Chaotic TIFF
Crónica de la séptima jornada del Festival de Toronto 2014
Una de cal y otras de arena. Las propuestas más sorprendentes son las más inesperadas; mientras, otras hunden las expectativas que teníamos depositadas en ellas. Alan Rickman con A Little Chaos —a la que le dedicaremos unas palabras aparte a lo largo del día—, con su interesante punto de partida y una Kate Winslet de la que uno siempre disfruta, entrega una obra abruptamente irregular en cuanto a tono, desacertada y un tanto indolente. Como apunte personal decir que el acento inglés purista se vuelve música en los oídos, porque es de una claridad exquisita que no requiere la exigencia del acento americano, mucho más ágil y cerrado. En este caso, el dato no funciona como balsa para un producto desangelado. Los desaciertos de Rickman nos dejan desanimados, pero nos refugiamos en Brit Marling, que encabeza una de las mejores propuestas del día con The Keeping Room, un sencillo western protagonizado por tres mujeres (dos hermanas y su criada) no demasiado largo y muy entretenido, que nos otorga las mejores interpretaciones del día y la revelación de Muna Otaru.
Noah Baumbach acompaña, manteniendo el nivel, con un continuista e interesante trabajo en torno a un matrimonio enganchado con una pareja de jóvenes intelectuales a los que quieren imitar en hobbies y actitud. Ben Stiller se convierte en joven-adulto perfecto, cumpliendo el arquetipo de rol Baumbach: alguien con cara de circunstancia, cierto toque hípster, ironía y mucho de adolescente… con más de 30 años. Simpática y algo más accesible que otras muestras de su filmografía, podría ser la película que le reconcilie con un público más amplio, algo a lo que ayuda la producción de Scott Rudin. Con las mismas intenciones en cuanto a búsqueda de espectadores, Isabel Coixet estrenó sin hacer demasiado ruido Learning to Drive (apenas un año después de la injustamente ninguneada Ayer no termina nunca y la fallida Mi otro yo), para dirigir un guión ajeno muy divertido, aunque con una metáfora bastante simplona, haciendo gala de una dirección competente y capacitada para la comedia pero de una impersonalidad alarmante. Un fin de jornada agradable que nos deja con buenos ánimos para los últimos días. Toronto ya empieza a respirar el fin de su certamen. Las calles ya no tienen el mismo movimiento de la apertura cuando el entusiasmo de la ciudad entera nos recibió apabullándonos el primer fin de semana, pero todavía quedan largometrajes y espectadores con ganas de cine. Veremos con qué sorpresas (y disgustos) nos va despidiendo el Festival los próximos días.
While We're Young
Dirigida por Noah Baumbach.
Reparto: Ben Stiller, Naomi Watts, Adam Driver, Amanda Seyfried, Charles Grodin.
Estados Unidos, 2014
SPECIAL PRESENTATIONS
Noah Baumbach regresa, una vez más, a su tema predilecto. El eterno adulto adolescente, el que nunca acaba de crecer del todo, aburrido de su matrimonio o de su vida sentimental, y de una intelectualidad que resulta algo irritante. Es el elemento clave de su filmografía, cimentado en su primera obra relevante, Una historia de Brooklyn, con el dibujo de ese matrimonio altivo y algo elitista enamorado de sí mismo; o como en esas dos insoportables hermanas de Margot y la boda, que despertaban la animadversión de público y crítica provocando reacciones bastante negativas hacia el filme. El cinismo y la brutal antipatía del personaje de Nicole Kidman me enseñaron a esperar de Baumbach cualquier cosa menos algo inofensivo. While We’re Young es más de lo mismo. La extensión de su eterno discurso sobre el síndrome de Peter Pan, ejemplificado en la inigualable frustración de Ben Stiller, documentalista y profesor universitario, casado con Naomi Watts, que traba amistad con una pareja de jóvenes oyentes de su clase: Adam Driver (también presente en Toronto en This Is Where I Leave You de Shawn Levy) y Amanda Seyfried; ambos el paradigma del hípster. El primero, por ejemplo, es una caricatura (no muy lejos de la realidad) de un chaval amante del cine que, sin haber llegado a los 30, ya acumula una colección de vinilos similar a la de una tienda retro, tiene carcasas de iPhone con casetes, lleva sombrero, se hace su propio helado casero que vierte en una tarrina de diseño propio, y se muestra ajeno a las redes sociales. El postureo común de un sector de la juventud actual, forzada en parecer más cool que el resto del vulgo. Imagen hacia la que el personaje de Stiller se siente atraído, pues ve en ella todo aquello que él siempre quiso ser y nunca llegó a materializarse. En esa atracción intelectual entre él y su alumno, Baumbach establece el eje de la trama, cuando el chico le propone participar en un proyecto que él esta rodando por su cuenta. A todo esto hay que añadir el hecho de que el personaje de Ben Stiller lleva más de 10 años montando un documental con el que nunca se siente satisfecho y que supone una de sus frustraciones profesionales. Perdedores. De eso habla también Baumbach, de adultos que tienen sensación de fracaso y se refugian alargando su derecho a comportarse como veinteañeros. Es un maestro haciendo esos retratos. Pero los ha hecho antes con más saña y menos concesiones. While We’re Young es uno de sus filmes más accesibles, por ser de los más amables y contenidos intelectualmente. Seguramente, será uno de los que más éxito le reporte, algo que no debería sorprendernos dada la implicación del mecenas Scott Rudin. Una de esas personalidades que siempre tienen entre ceja y ceja la carrera de premios. Noah Baumbach se vuelve algo más convencional pero igual de gratificante. 70|100. | ★★★★★ |
The Keeping Room
Dirigida por Daniel Barber.
