Siempre nos quedará Toronto
Crónica de la novena y última jornada del Festival de Toronto 2014
Último día de pases de prensa, y los apellidos más afamados brillan por su ausencia. Quedan algunas apuestas europeas y pequeños títulos de autores poco conocidos. Las opciones de la mañana se vuelven escasas. Hemos visto ya más de la mitad de los estrenos, y las alternativas son un documental, coproducido entre Reino Unido, Noruega y Estados Unidos, sobre el pionero del skydiving Carl Boenish, o un debut canadiense definido como musical de tinte surrealista. Optamos por el documental y no nos equivocamos. El debut de Marah Strauch se beneficia de unas imágenes espectaculares de su protagonista y de una selección de canciones muy buena, que termina por todo lo alto con The Air That I Breathe de The Hollies. Le sigue una propuesta que podría hacer pareja con Shelter, de Paul Bettany. Time Out of Mind, cinta con el mismo objetivo de mostrar la dureza de Nueva York desde el punto de vista de un vagabundo, que incluso comparte localización en algunas escenas determinadas. Divertido ejercicio comparativo que se ha extendido también a obras como The Imitation Game y The Theory of Everything (ambos biopics sobre genios) y, la más evidente, la despreocupada Gemma Bovery frente a la solemne adaptación clásica de Madame Bovary. Debería interpretarse, tal vez, como un indicativo de las corrientes temáticas que dominarán este año y el próximo, pues las coincidencias no son sutiles. Lo mismo pasa con los actores. Algunas caras se vuelven asiduas y muestran el ascenso de determinados intérpretes, entre los que yo me permito destacar a Adam Driver, presente en This Is Where I Leave You, While We’re Young y la tremenda Hungry Hearts, donde se descubre que está más que capacitado para papeles de peso dramático. Aún así, nadie como Brady Corbet, eterno secundario etiquetado en el mismo tipo de personaje pseudo-drogadicto, presente en hasta seis películas de todo el programa. Él es el padrino extraoficial de nuestro TIFF 2014.
Un festival que ha dado para mucho, y que no se ha librado de inclusiones prescindibles (Beyond the Lights), aunque ha sabido recompensarnos con un puñado de muy buenas interpretaciones entre las que es difícil decidirse. A título personal, escojo a la fascinante Jessica Chastain de Miss Julie, actuación de una fuerza descomunal que ya se ha convertido en uno de mis papeles femeninos favoritos este año. Jennifer Connelly elevando la sensiblera propuesta de su marido o Brit Marling haciéndose notar en The Keeping Room han sido otros trabajos que se han quedado en mi memoria con el paso de los días. Y entre ellos, sin duda Eddie Redmayne, pero también Jake Gyllenhaal o el no tan conocido Anthony Mackie (compañero de reparto de Connelly en Shelter), han ofrecido personajes que me han removido de distinta forma. Como decimos, mucho y de todo tipo. Cine americano y también pequeñas cintas europeas que normalmente son las que más riesgos han ofrecido. Ahí está la muestra de Phoenix, que nos sorprendió con una historia de ribetes hitchcokianos donde la esencia de Kim Novak se encarna en Nina Hoss, y en la transformación física que su marido, sin reconocerla tras su reconstrucción facial, lleva a cabo para hacer que se parezca a su mujer, a la que él cree desaparecida. Preciosa historia con un final a capella maravilloso, que no necesitó de epílogos para dejar al público temblando, obligándole a dar uno de esos extraños aplausos que escasean en las salas del TIFF. Sorpresa de los últimos días, y a tener muy en cuenta en su llegada a Europa. Ha sido una conclusión a la altura para un festival que se ha caracterizado por su amabilidad y lo eficiente de su organización (a pesar de los repentinos cambios de última hora). Un certamen que lleva su fama con merecimiento y que debería marcar el modelo a seguir por muchos otros.
Un festival que ha dado para mucho, y que no se ha librado de inclusiones prescindibles (Beyond the Lights), aunque ha sabido recompensarnos con un puñado de muy buenas interpretaciones entre las que es difícil decidirse. A título personal, escojo a la fascinante Jessica Chastain de Miss Julie, actuación de una fuerza descomunal que ya se ha convertido en uno de mis papeles femeninos favoritos este año. Jennifer Connelly elevando la sensiblera propuesta de su marido o Brit Marling haciéndose notar en The Keeping Room han sido otros trabajos que se han quedado en mi memoria con el paso de los días. Y entre ellos, sin duda Eddie Redmayne, pero también Jake Gyllenhaal o el no tan conocido Anthony Mackie (compañero de reparto de Connelly en Shelter), han ofrecido personajes que me han removido de distinta forma. Como decimos, mucho y de todo tipo. Cine americano y también pequeñas cintas europeas que normalmente son las que más riesgos han ofrecido. Ahí está la muestra de Phoenix, que nos sorprendió con una historia de ribetes hitchcokianos donde la esencia de Kim Novak se encarna en Nina Hoss, y en la transformación física que su marido, sin reconocerla tras su reconstrucción facial, lleva a cabo para hacer que se parezca a su mujer, a la que él cree desaparecida. Preciosa historia con un final a capella maravilloso, que no necesitó de epílogos para dejar al público temblando, obligándole a dar uno de esos extraños aplausos que escasean en las salas del TIFF. Sorpresa de los últimos días, y a tener muy en cuenta en su llegada a Europa. Ha sido una conclusión a la altura para un festival que se ha caracterizado por su amabilidad y lo eficiente de su organización (a pesar de los repentinos cambios de última hora). Un certamen que lleva su fama con merecimiento y que debería marcar el modelo a seguir por muchos otros.
