La pobre vida de un hombre rico
crítica de Antes del frío invierno | Avant l’hiver, dirigida por Philippe Claudel, 2013 | ★★★ |
Hace varios años la ópera prima de un tal Philippe Claudel causaba sensación en el festival de Berlín, haciéndose con el Premio del Jurado, entre otros, y recibiendo igualmente elogios por la interpretación francófona de Kristin Scott Thomas. Hablamos de Hace mucho que te quiero (Il y a longtemps que je t’aime, 2008), un drama sobre las secuelas de una mujer tras pasar 15 años en la cárcel. No era la primera vez que Scott Thomas actuaba en una película francesa: de hecho una de sus experiencias anteriores había sido La doublure (Francis Veber, 2006), compartiendo reparto con Daniel Auteuil. Pues bien, en Antes del frío invierno (2013), Scott Thomas vuelve a ponerse bajo las órdenes de Claudel, algo que era cuestión de tiempo teniendo en cuenta lo fructífero de su colaboración anterior; y a la vez vuelve a reunirse con el veterano y siempre fiable Auteuil, en quien recae ahora el protagonismo de la cinta. La misma parte de un encuentro que viene a trastocar el acomodado matrimonio entre Paul (Auteuil) y Lucie (Scott Thomas). Él es un renombrado cirujano que pasa días y noches atendiendo a sus pacientes, sin apenas tiempo para disfrutar de su magnífica casa en las afueras en la que su mujer, en cambio, pasa días y noches en solitario. La relación entre ellos es distante pero cordial, y les unen su hijo recién convertido en padre y sus años de complicidad juntos. Sin embargo, un día Paul conoce a una chica que trabaja en una cafetería, que dice haber sido operada por él hace tiempo, y aunque inicialmente se muestra reacio a trabar mayor contacto con ella, que es más bien la que parece ir tras él, al final Paul recapacita. Ve en esta joven el recuerdo de un pasado libre y emocionante, sin las ataduras y la rutina de sus envidiables trabajo, casa y familia.
Pero nada es lo que parece en esta historia que, como puede adivinarse ya, toma los derroteros del género melodramático, con los secretos, giros y confesiones que le suelen ser propios. Lo que distancia a esta película del folletín televisivo es, con todo, su elegancia, algo a lo que sin duda contribuye la sofisticación de Scott Thomas, y que alcanza a aspectos más técnicos como la planificación. Claudel y su director de fotografía Denis Lenoir ruedan las escenas en pocos o únicos planos, renunciando a menudo al primer plano y recurriendo al travelling, no tanto para acompañar el movimiento físico de los actores como para reflejar el movimiento interno que ellos reprimen. Su organicidad se apoya entonces en otros elementos, a menudo sonoros, como una música envolvente a modo de leitmotiv o un cambio de tono de voz. Este detalle revela que, sin perjuicio de cierta expresividad poética, las acciones son a menudo recatadas y amortiguadas. En verdad todo transcurre con suavidad: las transiciones enlazan en vez de cortar y los diálogos se suceden con naturalidad. Las secuencias supuestamente climáticas no se resuelven con una discusión acalorada o un enfrentamiento físico, sino con un gesto, una mirada o una réplica apagada. Por tanto, aunque las pautas de la narración sean las del melodrama, su ejecución evita la intensidad que puede esperarse de este tipo de cine, apostando en cambio por la sobriedad y la sutileza.
Y ello nos devuelve al meollo de la historia que, como decíamos, tiene una premisa engañosa. Su guionista y director parece más preocupado en que nos interesemos por las dudas existenciales de su protagonista que por el desenlace de un trance amoroso. Por ello arranca el metraje con una secuencia cronológicamente situada al final, para luego seguir desde el principio hasta que eventualmente, lo sabemos, retomaremos esa escena inicial. Con este recurso cada vez más frecuente en el cine se pone el acento en el cómo antes que en el qué, y suele utilizarse también para subvertir las expectativas del espectador. Pero más que hacerle a uno sentirse inteligente por especular cual puede ser la sorpresa que le tiene deparada la película, minusvalora esa inteligencia al reducir el campo del suspense. A priori, en este caso la táctica es excusable porque el foco no gira tanto sobre la resolución de un adulterio como sobre las interacciones familiares que se mueven en el marco de ciertas subtramas: entre el hijo del matrimonio y su pareja o entre el compañero del protagonista y su mujer. En otras palabras, se emplean personajes secundarios para alimentar el conflicto que realmente interesa a Claudel: el interno, no el externo.
Sin embargo, hay algo contradictorio en esta interpretación: si la relación de Paul con la chica es lo de menos, ¿por qué arrancar la película a partir de la misma? Con ello, evidentemente, se contraponen desde el principio la existencia apacible del cirujano y los problemas que le va a acarrear dicha relación, pero sobre todo se demuestra que la estructuración del metraje es más propia de la forma (el género) que del fondo (la historia). Y ello conduce a un último acto que traiciona la voluntad del cineasta y lo que hasta ese momento estaba funcionando con gusto y tacto. Se introduce el esperable pero inesperado giro, tan innecesario como truculento, y se resuelve el dilema del personaje con un último decorado que, de nuevo, contrapone lo luminoso y lo turbio, pero optando por una estética malickiana que, sin razón aparente para ello, altera toda el tratamiento visual anterior. Esto último es un detalle que ni siquiera afecta al protagonista, sino a su nuera y su nieta, pero si como veníamos apuntando las principales cualidades de Antes del frío invierno parecían ser el subtexto y la delicadeza, los detalles lo son todo. Estamos por tanto ante una película meritoria, con el incuestionable sello del cine francés de alto standing, pero que deja cierta regusto amargo en su desenlace. | ★★★★★ |
Ignacio Navarro
redacción Madrid
Francia & Luxemburgo, 2013. Director: Philippe Claudel. Guion: Philippe Claudel. Productora: Les films du 24 / Samsa Film / France 3 Cinéma / TF1 Droits Audiovisuels. Presentación: Festival de Telluride 2013. Fotografía: Denis Lenoir. Música: André Dziezuk. Montaje: Elisa Aboulker. Intérpretes: Daniel Auteuil, Kristin Scott Thomas, Leïla Bekhti, Richard Berry, Vicky Krieps, Jérôme Varanfrain, Laure Killing, Anne Metzler.