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    Cine Alemán Siglo XXI

    10 frases románticas para la posteridad

    Carta a una desconocida

    El Séptimo Arte, además de entretenimiento y evasión, ha sabido tocar la fibra sensible del espectador más romántico, a través de inspiradas líneas de guión que reflejan muy bien los múltiples estados de ánimo por los que pasan los enamorados. De este modo, desde los inicios mismos del cine, hemos asistido a romances idílicos con los que todos hemos soñado alguna vez; amores complicados, en los que las circunstancias que rodean a los amantes dificultan que consigan ser felices para siempre; imposibles triángulos en los que uno de los vértices siempre tiene las de perder; o sea, la vida misma hecha celuloide. No resulta tan fácil como pueda parecer que una película cautive a distintas generaciones sin que su mensaje parezca impostado o artificioso. El milagro solo surge cuando se conjugan con éxito todos los elementos necesarios: un director con personalidad y talento, unos entregados actores con la suficiente química romántica para hacer creíble su enamoramiento en pantalla y, lo que es más importante, un guión que sepa de primera mano de lo está hablando, logrando que el espectador se identifique e involucre con sus situaciones y diálogos, hasta el extremo de hacerle sentir las mismas mariposas en el estómago de los amantes. En El antepenúltimo mohicano recopilamos diez frases, no todas necesariamente de películas ancladas en el género romántico, que resumen a la perfección lo que significa el amor, para bien y para mal, en sus más variadas versiones.

    Casablanca (Michael Curtiz, 1942)

    Siempre tendremos París. No lo teníamos, lo habíamos perdido, hasta que viniste a Casablanca. Anoche lo recuperamos.

    Esta obra maestra de Michael Curtiz ostenta el privilegio de ser, junto a Lo que el viento se llevó (Victor Fleming, George Cukor, Sam Wood, 1939), uno de los paradigmas del género romántico. Su apasionante historia nos traslada a la exótica y peligrosa Casablanca de los turbulentos tiempos de la Segunda Guerra Mundial, donde Rick Blaine (Humphrey Bogart), el propietario de un prestigioso Café, se reencuentra con su gran amor de juventud, Ilsa (Ingrid Bergman), ahora casada con el líder de la resistencia Victor Laszlo (Paul Henreid). La pareja rememora así una historia que se convirtió en eterna en París, muchos años atrás, propiciando uno de los triángulos amorosos más famosos de la Historia. Casablanca presenta un amor despojado de egoísmo, ya que el protagonista masculino es capaz de renunciar a la mujer de su vida, buscando lo que es mejor para ella y anteponiendo el sentido común a los deseos, a veces contraproducentes, del corazón. A Rick e Ilsa siempre les quedará París y a nosotros, el público, siempre nos quedará esta obra imperecedera, repleta de diálogos inolvidables, casi tanto como su agridulce desenlace en el aeropuerto..

    Carta de una desconocida (Letter from an Unknown Woman, Max Ophüls, 1948)

    Si esta carta llega a tus manos, verás cómo fui tuya sin que tú siquiera supieses que existía.

    Esta obra cumbre del melodrama romántico destaca por su esmerada puesta en escena y unas memorables interpretaciones de Joan Fontaine y Louis Jordan. A contracorriente de los empalagosos romances que nos llegaban de Hollywood, Carta a una desconocida habla de los amores no correspondidos (u olvidados), aquellos en los que una parte de la pareja pone toda la carne en el asador, sufriendo hasta extremos enfermizos por ello, mientras que la otra termina el viaje con el corazón intacto, debido a su falta de involucración sentimental. La historia de un aclamado pianista que descubre, a través de una carta, el amor que le procesó una mujer a la que ni recuerda, durante largos años, continúa manteniendo intacta su capacidad para remover las entrañas del espectador gracias a la elegancia y enorme lirismo de sus imágenes, cortesía de un Max Ophüls en estado de gracia.

    Verano del 42 (Summer of '42, Robert Mulligan, 1971)

    Nunca la volví a ver. Ni supe nunca que había sido de ella. Entonces éramos distintos. Los niños éramos distintos, tardábamos mucho en entender lo que sentíamos. La vida está hecha de continuos ir y venir. Y por cada cosa que encontramos, hay algo que dejamos atrás. En un sentido muy especial, yo perdí a Hermie para siempre.

