Egocentrismo y transformación indie
crítica a Transparent (2014-) | Primera temporada. | ★★★ |
Amazon | 1ª temporada: 10 capítulos | EE.UU, 2014. Creadora: Jill Soloway. Directoras: Jill Soloway, Nisha Ganatra. Guionistas: Jill Soloway, Bridget Bedard, Micah Fitzerman-Blue, Noah Harpster, Ali Liebegott, Ethan Kuperberg, Faith Soloway. Reparto: Jeffrey Tambor, Gaby Hoffmann, Amy Landecker, Jay Duplass, Judith Light, Melora Hardin, Rob Huebel, Alexandra Billings, Carrie Brownstein, Lawrence Pressman, Abby Ryder Forston, Zachary Arthur, Alyvia Alyn Lind, Bradley Withford, Kathryn Hann. Fotografía: Jim Frohna. Música: Dustin O´Halloran.
A veces el bombo mediático en el que se ve envuelta una serie puede ser su mayor enemigo, ya que crea unas expectativas sobre su calidad y efecto, francamente, nada realistas. El estreno de Transparent, comedia dramática que parte de las experiencias personales de su creadora, trajo críticas superlativas, resultados espléndidos y una renovación apenas dos semanas después de su estreno. El portal Amazon continúa su camino en la producción de series originales tras la magnífica Alpha house (2013-) y la cancelada Betas (2013-2014), y lo hace estrenando la temporada entera el mismo día, pero con la originalidad de dejar que la respuesta de los usuarios sea determinante en la entrada a producción de una serie. Transparent estrenó su piloto en febrero, y el muy positivo recibimiento hizo que la serie pagara por una temporada de nueve episodios más, además de volver a rodar partes del piloto para sustituir algunos intérpretes. La estrategia del portal está clara: producir comedias de carácter indie con directores/guionistas de este mundillo que exploran mundos realistas de forma cinematográfica. No es lo único que hacen (un vistazo a sus otros pilotos ya aprobados demuestra variedad), pero como apuesta es segura.
Los resultados han sido positivos. La audiencia ha mostrado su interés en la historia de la familia Pfefferman, cuyo patriarca decide dar el paso público de revelar su identidad femenina y empezar el proceso para ser Maura, ya nunca más Mort. La noticia cae como una bomba en sus tres hijos, cada uno pasando por su propia crisis existencial, con su ex-mujer y madre de los chicos, Shelly, de espectadora de fondo. Sarah, la mayor, dinamita su matrimonio al reencontrarse con una ex-novia; Josh va destrozando su vida en la búsqueda de la relación perfecta y Ally, la más interesante de los tres, vive la vida al momento y sin pensar mucho las cosas. Los tres representan esa idea tan actual del inmaduro eterno, el Peter Pan egoísta que el mundo ha creado. El problema es que parece que estemos ante un manual de esa idea, de forma que los personajes emiten una sensación constante de déja-vu y nada de lo que les pasa sorprende, aunque sea lo pretendido todo el rato. Solo se atisba complejidad en la vida de Ally, pero la duda está presente siempre en su historia. Incluso la configuración del reparto revela indirectamente las intenciones de Jill Soloway. Jay Duplass como Josh (rey del mumblecdore, esa corriente del cine indie caracterizada por hacer de la falta de medios, la improvisación como parte de la historia y el uso de canales alternativos para su distribución); Gaby Hoffmann como Ally (actriz genuinamente independiente y neoyorquina) o Carrie Brownstein como Syd (mitad de un gran dúo cómico de look hipster con Fred Armisen). Digámoslo ya, el mayor foco de interés de Transparent es el comienzo de la historia de Maura, tratada con la mezcla perfecta de mimo, complejidad y cero condescendencia. Fuera de esa trama no hay mucha emoción genuina y sí cálculo de guionista.
Jeffrey Tambor, en su trabajo con el viaje de Maura, es el Dios salvador de Transparent. Este superdotado actor cómico, cuyos ojos siempre apuntan a un pozo de melancolía, se lanza sin red y compone un personaje mayúsculo, equilibrando su masculinidad y feminidad en un solo cuerpo, el de un actor sin miedo. Está destinado a amasar merecidas nominaciones, y esperemos que premios, en los próximos meses. Una prueba del compromiso como espectador para con la serie y lo que cuenta es emocionarse en las escenas en las que Mort empieza a encontrar a Maura, ya sea solo o en la compañía de Mark (un extraordinario Bradley Whitford), que se convierte en Marcy por placer, no necesidad. Si el público recibe con risas o incredulidad los delicados momentos, es que su tono es un tanto condescendiente, lo cual se daría de bruces con la intención teórica de la serie: desdramatizar la experiencia de un despertar de identidad sexual en la llamada tercera edad. Los viajes a 1992/1994 son de lo mejor de la serie, tanto cuando se centran en la amistad Maura/Marcy como cuando mira hacia el hogar roto de los Pfefferman (gran casting el de los intérpretes adolescentes, muy parecidos a sus yo-adultos).
Conforme avanza la temporada y las tramas se van asentando, queda clara la intención de Soloway (que curiosamente dirige más episodios de los que escribe, siete vs. tres) de ofrecer una idea del proceso de transformación de un ser humano, sea ésta más o menos radical. Ninguno de los cinco personajes protagonistas van a terminar la temporada como la empezaron, y es mérito de la mirada dulce pero dura de los guionistas que la bilis acumulada explote como una fragancia, aunque amarga. Jill Soloway trabajó en A dos metros bajo tierra (2001-2005), lo cual se nota y establece sin querer un difícil precedente. La gran diferencia es que la magnífica serie de Alan Ball trataba con sentimientos en crudo, haciendo la experiencia a veces incómoda. El tono cómico de Transparent, más efectivo a veces (la relación entre los hermanos, de gran química) que otras (la caricaturesca matriarca judía), tiñe un relato amargo de colores cálidos, con la sensibilidad indie, tan fácil de fabricar en la actualidad, como la mejor opción posible. La serie acaba cayendo en algunos convencionalismos de los que su arranque prometía escapar, como la dinámica de Sarah tras el divorcio (espejismo de novedosa por el elemento bisexual) o el funeral para cerrar la temporada, usado como reunión climática donde las tensiones acumuladas explotan y los personajes se atreven a decirse las cosas, para además terminar con una forzada reunión de seres heridos porque “familia solo hay una”. Con todo expuesto y los personajes en su lugar más descarnado, queda el foco de luz que es Maura para mantener nuestro interés y la promesa de una nueva temporada como la oportunidad de la creadora para afianzar el potencial de su serie. Muchos claman que todo es sublime, pero otros somos de la opinión de que si Jill Soloway fuera tan libre como su padre real lo fue, Transparent ganaría enteros. A ver qué ruta sigue. | ★★★★★ |
Adrián González Viña
redacción Sevilla