Mientras París duerme
crítica a Bird People (2014), dirigida por Pascale Ferran. | ★★★★ |
Gary Newman es un californiano que ronda la cuarentena, lleva una cómoda vida de casado y con hijos y, en lo profesional, es un ejecutivo de éxito que se encuentra cerrando un negocio en París, la ciudad del amor. Por otro lado, Audrey es la joven limpiadora de un hotel, solitaria y taciturna, que ve la vida pasar a su alrededor sin que los demás se percaten de su simple presencia. Ella se escabulle de habitación en habitación, arreglando el desorden que provocan los huéspedes, sin hacerse notar, como si fuese una figura invisible. Ambos personajes no pueden ser más diferentes, pero algo tienen en común: la necesidad de detenerse un instante, darse cuenta de que no están llevando la existencia que les gustaría y ponerle remedio inmediato, de forma contundente. Así, Gary apaga móviles, se despide de su trabajo y pone punto y final a la relación con su esposa, vía Skype. Un abismo se abre ante él, no sabe qué hará a partir de ahora, pero es igual. Audrey, explotada por su jefa, que la obliga a trabajar horas extras, desearía ser libre como un pájaro y poder salir volando por la ventana en busca de nuevas sensaciones. Y así lo hace, literalmente, convertida en un curioso gorrión que todo lo observa mientras pasa igual de desapercibido que cuando tenía su apariencia humana. Esta es, en líneas generales, la premisa de Bird People (2014), el último trabajo tras las cámaras de Pascale Ferran, realizadora que obtuvo gran reconocimiento con Lady Chatterley, el despertar de la pasión (2006), ambiciosa adaptación de la novela de D.H. Lawrence que logró hacerse con 5 Premios César, entre ellos el de mejor película.
Vista en la Sección Una cierta Mirada de Cannes y en el último Festival de Sevilla, Bird People es de ese tipo de películas de las que te enamoras para siempre tras su primer visionado o te provoca un total rechazo. No admite medias tintas. Estamos ante una obra arriesgadísima y muy original, que no se parece a ningún otro filme con el que pueda compartir cartelera. Dividida en dos segmentos –el primero centrado en la crisis existencial de Gary y el segundo, mucho más cautivador, en Audrey–, la cinta muestra cómo es el mundo que nos rodea desde una óptica analítica y contemplativa, valiéndose de largos tiempos muertos en donde observamos lugares tan reconocibles como el metro, los aeropuertos o los hoteles durante la nocturnidad, cuando las criaturas que los habitan están más solitarias y vulnerables o, simplemente, duermen en la seguridad de sus camas. En este sentido, resulta especialmente melancólico el mágico pasaje que tiene como protagonista al gorrión –excepcionalmente rodado, con ayuda de unos invisibles efectos especiales–, que deja para el recuerdo algunos momentos tan hermosos como el vuelo sobre la pista del aeropuerto al son del mítico tema de David Bowie Space Oddity o el breve encuentro del pajarillo con el chico oriental. Mientras París duerme, Audrey vuela a sus anchas por los cielos, descubriendo que las vidas de los demás no son mucho más emocionantes que la suya propia. Se agradece el toque fantástico que Ferran y Bréaud le dan al guión en esta segunda parte del filme (de hecho, es lo que la hace diferente y fascinante), tras un primer acto mucho más convencional y arrítmico. En éste, la apatía del personaje de Gary casi se contagia al espectador, que presencia, algo desconcertado, el parsimonioso ritual del brillante ejecutivo para romper con su acomodada (pero poco satisfactoria) vida. Afortunadamente, una secuencia salva a esta mitad de la rutina: el de la demoledora conversación a través del ordenador entre Gary y su mujer, sostenido en unas excelentes interpretaciones de Josh Charles y, sobre todo, la siempre eficiente Radha Mitchell, capaz de dejar poso con su breve colaboración, a pesar de que su rostro solo aparece a través de un monitor.
Bird People, bajo su apariencia de historia lineal y sencilla, oculta una trabajada y deliciosa reflexión sobre temas tan complicados como la soledad o la infelicidad de las personas aun cuando tienen todo lo material. Es a la vez un cuento moderno en el que los ecos de La Cenicienta no suenan tan lejanos. Del mismo modo que al esclavizado personaje de Charles Perrault se le abría un nuevo mundo ante sus ojos, lleno de posibilidades, bajo el encantamiento que se desvanecía después de medianoche, nuestra Audrey (Anaïs Demoustier, maravillosa, auténtico alma de la función) reúne las fuerzas suficientes para romper con todo, una vez que su mágica noche como gorrión toca a su fin. Es Bird People una película profundamente triste pero, a la vez, deja una ventana abierta –en sentido literal, además– a la esperanza y al amor. Y es que pocas veces un estrechamiento de manos ha dejado al espectador con tantas ganas de saber qué sucederá después. Cada interpretación es libre pero un servidor, al igual que la Julia Roberts de Pretty Woman (Garry Marsall, 1990) –otra Cenicienta memorable del cine–, elige el cuento de hadas. | ★★★★★ |
José Antonio Martín
Redacción Las Palmas de Gran Canaria
Francia. 2014. Título original: Bird People. Directora: Pascale Ferran. Guión: Guillaume Bréaud, Pascale Ferran. Productora: Archipel 35 / Atlantic Pictures / Cofinova 8. Fotografía: Julien Hirsch. Música: Béatrice Thiriet. Montaje: Mathilde Muyard. Intérpretes: Josh Charles, Anaïs Demoustier, Roschdy Zem, Taklyt Vongdara, Radha Mitchell, Geoffrey Cantor, Camélia Jordana. Presentación oficial: Festival de Cannes 2014.