El patio de mi cárcel
crítica a 321 días en Michigan (íd, Enrique García, España, 2014).
Es una realidad incontestable que corren malos tiempos para la honradez en España. En los últimos años hemos asistido a la entrada masiva en prisión de políticos, empresarios (y alguna popular tonadillera, incluso) como precio a la corrupta ambición. El ciudadano se ha familiarizado, a través de los programas de televisión, con términos como malversación de caudales públicos, delito de cohecho o blanqueo de capitales, ya que están a la orden del día y despiertan encendidos debates en la calle sobre si la justicia trata a todos por igual. 321 días en Michigan (2014) es, por lo tanto, una película tremendamente oportuna y pegada a la actualidad. Enrique García, ganador Premio del Público en el pasado Festival de Málaga, sabe de lo que habla, ya que los ambientes que se describen rezuman autenticidad en cada fotograma. Rigor que García ha conseguido tras haber impartido talleres de cine en la famosa cárcel malagueña de Alhaurín de la Torre y empaparse del modo de vida de aquellos presos. Ya plasmó su visión del mundo carcelario en uno de sus cortometrajes, Tres razones (2010). 321 días en Michigan supone su puesta de largo en el gran formato y, desde luego, el resultado hace presagiar una interesante carrera en esto del cine.
Lo primero que hay que aplaudir en esta ópera prima es su intención de no caer en los clichés mil veces explotados en las películas que se desarrollan en instituciones penitenciarias. Aquí no hay intentos de fuga ni espectaculares amotinamientos. Tan solo la cotidianeidad de cómo es el día a día de los reclusos entre estas cuatro paredes que les priva de la libertad. Personas de carne y hueso, cada una con sus circunstancias y conflictos, con las suficientes aristas como para que nos compadezcamos de la situación de muchas de ellas, independientemente de los motivos que las haya llevado a esa situación. Rodado en la antigua cárcel provincial de Málaga, el filme realiza un vivaz retrato de personajes muy cercanos y realistas, a la manera de la no menos recomendable El patio de mi cárcel (Belén Macías, 2008). Un entregado reparto de actores poco conocidos pone toda la carne en el asador para que sus trabajos rezumen humanidad y autenticidad en una obra muy coral que se presta al lucimiento dramático individual. Especialmente brillante es el trabajo de los secundarios, siendo, precisamente, su protagonista principal Chico García, la pieza más débil del engranaje. El actor, no obstante, está más que correcto en su papel de Antonio, el joven y exitoso ejecutivo que, de cara a su entorno cercano, camufla su condena a prisión de 321 días por delito fiscal como si fuese a estudiar un máster en la Universidad de Michigan.
De carácter egocéntrico y con la altivez que da un físico generoso y el triunfo en lo personal y lo profesional, Antonio ve cómo se le rompen todos los esquemas al entrar en contacto con el resto de habitantes de aquel microcosmos. Al tratarse de una cárcel mixta, la cinta nos da la oportunidad de disfrutar de estupendos personajes femeninos como los de Sara (excelente Virginia DeMorata, ganándose la empatía del espectador por su vulnerabilidad), tierna y espontánea madre gitana de tres niños que cumple condena por matar a un marido maltratador, encargada de servir de presa de apoyo a Lamís (sorprendente Virginia Muñoz, auténtica ladrona de escenas y poseedora de una mirada muy potente), una interna recién llegada con la que tiene que lidiar para prevenir sus evidentes instintos suicidas. En el apartado masculino, los sobresalientes Héctor Medina y Salva Reina –popular por sus monólogos cómicos en El club de la comedia y revelación de La isla mínima (Alberto Rodríguez, 2014)– lograron ex aequo la Biznaga de Plata al mejor actor de reparto en Málaga por sus roles del carismático delincuente habitual Carmona y el entrañable yonki Juani, compañero de celda de Antonio, respectivamente. Cinco nombres a tener muy en cuenta en el futuro y, a ser posible, merecedores de ser considerados en las nominaciones de los Goyas de 2015.
321 días en Michigan no es una obra que pretenda ser rompedora desde lo estético o innovadora en su argumento. Su mayor virtud radica en su sencillez y en el carácter costumbrista de la narración, que pone sobre la mesa, de manera sutil e inteligente, temas de debate como el del papel reinsertativo que tiene la cárcel para aquellas personas que han cometido un delito. A lo largo de la historia, el espectador asiste a las amenazas y extorsiones de los presos más mafiosos sobre los débiles, los “intercambios de favores” que facilitan la comunicación de los reclusos con el exterior o cómo funcionan los vis a vis. Pero también conocemos cómo, mediante diferentes cursos formativos y talleres, estas personas tienen la oportunidad de lograr el pasaje directo al tan ansiado tercer grado que les permitiría volver junto a sus familias. Aunque la violencia está siempre ahí, latente entre los muros del patio, por lo general, prevalece en el relato una visión positiva (algo buenrollista incluso) y esperanzadora de la vida en prisión, apoyada en los lazos de amistad, camaradería e incluso románticos que se van estableciendo entre sus desamparadas criaturas. Hay que valorar muy positivamente cómo Enrique García logra una obra tremendamente emotiva sin forzar demasiado la maquinaria del melodrama, introduciendo muy eficazmente unos leves (y bienvenidos) destellos de humor –la mayoría, cortesía de Salva Reina– que, sin resultar forzados en momento alguno, sirven para oxigenar un poco lo dramático de la situación. Sería una verdadera lástima que 321 días en Michigan no tuviera la repercusión que merece, ya que estamos ante un más que digno debut, con un fuerte componente humano, totalmente necesario en esta época de turbiedad en que se halla inmerso el país. | ★★★★★ |
José Antonio Martín
Redacción Las Palmas de Gran Canaria
Ficha técnica
España. 2014. Título original: 321 días en Michigan. Director: Enrique García. Guión: Isabel Sánchez, Enrique García. Productora: Lanube Películas / Encanta Films. Fotografía: Alberto D. Centeno. Música: Fernando Velázquez. Montaje: Miguel Doblado. Intérpretes: Chico García, Virginia DeMorata, Héctor Medina, Virginia Muñoz, Salva Reina, Aníbal Soto, José Manuel Poga, Rafa Castillo-Romero, Cuca Escribano, Concha Galán, Olalla Hernández.