La razón y la pasión
crítica de Michael Powell y Emeric Pressburger, de Llorenç Esteve | Editorial Cátedra, 2002
Muchas películas te marcan de niño. En mi recuerdo, brillan de manera especial dos de ellas: Las zapatillas rojas (The Red Shoes, Michael Powell y Emeric Pressburger, 1948) —imagen de cabecera— y Narciso negro (Black Narcissus, Michael Powell y Emeric Pressburger, 1947). Primero por su impacto estético: pocas había visto tan hermosas como aquellas. Y segundo porque hicieron que me fijara en quién las había hecho, su director, que en ambos casos eran dos, algo inhabitual. Y encima dos en una asociación tan rara: un inglés y un alemán (más tarde descubriría que en realidad Emeric Pressburger era húngaro). Sus nombres eran sonoros, fáciles de recordar y de identificar, aunque las otras dos películas asociadas a ellos que ya me habían impresionado con anterioridad prescindían del segundo, Pressburger: El ladrón de Bagdad (The Thief of Bagdad, Michael Powell, Tim Whelan y Ludwig Berger, 1940) y El fotógrafo del pánico (Peeping Tom, Michael Powell, 1960). Eran películas mágicas y misteriosas, muy lejos de lo que podía ver y encontrar en otras. Tenían un hálito fantástico poderoso y su capacidad de fascinación era casi único. En pases televisivos, Las zapatillas rojas supuso un descubrimiento absoluto, con esa secuencia de apertura sensacional de los jóvenes peleándose por conseguir un asiento en el teatro y el prodigioso número de ballet, refrendado por el de Narciso negro, esa película tan hermosa como extraña de dos monjas que se volvían locas por la belleza de aquel palacio que se elevaba en lo más alto del Himalaya y los eternos vientos que lo acosaban, ese vértigo continuo que llevaba a la enajenación por su misma poética ajena a este mundo. Sólo después, ya con más años, entendería no sin un poco de pudor y vergüenza por mi atolondrada inocencia que aquello que en verdad las enloquecía no se trataba de un “mal de altura”. O al menos no sólo de eso.
En Michael Powell y Emeric Pressburger (2002), Llorenç Esteve realiza un magnífico repaso por la carrera y las obras de estos dos grandes autores. Un Michael Powell cinéfilo que comenzaría a amar el séptimo arte viendo los ahora clásicos del expresionismo alemán, el cine surrealista de Luis Buñuel y la obra de Walt Disney y su persistencia en el cine mudo gracias a sus cortometrajes animados, los cuales acompañaba sólo con música. Y trabajando para el director Rex Ingram en su auto exilio europeo, donde éste prefería y podía permitirse rodar lejos de los agobios de los estudios. Junto a él un joven Powell daría sus primeros e importantes pasos en el mundo de la cinematografía. A continuación, detalla los inicios en el cine de Emeric Pressburger antes de unirse al inglés y cómo trasladaba a sus guiones su condición de judío errante siempre en el exilio. El encuentro de estos dos titanes daría lugar a una serie de películas que quedarían para siempre en el recuerdo de los que aman este arte. Esteve también da buena cuenta de sus temáticas a través del pormenorizado análisis de sus films: el individualismo, el hombre enfrentado a su entorno, la toma de conciencia de uno mismo (la identidad), la apariencia cuya realidad interna la contradice, la ensoñación, su representación única del tiempo, la eterna sensación de pérdida, su exacerbado romanticismo, la mirada subjetiva y sus acertados retratos femeninos. También su concepción del cine como itinerario y aprendizaje y la importancia del color, con su influencia en productoras como la Hammer y anticipándose a Antonioni en la forma atrevida y experimental de usarlo. Llorenç Esteve pasa rápido por la época en que Powell se dedicaba a dirigir quotas, películas baratas rodadas en pocos días subvencionadas por el gobierno inglés con las que se pretendía hacer frente a la invasión de la producción cinematográfica norteamericana, para centrarse en su cine a partir de The Edge of the World (1937) y su asociación con Pressburger. Una historia apasionante que se afianza durante los años 40, década en la cual cada una de sus películas resulta una obra maestra, y que va decayendo de manera algo desoladora en los 50 pues su genio se vería cada vez más constreñido por las productoras hasta el amargo final en los 60.
Narciso negro (Black Narcissus, Michael Powell y Emeric Pressburger, 1947) |
En un primer acercamiento sus largometrajes parecieran el epítome de lo clásico, pero sus soluciones narrativas, siempre eludiendo la palabra y centradas en la imagen, son tan sorprendentes entonces como hoy. Una obra adelantada no sólo a su tiempo sino al nuestro, rompiendo la linealidad temporal que tanto buscaron (y encontraron) desestabilizar. Llorenç Esteve realiza un análisis documentado, profundo y apasionado que nos ayuda a entender su cine, qué significó dentro del contexto de la cinematografía inglesa y en su progresión creativa como autores. En su modélico estudio sólo nos ha sorprendido que considere al gran Ernest Theodor Amadeus Hoffmann un “olvidado escritor romántico” (p. 282). Después vendrían, como se ha apuntado, los años de decadencia, pero todavía destellarían momentos de fulgor y una joya tardía, ya con Powell en solitario, que si bien ahora se trata de una película muy reivindicada, en su estreno fue atacada sin piedad: El fotógrafo del pánico. Esteve deja diáfano el camino tanto para acercarnos como para descifrar todas las claves de su cine. Es, pues, un libro imprescindible para amar con más razón y pasión, los dos ejes de la obra cinematográfica de Powell y Pressburger, estas películas prodigiosas.
José Luis Forte
redacción Cáceres
Michael Powell y Emeric Pressburger
de Llorenç Esteve (2002)
editorial | Cátedra
ISBN | 84-376-1950-5
precio | 15,30 €
nº de páginas | 370
encuadernación | rústica
colección | Signo e imagen / Cineastas, 55