Sinceramente, poco importa el futuro en los Óscar de Corn Island. La ganadora del Globo de Cristal en Karlovy Vary tiene todos los aditivos para convertirse en un referente en la próxima década en cuanto al cine de autor. Un relato preciosista y sensible sobre el arraigo al que es complicado resistirse. No parece Estados Unidos el páramo perfecto para su lucimiento, pero sí que es cierto que la crítica anglosajona acreditada en la República Checa la valoró más que positivamente. Georgia tenía bastante donde elegir. Al igual que Kazajistán, la antigua república rusa crece a pasos de gigante debido a las nuevas vías de financiación. De hecho, Corn Island, dirigida por George Ovashvili, tiene entre sus productores a la ascendente Kazakhfilm Studios. Sea como fuere, y pese al empuje de cineastas como Levan Koguashvili, no había otra opción posible. Georgia ha buscado entrar en la selección final en doce ocasiones. Tan sólo una, la primera en 1996, lo logró, sin premio, con El chef enamorado (Le mille et une recettes du cuisinier amoureux - შეყვარებული მზარეულის 1001 რეცეპტი), rodada, también, en francés. Será el segundo intento de Ovashvili tras The Other Bank en 2009, la que era, hasta la irrupción de Corn Island, la arista más importante de su filmografía. Pese a lo complicado de los pronósticos en este apartado, auguramos que Corn Island sí pasará (o debería) la primera criba.
Extracto de mi crítica en el KVIFF de Corn Island: La poesía de Ovashvili recuerda rápidamente a maestros como Nuri Bilge Ceylan, Andréi Tarkovski o Béla Tarr, tanto en la estructura de los planes como en el mensaje. El final, concretamente, es absolutamente apoteósico. Previo a ello, asistimos a una exhibición de mimo y franqueza que debería ser credencial más que suficiente para obtener el Globo de Cristal. Estamos, sin duda, ante una de las mejores películas del 2014 en el circuito europeo.