Invasión asiática en el prólogo
Crónica de la primera jornada de la 47ª edición del Festival de Sitges
Parece mentira que, paseando por las calles de Sitges, uno pueda sentirse estresado. Sus vías serpenteantes, sus playas, su casco histórico… Todo parece puesto estratégicamente para repeler el estrés. Hasta que llega su festival de cine para cargarse todo el chiringuito. Sanamente, eso sí. Ojalá todas las preocupaciones en esta vida fuesen por intentar cuadrar, en un pobre horario personal, la espectacular tromba de películas que este año propone un Festival de Sitges más hipervitaminado que nunca. Más largometrajes, más secciones y más actividades paralelas son también más quebraderos de cabeza. Porque el público fiel de Sitges no solo es equilibrista por naturaleza, sino que también es el encargado de tomar difíciles (a veces traumáticas) decisiones. Sitges significa comidas mandadas a tomar viento porque dos o tres películas te ocupan todo un mediodía. Significa decidir entre lo último de Jean-Luc Godard o Fabrice du Welz, porque sus últimos trabajos no solo comparten mismo día y misma hora, sino que son sesiones únicas, como muchos de las propuestas que se presentan esta año. Significa que solo se va a tener una oportunidad para ver lo último de Isao Takahata, experimentar la dureza de las imágenes de The Tribe o afrontar los 200 minutos del último trabajo de Bruno Dumont. En otros festivales existirían decisiones de fácil resolución, pero en Sitges las cosas parecen funcionar de otra manera. Aquí no existe la tregua si uno quiere estar en la cresta de la ola.
Hablar de Sitges es hablar de una eterna historia de AMOR-odio. Siempre en mayúsculas lo primero, ojo. Porque por mucho que nos peleemos con los horarios, que tengamos que decir adiós a unas películas que teníamos marcadas en rojo en la agenda mientras que en otras salgamos maldiciendo hasta la madre del apuntador, que durmamos lo justo o que en esa semana no sigamos la mejor dieta del mundo; nada en el mundo nos haría renunciar a esta semana que llevamos esperando todo un maldito año. Sitges es amor por el cine, charlas interminables, sanas discusiones y epifanías fílmicas con aquella película con la que nadie daba un duro. O, simplemente, confirmar las mejores expectativas con aquella ansiada propuesta que quizás nunca pueda verse estrenada en este país. Así que basta de drama porque, por encima de todo, adoramos este festival. Sitges 2014 ya está aquí. Nosotros ya estamos pateando las calles de esta preciosa localidad catalana, listos y con ilusión para traeros todo lo que se cuece dentro de 10 días de absoluto despiporre fílmico. Saldremos vivos de esta.
Creep
Creep parte de dos elementos de una importancia incontestable para considerar el debut en el largometraje de Patrick Brice como una propuesta a tener en cuenta. El primero es saber gestionar, con cierta soltura, los peligrosos y resbaladizos terrenos del found footage. No solo a partir de una historia mínima, en la que se busca retorcer los mecanismos del terror hasta convertirlos en parodia, sino también por poner el foco de atención en el propio cuerpo y rostro de un actor que acaba canibalizando todo. El actor es Mark Duplass, cara visible del nuevo cine indie norteamericano, máximo avalista de la propuesta y la encarnación del segundo elemento que eleva la calidad de una propuesta como Creep.
La malsana historia que surge entre el realizador audiovisual y Josef (Mark Duplass), su objeto de trabajo, es también una historia de seducción visual marcada por la ruptura. Ante la revelación de un acto horrible perpetrado por Josef años atrás, la imagen vuelve a negro y solo permanece su voz. Descontaminado, el cuerpo, el rostro de Duplass ha permanecido al margen de la narración visual de esos hechos. Como también lo estará en los momentos más perturbadores del filme, allí donde su rostro permanecerá oculto bajo una grotesca máscara de hombre lobo. Y será, precisamente, el rostro su capacidad seductiva, lo que desencadenará el desenlace de un trabajo repleto de agradables y sanas dosis de mala uva. | ★★★★★ |
Estados Unidos, 2014, Creep. Dirección: Patrick Brice. Guion: Patrick Brice, Mark Duplass. Productora: Blumhouse Productions. Presentación oficial: South by Southwest 2014. Premiere europea: Locarno 2014. Música: Kyle Field, Eric Andrew Kuhn. Reparto: Mark Duplass, Patrick Brice. Apartado Sitges 2014: SECCIÓN FANTÀSTIC PANORAMA.