    Pocas veces se ha visto en el cine una historia de amor iniciático entre un adolescente que se enamora por primera vez y una mujer madura. Verano del 42 nos traslada a una época en que Hermie y sus amigos disfrutaban su juventud, ajenos a la Segunda Guerra Mundial que azotaba al mundo, con sus primeros flirteos con el sexo opuesto y las noches de cine de verano. El joven Gary Grimes está magnífico, cayendo enamorado (y el público con él) ante la enorme belleza de una Jennifer O´Neill metida en la piel de Dorothy, la esposa que espera largamente el regreso de su marido del frente. Estamos ante una obra maestra del género, nostálgica e intimista, acompañada por los inolvidables acordes de la música de Michael Legrand, merecidamente recompensada con un Óscar. Dicen que el primer amor nunca se olvida, ya que deja huella una huella imborrable en el corazón. Este filme lo ejemplariza como ningún otro.



    Cuando Harry encontró a Sally  (When Harry Met Sally, Rob Reiner, 1989)

    He venido aquí esta noche porque cuando te das cuenta de que quieres pasar el resto de tu vida con alguien deseas que el resto de tu vida empiece lo antes posible.

    Meg Ryan se convirtió, de la noche a la mañana, en la reina de la comedia romántica norteamericana, gracias a su papel de Sally en esta exitosa película. A diferencia de la mayoría de las que rodaría después, Cuando Harry encontró a Sally está destinada a perdurar en la memoria gracias al excelente y agridulce guión de Nora Ephron que fue nominado al Óscar. En él se hace un tierno y divertido retrato de sobre las relaciones entre hombres y mujeres. El Harry interpretado por Billy Crystal no cree que un hombre pueda ser únicamente amigo de una chica sin que surja algo más, pero su relación con Sally a lo largo de los años le hará pensar que sí puede ser posible. Aquí tenemos un amor forjado a fuego lento, que empieza como una amistad para transformarse, con el paso del tiempo, en algo más profundo y dependiente. Una escena para el recuerdo: el simulacro de orgasmo que se marca la Ryan en medio de un restaurante repleto de gente.

    Los puentes de Madison (The Bridges of Madison County, Clint Eastwood, 1995)

    Creo que los lugares en que he estado y las fotos que he hecho durante mi vida me han estado conduciendo hacia ti.

    Siguiendo la estela de la legendaria Breve encuentro (David Lean, 1945), esta obra maestra de Clint Eastwood nos habla del amor maduro, ese que aparece cuando ya no se espera, en forma de último tren de la vida para ser feliz. También es un amor condenado a ser vivido con intensidad en un corto espacio de tiempo, y en la clandestinidad, por las circunstancias en las que se encuentran los protagonistas. Una inconmensurable Meryl Streep como Francesca, la hastiada ama de casa a la que su familia deja unos días sola en la granja y el propio Eastwood en el papel del fotógrafo Robert Kincaid que toca a su puerta buscando unos puentes cercanos que fotografiar, personifican un amor ilusionante y prohibido, en el que su futuro incierto se decide durante el tiempo que tarda un semáforo rojo en ponerse verde, en el interior de un coche, bajo la lluvia. Es momento de elegir entre romper con una vida infeliz y rutinaria para partir en busca de aventuras o resignarse para siempre. ¿Quién ha dicho que el amor no es doloroso?



    Notting Hill (Roger Michell, 1999)

    Solo soy una chica delante de un chico, pidiéndole que la quiera.

    Richard Curtis, futuro director de la dulce Love Actually (2003) se encarga del guión de esta encantadora comedia romántica “a la inglesa”, que enfrenta a William, el tranquilo propietario de una tienda de libros del popular barrio londinense, con la estrella de cine Anna Scott. Hugh Grant y Julia Roberts forman una pareja decididamente inolvidable, realizando ella casi una parodia de su imagen creada tras el éxito de Pretty Woman (Garry Marshall, 1990). Un amor imprevisible que deberá sobrevivir a la presión externa de paparazzis, opinión pública y dos maneras diametralmente opuestas de entender la vida, solo posible cuando ella sea capaz de bajarse del pedestal, despojándose de todo atisbo de glamour, para convertirse en una chica normal que sólo busca cariño.



    Memento (Christopher Nolan, 2000)

    No me acuerdo de olvidarte.

