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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | El juez

    El juez (The Judge, 2014), dirigida por David Dobkin.

    The Tin Man

    crítica a El juez (The Judge, 2014), dirigida por David Dobkin. ★★

    Dentro del drama judicial, las figuras del héroe y el villano se desdibujan de tal manera que el propio acusado deja de ser el centro de la trama. En su lugar, será el abogado defensor quien represente el papel de “bueno” —siempre que el presunto criminal sea inocente de los cargos por los que se le imputan— o “malo” —cuando su defendido sea, en efecto, culpable—. De este modo, el letrado hollywoodiense solía personificar el rol patriótico característico de la industria americana como un estandarte de la justicia implacable. Encontramos así en la sensacional novela de Harper Lee, Matar a un ruiseñor (To Kill a Mockingbird, 1960), adaptada dos años después al cine por Robert Mulligan, un claro ejemplo del defensor de causas perdidas, un abogado que se enfrentaba al despiadado sistema racista con el objetivo de que Tom Robinson, un afroamericano falsamente acusado de violar a una mujer blanca, fuera puesto en libertad. Con esta obra, tanto el cine como la literatura buscaban reconciliarse con el retrato del perdedor, mostrando a un hombre corriente como ídolo de masas, sin las excepcionales aptitudes con las que se había encarnado al heroico triunfador hasta la fecha, producto de un esquema muy ligado al tradicionalismo épico medieval. Posteriormente, la cinematografía buscaría rediseñar la “triste figura” del personaje exitoso, explorando la idiosincrasia de los abogados sin escrúpulos, aquellos que serían capaces de defender al mismo Lucifer sólo por dinero —El abogado del diablo (Devil’s Advocate, 1997)—, aunque éstos serían posteriormente redimidos por el relato cinematográfico mediante una acción piadosa que los pusiera de parte del público y los salvara de sus crisis existenciales (Philadelphia, 1993). Así encontramos a Hank Palmer, el protagonista de El juez (The Judge), un prestigioso abogado que disfruta sin remordimientos de las prerrogativas que su estatus le aporta. Unos beneficios que, como comprobaremos posteriormente, sí le acarrean otro tipo de lacras sociales a las que tendrá que hacer frente de forma inexorable.

    El juez (The Judge, 2014), dirigida por David Dobkin.

    Es, precisamente, su actitud jubilosa la que nos plantea el primer conflicto. El protagonista se muestra arrogante, obstinado y sin ningún arrepentimiento aparente por defender a la escoria de peor calaña de la ciudad, por lo que el espectador, pese a ser consciente de su rechazo empático, no puede evitar sentir cierta atracción por la carismática actitud de Palmer. Se renuncia desde el principio a la imagen del abogado que se odia a sí mismo por ser bueno en su trabajo y evitar la condena de despiadados criminales, que salen impunes por culpa de las grietas del sistema judicial, visibles gracias a su pericia burocrática. Hasta ahora, el éxito laboral de estos picapleitos les condenaba a una vida privada llena de miseria. Personas implacables y herméticas sin debilidades que ahogaban sus penas en una botella de Brandy con la que compartían más que el amargo elixir. Sólo frente a ella se despojaban de la coraza defensiva —Veredicto final (The Veredict, 1982)—. David Dobkin no pretende que sintamos lástima por su personaje, el director no se molesta en mostrar al perdedor arquetípico que, como Gregory Peck en la mencionada Matar a un ruiseñor, sufría el rechazo de la sociedad y pagaba sus buenas acciones con continuas denostaciones y salivazos, sino que presenta a un triunfador —laboral y emocional— que, por otro lado, no llegará a ser héroe debido al distanciamiento con su familia. Bien mirado, este drama judicial termina cediendo terreno a la temática genealógica como recurso mucho más efectivo de empatizar con el protagonista. Pronto nos damos cuenta de que el realizador envuelve a Hank en un ambiente de inestabilidad familiar: se encuentra en pleno proceso de separación, su madre ha muerto y su padre no quiere saber nada de él. Sin embargo, ese es un precio que el protagonista está dispuesto a pagar por mantener su actual nivel de vida, hecho que se evidencia cuando observamos la urgencia con la que el personaje principal quiere salir del pueblo en el que pasó su infancia, y al cual ha regresado para asistir al funeral de su madre. Debido a un desafortunado incidente, las cosas no saldrán tal como las tenía planeadas y, finalmente, se verá obligado a enfrentarse a los fantasmas de su pasado cuando su padre, el juez local, sea acusado de un crimen y él lo represente ante el tribunal por propia voluntad.

    El juez (The Judge, 2014), dirigida por David Dobkin.

    El dinámico comienzo del filme, donde asistimos a la mayoría de las acciones humorísticas del protagonista, un chico malo muy perspicaz y de verbo rápido que nos recuerda a Will Hunting (perfectamente interpretado por el estereotipado bocazas altanero que supone Robert Downey Jr. en sí mismo), se va rindiendo hacia la mitad del metraje a una flemática monotonía cargada con diálogos demasiado previsibles y escenas reiterativas que no aportan nada a la trama sino que, por el contrario, sobre-explican y provocan una duración excesiva que ni la siempre convincente actuación de Robert Duvall logra salvar del tedio. El guionista de Gran Torino (2008), Nick Schenk, se empeña en desarrollar un elevadísimo número de sub-tramas que originan unos diálogos tan numerosos como insustanciales. Dobkin se olvida del propósito inicial de la película, y termina forzando los recursos utilizados a lo largo de ella para que coincidan en un desenlace nada original y sin coherencia —los flashbacks de la infancia, la custodia de la hija, la novia del instituto, la joven y atractiva camarera…—. El realizador antepone la contundente demagogia a la sutileza, por este motivo su trabajo, pese a captar la atención de un amplio público predispuesto a tirar de pañuelo, termina ahogándose en sus pretensiones; hecho que podría haberse evitado con una temática menos ramificada y más centrada en el aspecto judicial, en cuyo caso la alternancia del dramatismo con el humor —que podría haberse oscurecido un poco más— hubiera sido más efectiva que en el presente caso; donde la relación paterno filial deviene inverosímil y demasiado ingenua como para, tan siquiera, llegar a tenerla en cuenta en un género en el que Yasujiro Ozu abordó el mismo escenario con inigualable discreción, y Thomas Vinterberg lo llevó a un nivel satírico arrollador. | ★★ |

    Alberto Sáez Villarino
    redacción Dublín (Irlanda)


    Estados Unidos. 2014. Título original: The Judge. Director: David Dobkin. Guion: Bill Dubuque, Nick Schenk, David Seidler. Duración: 141 minutos. Productora: Warner Bros. / Big Kid Pictures / Team Downey. Montaje: Mark Livolsi. Intérpretes: Robert Downey Jr., Robert Duvall, Vera Farmiga, Billy Bob Thornton, Dax Shepard, Vincent D'Onofrio, Leighton Meester, Melissa Leo, David Krumholtz, Balthazar Getty, Sarah Lancaster, Ian Nelson, Ken Howard, Grace Zabriskie. Presentación oficial: Festival Internacional de Toronto 2014.


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