Reparto: Brit Marling, Hailee Steinfeld, Sam Worthington, Muna Otaru, Kyle Soller.
Estados Unidos, 2014
SPECIAL PRESENTATIONS
The Keeping Room deconstruye el arquetipo de la mujer en el western con una de esas propuestas que suelen considerarse arriesgadas en Hollywood al ceder el protagonismo por entero a tres actrices. En este caso, de una solvencia y personalidad de las que uno disfruta. Muna Otaru es una revelación maravillosa que en un solo plano entrega una de esas interpretaciones como la que en su momento catapultó a Viola Davis en La duda, subrayada con un monologo intenso y emotivo. Hailee Steinfeld es la elección más lógica dado su asombroso papel con los Coen en Valor de ley, y parece confirmarse que, como le sucede a Keira Knightley con los filmes de época, esta clase de roles le vienen clavados. Pero es Brit Marling quién acapara todas las miradas, por belleza y por rol en este survival en medio de la nada. The Keeping Room dibuja la intensa lucha de dos hermanas y su criada negra, que sobreviven solas en un caserón, defendiéndose como pueden de los bandidos y desertores que van a parar a su territorio. Daniel Barber y Julia Hart parecen querer emular la pasión de Tarantino hacia el poder femenino. Hart con un libreto al que imprime una clara ideología en pro de la independencia de las mujeres, en un clímax desfasado en el que los giros de guión peliagudos le juegan alguna mala pasada; y, Barber, con una dirección de pulso firme que consigue mantener la atención durante todo el metraje, apoyando su cámara en la expresión enérgica de Marling. Lo divertido es que tampoco carga las tintas más de lo necesario, y se centra mucho en captar al público ofreciéndole un ejercicio de tensión poderoso y sin grandes complicaciones. Agradable sorpresa que debería tenerse en cuenta este año. 70|100. | ★★★★★ |
Learning to Drive
Dirigida por Isabel Coixet.
Reparto: Patricia Clarkson, Ben Kingsley.
Estados Unidos, 2014
SPECIAL PRESENTATIONS
Isabel Coixet ha dado un paso inteligente con Learning to Drive. A partir de un guión ajeno, sencillo y eficazmente cómico, la directora ha entregado un relato de metáfora básica, sobre una madre separada que se mete en clases de conducir al tiempo que supera el fracaso de su matrimonio, buscando así un público que se le venía resistiendo en sus últimas creaciones. En consecuencia, y tras la solemnidad de Ayer no termina nunca y el experimento fallido de Another Me, Learning to Drive es de lo más impersonal en su filmografía, pues incluso en Elegy, donde también dirigía un guión ajeno, supo insuflar, con mayor o menor fortuna, esa esencia poética que ha caracterizado hasta ahora todos sus trabajos. En contraposición, esta última obra es de una practicidad formal que asombra, que sabe captar la comedia, sí, pero en el que la huella de su directora se intuye sólo en el trazo de sus personajes y la sutilidad de los momentos reflexivos. El resto es un libreto que se apoya en dos interpretaciones amables y cómplices, las de un divertido Ben Kingsley y una elegante Patricia Clarkson, guías recíprocos en una edad peligrosa, donde cada fallo es definitivo. Ella, con la infidelidad de su marido; él, con un matrimonio concertado con una vecina de su ciudad natal en la India. Una de las virtudes más llamativas es la humildad del filme, pues por primera vez Coixet ejerce de artesana antes que de autora, controlando sus manías hasta anularse del todo. Resulta fácil imaginarse a algún espectador despistado quedándose con la boca abierta cuando descubra, en los créditos finales, que Learning to Drive tiene la firma de una nuestras directoras más ilustres; y aunque sea injusto decirlo, es posible que eso juegue a favor del éxito de la cinta, dado los prejuicios que arrastra el nombre de Coixet entre algunos sectores. 65|100. | ★★★★★ |
Gonzalo Hernández
Enviado especial al Festival de Toronto 2014