Más larga, más ruidosa y más tonta
crítica de Transformers: La era de la extinción | Transformers: Age of Extinction, dirigida por Michael Bay, 2014
Desde que Michael Bay descubriera su gallina de los huevos de oro con la primera entrega de Transformers (2007), prácticamente se ha dedicado en cuerpo y alma a perpetuar aquel éxito hasta la saciedad con sus constantes secuelas. Tan solo la interesante Dolor y dinero (2013) supuso un breve pero bienvenido paréntesis con el que consiguió algunas de las mejores críticas de su carrera. Hay que reconocer que la película original de Transformers recuperó algo del espíritu de las producciones de Spielberg de los 80, resultando un espectáculo perfectamente equilibrado. Sin embargo, con Transformers 2: La venganza de los caídos (2009), sus creadores naufragaron completamente a causa de una saturación de efectos especiales y ruido que eclipsaban cualquier atisbo de historia a lo largo de, nada más y nada menos, 150 minutos. La megalomanía sin límites de Bay no se detuvo ahí y, después de quitarse de en medio a Megan Fox por sus conflictivas relaciones laborales, entregó Transformers: El lado oscuro de la Luna, una secuela que se tomaba algo más en serio que las anteriores y ofrecía un desbordante espectáculo apocalíptico que, en parte, mitigaba el mal sabor dejado por su antecesora. Con más de 1.100.000.000 millones de dólares recaudados en todo el mundo, Bay no podía resignarse a finiquitar la franquicia, aun cuando su cada vez más rebelde estrella Shia LaBeouf estaba decidida a desentenderse de la misma. Nace así Transformers: La era de la extinción (2014), cuarta entrega que pretende ser una renovación de la saga, tomando como protagonista al carismático Mark Wahlberg –actor que, además de solvente, tiene un comprobado poder de convocatoria– y recuperando parte del sentido del humor que hizo que la primera película tuviera buenos comentarios críticos.
La historia da comienzo cuatro años después de que la batalla entre Sentinel y los Autobots dejaran la ciudad de Chicago destruida. El Gobierno de los EEUU está construyendo en secreto sus propios Transformers con restos de tecnología hallados entre los escombros, mientras que no queda ni rastro de los Autobots o los Decepticons en la Tierra. Al menos, eso parece hasta que Cade (Mark Wahlberg), un mecánico inventor con serios problemas de liquidez, encuentra accidentalmente un tráiler que resulta ser Optimus Prime. De nuevo tendremos a la humanidad amenazada por poderosas armas robóticas, representadas en esta ocasión por Galvatron, creación del gobierno que esconde en su cerebro los restos sobrevivientes del malvado Megatron, y, sobre todo, la temible inteligencia que creó en su día a todos los robots originales –los “Creadores”–, que llega al planeta con la intención de terminar lo que sus creaciones no fueron capaz de hacer: destruir nuestro planeta. Un argumento que no ofrece nada nuevo bajo el sol, funcionando como mera excusa (una vez más) para ofrecer ingentes cantidades de destrucción masiva de colosales edificios y sofisticados automóviles, utilizando los apabullantes efectos digitales de última generación que, después de cuatro películas, ya no sorprenden a nadie. Para los aficionados a estos personajes –no solo a las películas, también a todo su universo compuesto de juguetes, cómics, series animadas o videojuegos–, el filme tiene el “aliciente” de integrar por primera vez a los populares Dinobots, espectaculares robots diseñados con apariencia de dinosaurios que tienen un gran protagonismo en el catastrofista tramo final. Y es que, pese a que a lo largo de 165 minutos abundan las persecuciones de coches imposibles o entretenidas emboscadas de gigantones robots, Bay echa el resto en la apoteósica parte que se desarrolla en las calles de Hong Kong, con los protagonistas salvándose de peligros a los que cualquier humano común no escaparía, sin duda. Explosiones, rascacielos derruyéndose sobre sus cabezas (o bajo sus pies)…, afortunadamente ahí están los Autobots, fieles aliados de la especie humana para sacarles las castañas del fuego.
Transformers: La era de la extinción consigue algo tan inaudito como es que se eche de menos al impulsivo Sam Witwicky que convirtió en estrella a Shia LaBeouf. Contra todo pronóstico, Mark Wahlberg no está todo lo explotado que debiera en su enésimo papel de héroe a prueba de balas y es que el guionista no se comió demasiado la cabeza para construir su personaje, repitiendo los tics de aquel otro superhombre del cine de Bay que fue el Bruce Willis de Armageddon (1998). Por obra y gracia de Ehren Kruger volvemos a tener a un padre que debe sacar adelante a una hija adolescente, sobreprotegiéndola e intentando mantenerla alejada del guaperas joven y rebelde de turno que pretende convertirse en su novio y con el que choca, al verse reflejado con veinte años menos. Por cierto, la actriz elegida para la ocasión, Nicola Peltz, pese a no ser el tipo de modelo de pasarela tan criticado que fue Rosie Huntington-Whiteley en la tercera entrega, tampoco consigue hacernos olvidar a la sexy (pero carismática por malota) Megan Fox. Su escena inclinada sobre el motor de un coche que trataba de reparar en el primer Transformers es ya el equivalente al mito erótico de Marilyn Monroe con su vestido vaporoso sobre las rejillas de ventilación de La tentación vive arriba (Billy Wilder, 1955) para la generación de la MTV. No toda la parte humana falla en esta cinta. Hay que reconocer que el siempre eficaz Stanley Tucci salva los papeles en uno de los pocos papeles de acción que le hemos conocido, cubriendo la vacante dejada por John Turturro como secundario de prestigio.
No nos engañemos, estamos ante un blockbuster veraniego honesto, del que su público potencial (que cada vez es más amplio, vistos los resultados en taquilla) ya sabe lo que puede esperar. Bay nunca ha sido un cineasta que se haya caracterizado por su sutileza o por dotar de inteligencia o calado dramático a sus historias –La isla (2005) sería una notable excepción–, por lo que si se quiere asistir a una gran producción que satisfaga igualmente a la vista y al cerebro, para eso están X-Men: Días del futuro pasado (Bryan Singer, 2014) o El amanecer del planeta de los simios (Matt Reeves, 2014). En cambio, su obra ofrece un entretenimiento moderadamente divertido (con algunos baches de ritmo propios de su larga duración) y, como era de esperar, visualmente exuberante. No es lo suficientemente mala como para desbancar a la segunda parte como el título más infumable de la franquicia, pero sí se queda a mucha distancia de recuperar la frescura de la obra inaugural. Tal vez sea que me he vuelto más exigente después de que Guillermo del Toro demostrara con Pacific Rim (2013) que se puede realizar una película protagonizada por robots contra monstruos sin insultar a la inteligencia y dejando momentos de gran cine de entretenimiento. | ★★★★★ |
José Antonio Martín
redacción Las Palmas de Gran Canaria
Estados Unidos. 2014. Título original: Transformers: Age of Extinction. Director: Michael Bay. Guión: Ehren Kruger. Productora: Paramount Pictures / Hasbro / China Movie Channel. Presupuesto: 210.000.000 dólares. Fotografía: Amir Mokri. Música: Steve Jablonsky. Montaje: Roger Barton, William Goldenberg, Paul Rubell. Intérpretes: Mark Wahlberg, Stanley Tucci, Nicola Peltz, Jack Reynor, Kelsey Grammer, Sophia Myles, James Bachman, Titus Welliver, Bingbing Li.