Cub
Pocas cosas pueden llegar a aterrorizar más en la gran pantalla que ver a un niño convertido en una fría e imparable máquina de matar. Entre otras cosas, porque la infancia es la garante de una época en que la inocencia todavía se mantiene intacta. Pero cuando ésta se rompe puede salir algo realmente monstruoso. Normalmente, es en el mundo adulto donde se centra el punto de mira de esos niños de inocencia violada. En parte porque es desde ese lugar donde se puede empezar a rastrear el origen de muchas de esas infancias quebradas.
El cine de género siempre ha intentado explotar este filón para asustar a la platea. Algunas con mucha más fortuna que otras. Cub, desde el grupo de las menos afortunadas, parte de dos infancias destruidas que se miran a en un mismo espejo: la de Sam, un niño de 12 años con algún tipo de trauma pasado que nunca llegamos a descubrir; y su reverso tenebroso en forma de niño salvaje, reducido a su estadio más primario y presentado como la mascota que atrae las presas de un psicópata que vaga por los bosques en alguna zona de la frontera franco-belga. Sam, rechazado por los chicos de su edad y un mundo adulto que no lo alcanza a comprender; y el niño salvaje al que el adulto ha conseguido reducir y manipular hasta convertirlo en animal. Ambos, la cara de una misma moneda, vagan por un camino ya recorrido por uno y comenzado a explorar por el otro. Pero todo lo que Cub tiene de interesante sobre el papel se pierde en su conversión fílmica. No solo por su puesta en escena plana y desganada sino porque en su mirada a los referentes norteamericanos del género, vuelve a transitar por los mismos tópicos como si jamás hubiesen existido. Algo realmente decepcionante cuando se vislumbra un esfuerzo por intentar desmarcarse de aquel grueso de producciones de las que Cub, finalmente, acaba formando parte. | ★★★★★ |
Bélgica, 2014, Welp. Dirección: Jonas Govaerts. Guion: Jonas Govaerts, Roel Mondelaers. Productora: Potemkino. Presentación oficial: Festival de Toronto 2014. Premiere europea: Festival de Sitges 2014. Música: Steve Moore. Fotografía: Nicolas Karakatsanis. Reparto: Maurice Luijten, Titus De Voogdt, Stef Aerts, Evelien Bosmans, Jan Hammenecker. Apartado Sitges 2014: SECCIÓN OFICIAL FANTÀSTIC SITGES 47.
Seventh Code | The Pinkie
Quizás no sea tan caprichosa la decisión de programar Seventh Code, la última película de Kiyoshi Kurosawa, con The Pinkie, el colorista delirio pop de Lisa Takeba. Precisamente, lo pop parece tener una presencia casi determinante en una y otra película. En ambos casos, sin embargo, todo parece fuera de lugar. En The Pinkies por su exceso, y, en Seventh Code, por aparecer como un arrebato a destiempo.
