, estamos ante una respuesta europea aguda y valiente para revitalizar con sangre fresca el panorama de un género de terror empachado en los últimos años de propuestas comerciales manidas y reiterativas, con guiones tan pobres y reciclados como la recientemente estrenada Annabelle o la absurda hispano-canadiense Mamá, por poner los primeros ejemplos que se me vienen a la cabeza. Así, Goodnight Mommy nos introduce desde su inicio en los terrenos de la somatización, la pérdida de control y las torturas más atroces, e incrementando progresivamente su potencial, plantea un argumento cruel e inquietante tras el cual es imposible no abrir debate. Cuestiona la maternidad de manera macabra, cambia al malo de bando y convierte la rutina cotidiana en un campo minado de enajenaciones mentales plagado de trampas.

    Ich seh, Ich seh

    Titulada Ich seh, Ich seh en versión original, esta peculiar Goodnight Mommy firmada por Severin Fiala y Veronika Franz, ya despierta desde sus comienzos una quemazón en el espectador, un revoltijo de tripas sostenido en un realismo sórdido y una plasticidad abrumadora en el plano estético. No es un filme de miedo al uso, ni su pretensión es dejar buen cuerpo, sino despertar la repulsión y valerse de su tono retorcido y su trama extraña y provocativa para que no salgamos de la sala con exceso de hambre ni tranquilidad. La traducción al español de su magnético título germánico es “veo, veo”, el clásico juego de niños que aquí funciona como un recurso de la imaginación infantil ante la perplejidad, la desgracia y la desintegración familiar. El detonante se sitúa al principio: una madre soltera (Susanne Wuest) que trabaja como presentadora de programas de televisión local regresa al hogar con el rostro envuelto en un mar de vendas, puesto que acaba de someterse a una renovadora operación de cirugía estética. Sus hijos gemelos Elias y Lukas (nombre auténtico de la pareja de actores, que a pesar de su juventud encarnan fantásticas interpretaciones), ansiosos por el cariño habitual de su progenitora, desconfían de la irritabilidad y el cambio de personalidad de esa mujer con el rostro vendado a la que no reconocen como madre. Obsesionados en exceso con los insectos (que guardan en frascos o queman con lupas), y atrapados por la claustrofobia de su lujosa vivienda desierta, los niños comienzan a espiar a su mamá, de la que prácticamente sólo podemos ver ojos y boca al estar envuelta en su espeluznante máscara vendada. Y esto es el principio de una acusada ambivalencia planteada al espectador, pues mientras la figura femenina intenta demostrar su cuestionada identidad entre arrebatos de ira, los niños refuerzan sus dudas derivando el juego inicial en sanguinarias consecuencias.

    El verismo extremo que caracteriza Goodnight Mommy es posible gracias a las geniales actuaciones del triángulo protagonista, sobre todo de la asustada pareja infantil, cuyos actos retorcidos son extremos pero completamente creíbles. Asistiremos a una espiral de interrogatorios, tormentas de granizo, espionaje, torturas rudimentarias y dolorosas y una tensión que late y se desborda de sangre, a lo largo del desarrollo de una historia tétrica donde el remedio acaba siendo peor que la enfermedad y los mecanismos ante el trauma y la incertidumbre horrorizan al público y a los propios personajes. Mientras que esa mujer temida sin rostro se desespera por demostrar su propia identidad, los niños aterrados por la nueva intrusa y guiados por el caudal de su turbulenta imaginación, emprenden un juego caustico donde el prisionero es la propia madre y los lazos emocionales se deshilachan hasta alcanzar un macabro sadismo. La metálica fotografía de Martin Gschlacht se recrea en los tonos oscuros y fascinantes planos y la pesadillesca banda sonora no escatima en tétricas canciones alemanas de cuna como “Guten Abend, gut Nacht”. Todos estos recursos contribuyen a conseguir un flujo narrativo rítmico y original, con secuencias especialmente brillantes en el último cuarto de hora que relata el desenlace.

    Goodnight Mommy

    Goodnight Mommy es aterradora porque muestra sin escrúpulo hasta que punto pueden llegar la violencia emocional, los lazos de dependencia y el pánico y la rabia de un niño atormentado que engorda su propio autoconvecimiento. Es aguda e inteligente porque invita al espectador a un macabro juego de espejos constante y plantea su fábula de violencia desde dos ópticas claramente contrapuestas. Es repulsiva porque desmonta el amor filial con sangre, bichos y vísceras, y materializa las fantasías sádicas que una mente infantil precisa para sobreponerse a la desgracia. Es sagaz porque logra contagiar al público la duda y reflexionar sobre los antecedentes de esa virulenta atmósfera hogareña completamente desprovista de amor familiar. Es salvaje porque nunca deja fuera de campo esa inagotable serie de torturas capaces de transformar un simple objeto doméstico en un instrumento de martirio y extorsión. Y es poderosamente intrigante porque conseguirá que también nosotros nos neguemos en rotundo a la verdad pero también queramos despegar un poquito el pegamento que cierra los labios de esa señora que tal vez no sea mamá. | ★★ |

    Andrea Núñez-Torrón Stock
    Redacción Santiago de Compostela


    Ficha técnica
    Austria, 2014, Ich seh, Ich seh (Goodnight Mommy). Director: Severin Fiala, Veronika Franz. Guión: Severin Fiala, Veronika Franz. Productora: Ulrich Seidl Film Produktion GmbH. Fotografía: Martin Gschlacht. Reparto: ,Susanne Wuest Elias Schwarz, Lukas Schwarz, Ulrike Putzer, Michael Thomas. Presentación oficial: 2014: Festival de Sitges: Sección oficial largometrajes a concurso.


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