Sunshine Superman
Dirigida por Marah Strauch.
Reparto: [Documental] Jean Boenish, Carl Boenish.
Estados Unidos, Noruega, 2014
TIFF DOCS
Abrimos el día con uno de esos documentales sobre los límites del espíritu humano que toma como figura central al pionero del skydiving, Carl Boenish. Disciplina de riesgo consistente en lanzarse desde lugares de gran altura (antenas, edificios o acantilados), similar al paracaidismo pero con un componente de peligro mayor al realizarse entre paisajes urbanos o naturales. Sunshine Superman constituye el debut de Marah Strauch como directora y documentalista, y, desde luego, es una presentación sólida y bien contada, beneficiada por la enorme cantidad de imágenes de archivo que el protagonista dejó tras de sí. Carl Boenish se consideraba director antes que saltador y por eso mostró un especial interés en grabar todos y cada uno de los intentos que realizaba, recurriendo a técnicas, a veces, muy inseguras. Su interés por captar las mismas sensaciones que experimentaba le llevó a que, por ejemplo, se construyera él mismo una estructura de hierro, con dos barras dispuestas en forma de X que se clavarían a la pared de roca, y la barra ascendente con un sillín en el extremo desde el que el cámara, asegurado con arnés, se sentaba sobre el precipicio para obtener tomas únicas del salto de sus compañeros. Es una de las muchas anécdotas que Strauch incluye y son la tónica de todo lo que se cuenta: el entusiasmo y la vitalidad de Boenish por ese hobbie que acabaría condenándole, amén de la relación con su mujer Jane, que terminaría comprometiéndose con el deporte de su marido. Strauch dirige su narración en base a las entrevistas de amigos y familia, alternándolas con las muchas grabaciones de Carl, y momentos musicales que ayudan a aligerar el ritmo. Es un documental hecho con conciencia, pero a diferencia de otros como Man on Wire o Searching for Sugar Man, Sunshine Superman no acaba de contagiar al espectador de la excitación de su personaje. Escuchamos lo que otros dicen de él, y Marah se esfuerza con todas las herramientas posibles pero sin llegar a término en la implicación personal con Boenish. Aún con todo, es un trabajo que merecería obtener atenciones, pues como ópera prima es envidiable, y no pocos directores querrían tener este primer salto en su currículum. El futuro determinará la altura de la filmografía de esta joven realizadora. 70|100. | ★★★★★ |
Time Out of Mind
Dirigida por Oren Moverman.
Reparto: Richard Gere, Ben Vereen, Jena Malone, Kyra Sedgwick, Jeremy Strong.
Estados Unidos, 2014
SPECIAL PRESENTATIONS
Oren Moverman está presente por partida doble en el TIFF de este año. Por un lado es el guionista de Love & Mercy, y, por otro, presenta su tercer trabajo como director con Time Out of Mind, crónica del día a día de un vagabundo de Manhattan, viudo y con una hija adolescente que no quiere saber de él. Caracterizado por un guión estático cuya trama está anclada y gira en círculos, la intención de Oren es empapar, de distintas formas, al espectador de la atmósfera urbana a través de la óptica de un sin techo. Primero, con el sonido, captando conversaciones ajenas, la banda sonora acompañante es enteramente diegética y todo lo que escuchamos es fruto de la escena. Siempre hay murmullos de fondo, acentuados por el detalle de que todas las tomas de cámara están hechas desde un punto de vista casi voyeur, tras escaparates, ventanas, barandillas y arbustos, adoptando un punto de vista ajeno que mira atentamente al personaje sin acercarse demasiado, sino manteniendo siempre cierta distancia entre él y la pantalla. La dinámica sólo se rompe en la última escena con dos de los primeros planos de todo el metraje y la única toma auténticamente dramática. El resto es un compendio de frustraciones burocráticas e injusticias sobre la inclemencia de la noche neoyorquina y el egoísmo de sus ciudadanos, que viven nada más que para cumplir su trabajo sin mojarse las manos por otros. Richard Gere entrega un papel contenido, triste y avejentado; y Jena Malone, en sus tres escenas, defiende bien un rol mínimo pero clave. Oren dosifica los momentos emotivos de forma contada y al defender esa inmovilidad narrativa parece querer transmitir el vacío de una vida callejera que cada día se repite de la misma forma. Personalmente, siempre me han fascinado esas películas en las que la quietud es total y el personaje sobrelleva eso como puede, contemplando su entorno con recelo, y Time Out of Mind es ese tipo de cine. Con decisiones de dirección pensadas en pro de una aridez de contenidos que hacen el filme duro y algo desolador pero que transmite, algo que no supo hacer Paul Bettany en la reseñada Shelter. 70|100. | ★★★★★ |
Phoenix
Dirigida por Christian Petzold.