Sin embargo, son, precisamente, cuerpos fuera de lugar los que ocupan el epicentro narrativo de la propuesta de Kiyoshi Kurosawa. A saber: Akiko (Atsuko Maeda), una misteriosa chica japonesa que llega a la remota ciudad rusa de Vladivostok con la intención de encontrarse con un hombre de negocios, también japonés; un propietario nipón que regenta un restaurante de comida oriental y su socia, una joven china. Todos parecen atrapados en un espacio extraño y ajeno, mientras la trama mira cada vez más de reojo al cine de Hitchcock. Lejos del mundo naïf, inofensivamente transgresor, a medio camino de un reverso multicolor entre el cine de Sofia Coppola y el de Michel Gondry que propone Takeba, el de Seventh Code aparece marcado por un oscuro juego de apariencias en lo que nada es lo que aparenta ser. Ni Akiko será una ingenua desesperada por un amor imposible, el cual parece seguir a los confines del mundo, ni tampoco será el rol adoptado hacia la resolución de la película. La torpe y brusca inclusión del videoclip con la propia Atsuko Maeda, cantante pop convertida en actriz para la ocasión, parece apuntar en esa misma dirección: desmontar la farsa y el artificio que oculta toda ficción. | ★★★★★ | | ★★★★★ |
Japón, 2013, Sebunsu kodo. Dirección: Kiyoshi Kurosawa. Guion: Kiyoshi Kurosawa. Productoras: AKS Co. / Django Film / Nikkatsu. Presentación Oficial: Festival de Locarno 2013. Premios destacados: Mejor dirección en el Festival de Roma 2013. Fotografía: Shinya Kimura. Música: Yusuke Hayashi. Reparto: Atsuko Maeda, Ryohei Suzuki, Aissy, Hiroshi Yamamoto. Apartado Sitges 2014: NOVES VISIONS EXPERIMENTA.
Japón, 2014, Samayou koyubi. Dirección: Lisa Takeba. Guion: Lisa Takeba. Presentación oficial: Festival de Róterdam. Música: Kentarô Fujinaga. Fotografía: Shinji Kugimiya. Reparto: Reon Kadena, Takashi Nishina, Ryôta Ozawa, Tokitoshi Shiota, Haruka Suenaga, Miwako Wagatsuma. Apartado Sitges 2014: NOVES VISIONS EXPERIMENTA.
Han Gong-ju
La primera película de Lee Su-jin, habla también de identidades rotas que viven en un cuerpo en tránsito. A diferencia de la propuesta de Kiyoshi Kurosawa, el cuerpo de la Han Gong-Ju que da nombre al título de la película, es un cuerpo en obligado movimiento porque ha sido expulsado de su propio núcleo familiar. El de una madre que se desentiende, un padre borracho y una sociedad que le ha dado la espalda a raíz de un trágico suceso. Pero aunque existe una explicación que, finalmente, da forma a las razones de la ruptura, bastaría con señalar, de forma simple, el egoísmo de un mundo adulto que solo actúa por interés propio, abandonando a su suerte a los propios relevos generacionales cuando estos amenazan con promover el qué dirán de una sociedad pacata y cruel.
Las dos Gong-ju que parecen convivir dentro del relato, la alegre y su reverso surgido del trauma, recorren un camino que al final terminará encontrándose en un oscuro callejón. El de ese misterioso suceso, agazapado entre flashbacks, y ese mismo pasado que amenaza con regresar para hipotecar cualquier posibilidad de futuro. Por esa misma razón no será simple pose estética la apuesta de Lee Su-jin por una estructura narrativa que, sin rubor, mira a los guiones que Guillermo Arriaga firmó para las primeras películas de Alejandro González Iñárritu. La resolución del rompecabezas narrativo es la crónica decadente de una sociedad podrida hasta la médula. Porque al final, camuflado bajo las formas del drama (a veces decantado hacia cierto tremendismo), lo que en realidad esconde Han Gong-Ju es una enérgica denuncia social bajo un tenebroso relato de terror a la vuelta de la esquina. | ★★★★★ |
Corea del Sur, 2013, Han Gong-Ju. Director: Lee Su-jin. Guion: Lee Su-jin. Productora: Vil Lee Film. Presentación oficial: Festival de Busán 2013. Premiere europea: Festival de Róterdam. Premios destacados: Tiger Award a la Mejor Película en el Festival de Róterdam. Música: Kim Tae-Sung. Fotografía: Hong Jae-Sik. Reparto: Chun Woo-Hee, Jung In-Sun, Kim So-Young, Lee Young-Ran, KimChoi Yong-Joon. Apartado Sitges 2014: NOVES FICCIONS.
Daniel Jiménez Pulido
Enviado especial a la 47ª edición del Festival de Sitges