Fin de semana sin emociones
Crónica de la quinta jornada de la 58ª edición del Festival de Londres
El festival llega a su ecuador sin demasiadas agitaciones. El primer domingo suele estar reservado al descanso, con pocas películas de interés, quizás para coger fuerzas de cara a la apoteosis de la semana que viene, donde podremos ver varias de las seguras contendientes a la temporada de premios, además de algunos de los grandes éxitos de festivales previos. La primera en llegar, X + Y (Morgan Matthews, 2014), gustó considerablemente a la prensa, que ha alabado en especial la interpretación de Asa Butterfield (La invención de Hugo, El juego de Ender). El joven actor logra un convincente trabajo como un muchacho autista que establece una muy particular relación con su profesor particular de matemáticas (Rafe Spall); si bien la historia no es nada que no hayamos visto ya, está contada de forma emocionante y todas sus piezas funcionan. Algo que no se puede decir de la iraní A Girl Walks Home Alone at Night (Ana Lily Amirpour, 2014), curiosa mezcla de western pseudo-intelectual e historia de vampiros hipsters que obtuvo más o menos las mismas reacciones que a su paso por Sitges. Aunque la propuesta sonaba interesante a priori, se hace aburrida y bastante convencional, además de sufrir la sombra de la estupenda Sólo los amantes sobreviven (Jim Jarmusch, 2013), de temática similar, que pasó el año pasado por el festival. La terna de pases de prensa se ha cerrado con My Old Lady (Israel Horovitz, 2014) [imagen], adaptación de la obra teatral del mismo título que devuelve a las mejores versiones de tres excelentes actores que hacía tiempo que no recibían papeles con tanta chicha: Kevin Kline, Kristin Scott-Thomas y Maggie Smith. Es una pena que ninguno de ellos vaya a estar en las quinielas de la temporada de premios, porque todos ellos —y especialmente Kline— están soberbios.
Los pases públicos han sido sobre todo repeticiones de películas que se han ido estrenando durante los primeros días del festival. Entre las excepciones, podemos contar con la hispano-argentina Betibú (Miguel Cohan, 2014), que llegaba al festival avalada por ser “de los productores de El secreto de sus ojos”. Ése, precisamente, ha sido su mayor problema a la hora de conectar con el público –igual que lo fue el de El niño, al venderse como “de los creadores de Celda 211”-. Poca asistencia y quejas de que la película era “demasiado argentina”, aunque buena acogida a los actores, en especial a José Coronado y Mercedes Morán. El otro largometraje a destacar es Spring (Justin Benson y Aaron Moorhead, 2014), que ha gustado… al público de menos de veintitantos, claro. Spring es otro caso de filme que se ha vendido mal, haciéndonos creer que estábamos ante un mix de Antes de amanecer (Richard Linklater, 1995) y terror lovecraftiano, cuando en realidad estamos ante poco más que un capítulo de Buffy, cazavampiros de hora y media y sin la presencia de la inefable mata-chupasangres creada por Joss Whedon. Y más o menos con el mismo presupuesto. Lo cierto es que resulta simpática por momentos, y su actriz protagonista, la alemana Nadia Hilker, funciona bastante bien en su papel, pero la cinta se acaba haciendo pesada y, por momentos, bordea el ridículo, tanto a nivel argumental como visual.
Poco más ha dado de sí el domingo. Mañana llegan Reese Witherspoon (Wild), la monumental representante rusa a los Óscar (Leviathan) y el tándem Mads Mikkelsen-Eva Green (The Salvation). La cosa empieza a animarse, esperemos que de una vez por todas.
Judith Romero
Enviada especial a la 58ª edición del Festival de Londres