Reparto: Nina Hoss, Ronald Zehrfeld.
Alemania, 2014
SPECIAL PRESENTATIONS
Ya lo hemos dicho en el prólogo, pero lo repetimos. Phoenix se ha convertido en una de las sorpresas europeas del festival y, seguramente, en la película alemana del año, merced a un relato que mira cara a cara al Vértigo de Hitchcock (sí, palabras mayores), contando el proceso de transformación de una mujer judía que, tras terminar la guerra y con su rostro reconstruido de las quemaduras, se encuentra con que su marido no la reconoce, y que en realidad ve en ella a una desconocida de gran parecido físico; idea a partir de la cual le propondrá que emule a su esposa desaparecida, llevando sus mismas ropas, su mismo peinado e imitando sus movimientos para no defraudar a las muchas personas que esperan su regreso. Christian Petzold se muestra conservador apelando a un concepto de dirección que se centra en la pareja, con un marcado ambiente de oscuridad, con paisajes derruidos y tristes, y donde ella intenta acercarse a él sin cortapisas ni máscaras, esperando ese gesto de reconocimiento que nunca llega. Petzold dirige con sensibilidad pero la base de la historia es cruel emocionalmente, al sacrificar ella sus auténticos sentimientos en pro de un teatro que su marido desea llevar a cabo de manera absurda pero incuestionable, y que al final no está muy seguro de sí en realidad lo hace por los demás o por él mismo. El tratamiento contextual de las huellas dejadas por la guerra es de una sutilidad nada melodramática y recuerda a cómo otros cineastas alemanes han tratado complejas cuestiones históricas de su país con un tacto y desde una perspectiva carente de juicios que ya quisiéramos nosotros. Tal vez se le pueda achacar que la base del guión sea demasiado delicada como para permitirse tales licencias. Hablamos del hecho de que él nunca la reconozca, ni por su voz, ni por ninguno de sus gestos, idea ante la que uno tiene que dar las mayores concesiones para poder entrar en la historia sin cuestionarla. Pero aparte de eso, el desarrollo está muy bien llevado y se beneficia de un cierre brillante, sencillo pero brutalmente emotivo, a capella y en apenas un par de planos, que se cortan bruscamente tras una última imagen muy expresiva, obviando esa necesidad de muchas películas de estropear una buena conclusión con un epílogo que casi siempre es anticlimático y baja los ánimos del espectador. Petzold no cae en eso, se contiene, y la jugada le sale redonda. 75|100. | ★★★★★ |
Tusk
Dirigida por Kevin Smith.
Reparto: Justin Long, Haley Joel Osment, Genesis Rodriguez, Michael Parks.
Estados Unidos, 2014
MIDNIGHT MADNESS
Decimos adiós a la última jornada oficial con algo indescriptible y absolutamente desfasado. Lo último de Kevin Smith, terror nada convencional que en el fondo no es más que una gran broma que el director se ha marcado con el público, tomándole el pelo hasta límites insospechados. No queremos revelar la sinopsis, porque eso echaría a perder parte de la sorpresa y de las sensaciones iniciales con las que Tusk busca dejarte boquiabierto. Podemos decir que es una comedia negra de terror muy satírica y absurda, con personajes dibujados de forma caricaturesca y exagerada y con una ristra de actores excéntricos. Especial mención a uno de los secundarios, Haley Joel Osment, al que las redes sociales ya han dejado en evidencia con sus últimas fotos y su aparición en el video viral de The Slap, dirigido por Max Landis, el hijo del mítico John Landis. Smith, de hecho, comienza Tusk haciendo referencia a un video viral bastante estulto con su habitual humor sobre la cultura pop. Sin duda, es uno de los trabajos más logrados del último Kevin Smith que, tal vez por su locura, alcanza cotas de diversión tremendas, convirtiéndose en la oferta ideal para una sesión de cine nocturna con un grupo de amigos y reírse a costa de un argumento sin pies ni cabeza, pero que en su progresiva ridiculez encuentra sus mayores armas, pues no tiene miedo a llegar a las últimas consecuencias para dar a su público lo que busca. Toque gore, mal rollo, chistes ingeniosamente tontos y personajes de dibujo animado: una de las idas de olla más divertidas del TIFF 2014. 65|100. | ★★★★★ |
Gonzalo Hernández
Enviado especial al Festival de Toronto 2014