Arranque en falso
Crónica de la segunda jornada de la 58ª edición del Festival de Londres
Comienzo no demasiado esperanzador para el primer día realmente activo del festival, al menos en el turno de las proyecciones para la prensa. La última —y cargante, y aburrida— película de Jason Reitman, Men, Women & Children [crítica TIFF], ha sido la primera en ver este año el equivalente británico a los abucheos: el abandono de la sala. La prensa británica, como he mencionado alguna que otra vez, es bastante fría a la hora de reaccionar, tanto en positivo como en negativo, y si bien se pueden llegar a escuchar algunos aplausos (señal de que una película ha gustado, y mucho), en ningún momento se viven escenas como las de San Sebastián o Cannes, con la sala haciendo patente su desagrado para con la cinta de turno. Haciendo honor a su fama de estoicos, la señal máxima de desprecio en Londres es ver a los periodistas abandonando la sala en masa a media película, como ha sucedido esta mañana. Mejor suerte ha tenido el Pasolini [crítica TIFF] de Abel Ferrara, que a pesar de haber dejado a la concurrencia con una enorme sensación de frialdad, ha conseguido mantener a todo el mundo en su sitio. Y es que, después de ese biopic bigger than life que fue Welcome to New York, todo el mundo esperaba Pasolini con mucha expectación. Sin embargo, el retrato que Ferrara ha realizado del director de Teorema resulta vacío, forzado y decepcionante, a pesar de algunas escenas de gran belleza y de un inmenso Willem Dafoe que canaliza más que interpreta a Pier Paolo Pasolini. La única que se ha saldado con buenas críticas (si bien bastante descolocadas) ha sido la primera representante de la sección oficial, The Duke of Burgundy (Peter Strickland, 2014), que parece tener bastantes posibilidades de alzarse con el premio a la mejor película —aunque todavía es muy pronto para aventurar: lo mismo pasó el año pasado con The Selfish Giant (Clio Barnard, 2013), y al final se fue de vacío ante Ida (Pawel Pawlikowski, 2013)—.
En los pases para el público, dominado por películas de temática militar, ha ido algo mejor, con Camp X-Ray (Peter Sattler, 2014) gustando bastante a pesar de la acartonada interpretación de Kristen Stewart. La película, hija bastarda de las primeras escenas de La noche más oscura (Kathryn Bigelow, 2012) —pero que a nadie se le ocurra pensar que eso sirve para compararlas— cuenta con bastantes ideas interesantes, e incluso con una más que solvente interpretación por parte de Peyman Moaadi, el protagonista de Nader y Simin, una separación (Asghar Farhadi, 2011). Pero el excesivo protagonismo de Stewart, que basa todo su concepto de interpretación en poner caras raras, mascar chicle y compartir con el mundo su síndrome de piernas inquietas, reduce a poco más que pasable una película que podría haber dado mucho más de sí. Queen and Country (John Boorman, 2014), de la que mañana tendremos crítica, ha enganchando a los más veteranos del lugar con su mezcla de comedia amable, secundarios con encanto y ambientación histórica reciente —los veteranos de guerra son enormemente respetados en el Reino Unido—. Pero la gran triunfadora del día, sin lugar a dudas, ha sido ’71 (Yann Demange, 2014) [crítica Berlinale] [crítica Karlovy Vary], la que será con casi toda seguridad la triunfadora del premio a la mejor primera película, que ya obtuvo espléndidas críticas en los pases previos al festival. La película protagonizada por Jack O’Connell, que se estrena mañana en salas comerciales, está recibiendo alabanzas allá donde va, a pesar de tocar un tema tan sensible en Reino Unido como el del conflicto de Irlanda del Norte.
'71, de Yann Demange |
Judith Romero
Enviada especial a la 58ª edición del Festival de Londres