    Este prodigioso thriller plagado de trampas y sorpresas le abrió a Christopher Nolan las puertas de Hollywood, propinándole sendas nominaciones al Óscar al mejor mejor guión original y mejor montaje. Guy Pearce hizo un papelón como Leonard, un hombre obsesionado con encontrar al asesino de su esposa para vengarse. ¿El problema? Padece un extraño desorden mental que le imposibilita generar nuevos recuerdos. Para ello, utiliza su piel para ir dejando constancia de sus descubrimientos, a través de enigmáticos tatuajes que cada día debe descifrar. El de Memento es un amor obsesivo, invadido de sentimiento de culpa, capaz de permanecer en la memoria de su protagonista aun cuando éste no es capaz de recordar nada más. No es una película estrictamente romántica pero, sin duda, el de Leonard es uno de los (anti)héroes románticos más desesperados del cine del siglo XXI.



    Moulin Rouge (Baz Luhrmann, 2001)

    Pase lo que pase, pase lo que pase te amaré hasta el final del tiempo… hasta el día de mi muerte.

    “Lo más grande que te puede pasar es amar y ser correspondido”, pensaba el bohemio escritor Christian (Ewan McGregor) antes de conocer a la bellísima Satine (Nicole Kidman), la estrella del Moulin Rouge. Pese a las pocas probabilidades de que eso pudiera suceder, la joven olvida momentáneamente su vida de frivolidades y ambiciones de casarse con alguien poderoso, en brazos del inexperto Christian, que únicamente le ofrece su amor verdadero. Una historia que pone en peligro, no solo la carrera de Satine, sino también las vidas de ambos amantes. Como bien dice la frase, estamos ante un amor que sólo la muerte puede truncar. Y es que Moulin Rouge, bajo su apariencia colorista, excesiva y superficial, esconde, bajo su gruesa capa de plumas y lentejuelas, uno de los romances más fatalistas y emocionantes del cine reciente.



    Big Fish (Tim Burton, 2003)

    No me conoces, pero me llamo Edward Bloom... y te quiero. Pasé los últimos tres años trabajando para averiguar quién eres. Me dispararon, me acuchillaron, y me pisotearon varias veces. Me rompí las costillas dos veces. Pero todo valió la pena, por verte ahora... y finalmente poder hablar contigo. Porque estoy destinado a casarme contigo.

    Auténtica obra de madurez de Tim Burton, que utiliza su infinita imaginería visual y su gusto por los personajes excéntricos y estrafalarios para ponerlos al servicio de una historia de mayor calado dramático al que nos tenía acostumbrados –a pesar de la gran emotividad de Eduardo Manostijeras (1990)–. Albert Finney encarna a Edward Bloom, un anciano en el ocaso de su vida que siempre se ha traído de cabeza a su familia con sus imaginativas historias de juventud, salpicadas de gigantes, brujas y hombres lobo, por lo que nunca se sabe a ciencia cierta dónde acaba la realidad y comienza la fantasía. En estos últimos momentos de su vida, Edward estrechará lazos con su hijo William, comprometido con la causa de desentrañar aquellos relatos para conocer al verdadero hombre. Cómo no, la historia esconde un hermosísimo romance entre dos personas predestinadas a pasar el resto de sus vidas juntas. La realidad disfrazada de mágico cuento de hadas.



    El diario de Noa (The Notebook, Nick Cassavetes, 2004)

    El mejor tipo de amor, es aquel que despierta el alma, te trae paz a la mente y te hace aspirar a más, eso es lo tú me has dado y lo que yo he esperado darte siempre.

    Pese a quien pese, este drama romántico basado en una obra del inefable Nicholas Sparks se ha convertido por méritos propios en todo un referente del género en la última década y ejemplo a seguir por multitud de cintas posteriores. Ryan Gosling y Rachel McAdams (y James Garner y Gena Rowlands en su etapa madura) desprenden química en una de esas historias de amor, la de Noah y Allie, que comienzan en la adolescencia, ante la oposición de todos, y que logran superar todas las trabas de la vida. Una pasión que está por encima de clases sociales, guerras y enfermedades que hacen olvidar, perfectamente retratada en pantalla a través de frases y situaciones que llegan al corazón sin cargar las tintas en la tragedia más de lo necesario.


    Jose Antonio Martín
    redacción Las Palmas de Gran Canaria
    El perdón Fantasías de un escritor Memoria Clara Sola
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