La triunfadora de los premios de la industria finlandesa del pasado año, los Jussi, será el blasón del país escandinavo en la próxima edición de los Óscar. Concrete Night (Betoniyö), dirigida por Pirjo Honkasalo, se presentó el año pasado en Toronto y ha pasado con buena nota por diferentes festivales; entre ellos, el D’Autor de Barcelona donde entusiasmó a los participantes. Será la primera vez que realizadora finesa afronte esta responsabilidad. No lo tendrá fácil, su obra es un drama con tintes existencialistas rodado en blanco y negro que echará para atrás a algún académico.
Finlandia nunca ha ganado el Óscar y tan sólo ha sido nominada en una ocasión. Fue el gran Aki Kaurismaki en 2002 con Hombre sin pasado (Mies vailla menneisyyttä). El año pasado, la elección fue Larjungen, un producto cuasi televisivo que no pasó el primer corte. Nuestro compañero Víctor Blanes pudo ver Concrete Night en Barcelona y, si de él dependiera, Finlandia tendría más opciones que nunca: Los pasadizos internos que recorren el esqueleto del argumento se dejan entrever y apuntan al carácter enigmático del discurso de Honkasalo que le permite construir todas las capas que hemos ido desgranando. Con todo ello, es imposible no relacionar su estilo con el de David Lynch, pero también encontramos ecos del cine de Bergman o Tarkovski, por esa búsqueda de uno mismo a través del dramatismo visual en el plano. Cine intenso e introspectivo que va creciendo plano a plano hasta alcanzar su clímax, pero cuya moraleja, por sutil y polifónica, resulta devastadora.