Exquisito y comprometido thriller político
crítica de The Honourable Woman | ★★★★
BBC, Sundance Channel | Miniserie de 8 capítulos | Reino Unido, EE.UU, 2014. Dirección y guión: Hugo Blick. Reparto: Maggie Gyllenhaal, Lubna Azabal, Stephen Rea, Katherine Parkinson, Andrew Buchan, Genevieve O´Reilly, Janet McTeer, Igal Naor, Eve Best, Martin Hutson, Lindsay Duncan, Philip Arditti, Tobias Menzies, Oliver Bodur. Productora: Drama Republic, Eight Rooks LTD, BBC Worldwide, Sundance Channel. Fotografía: Zac Nicholson, George Steel. Música: Martin Phipps.
“¿En quién confías? ¿Cómo lo sabes? ¿Por lo que parecen? ¿Por lo que hacen? ¿Cómo? Todos tenemos secretos. Y todos decimos mentiras, para ocultarlos a los demás... y a nosotros mismos. Pero a veces, muy a menudo, algo sucede que no te deja otra opción que revelarlas. Dejar que el mundo vea cómo eres de verdad. Tu yo secreto. Pero en general mentimos, escondemos nuestros secretos de los demás y de nosotros mismos. Y la manera más sencilla de hacerlo es ni siquiera saber cuáles son. Así que cuando lo piensas así, es increíble que seamos capaces de confiar en alguien”. Con esta brillante reflexión se abre The honourable woman, y durante sus ocho episodios oiremos la narración o partes de ella acompañando a los sucesos de los episodios anteriores, que cada vez se acumulan más. La cuestión ahí planteada es la de la confianza, tema universal y peliagudo sobre el que Hugo Blick compone esta portentosa miniserie. Su protagonista, esa “mujer honorable” del título, es ¿o no es? Nessa Stein. Nessa, de raíces israelís, ha decidido aportar lo que pueda para mejorar las relaciones entre Israel y Palestina. Junto a su hermano Ephra vio como su padre era cruelmente asesinado en una escena magistral y retorcidamente hermosa, y el trauma de esto se suma a otra experiencia en 2006 que la lleva a presidir su empresa con objetivos claros: educar, instalar Internet para unir y ser conciliadora.
A veces el mundo real se adelanta a los acontecimientos ficticios de una forma inesperada, haciendo que la idoneidad del estreno de algo cobre otro nivel de sentido. The honourable woman se ha estrenado en medio de un recrudecimiento del conflicto palestino-israelí que ha convertido Gaza en foco de decenas de muertes y fuente constante de noticias. Es difícil ver la miniserie sin tener esto en mente, y más cuando Blick no bordea el conflicto ni lo usa como mera excusa narrativa. El director y guionista tiene su propia opinión sobre el tema, y lo traduce a la pequeña pantalla con un amplio abanico de personajes que expresan puntos de vista nada complacientes y componen un poliedro de opciones, amén de una demoledora charla final “entre ambos países”, personificados en Nessa y el abuelo de Kasim. El talento de Blick reside en que es capaz de compaginar un material dramático de peso con una apuesta visual igualmente potente, con un cuidado para la composición del encuadre encomiable. Es un sabio escénico, capaz de gastar minutos y minutos de metraje en crear momentos de gran suspense, aunque no hagan avanzar mucho la historia (la muerte de la amante falsa, el tramo final de la búsqueda de Nathaniel). Es en ese cuidado por el equilibrio de la historia y su representación visual donde The honourable woman encuentra su toque de distinción. Un equilibrio que el creador ya logró en su anterior miniserie, la maravillosa The shadow line (2011), ejemplo de neonoir donde la corrupción policial era examinada con cristalina lupa. Desde la rítmica cabecera de la miniserie que nos ocupa, con importantes frases e imágenes aisladas, se puede ver el interés de su responsable por la narración como puzzle y el clásico binomio acción/consecuencia.
Al ritmo de la estupenda música de Martin Phipps, el suspense y la intriga crecen en los capítulos, ayudado por la querencia del director a ralentizar las tomas y dejar que el silencio y los juegos de miradas hablen por los personajes. Las decisiones estéticas crean un clima tan hermoso como enrarecido, donde la luz y la oscuridad se filtran con metafórica fuerza. Y el destacable montaje de Jason Krasucki acierta al transmitir la sensación subterránea de interconexión entre todo lo contado, como una interminable cadena de eventos. La vieja teoría del tornado generado por las alas de la mariposa. La ventaja de las miniseries es que el guionista de turno sabe el tiempo del que dispone para contar la historia y puede aprovechar el metraje sin tener que hacer desvíos narrativos o cambios para enganchar a la audiencia. The honourable woman arranca estupendamente, con dos episodios modélicos en cuanto a cómo presentan los personajes, los misterios, los golpes de efecto, los cliffhangers y los evidentes secretos de los protagonistas. La tercera y cuarta parte son algo más flojas y levantan la sospecha de que Blick no tenga el férreo control de The shadow line, inevitable ejemplo de comparación por su alta calidad. The killing call (1.3) está compuesta en su totalidad de escenas importantes, sin relleno de ningún tipo en sus casi 60 minutos de metraje, así que exige la máxima atención del espectador. The ribbon cutter (1.4) es el “episodio-flashback” que aclara lo sucedido en 2006, aunque no del todo. Afortunadamente, los cuatro capítulos restantes no titubean ni un segundo a la hora de terminar de poner en pie los entresijos de la compleja trama, viajando entre países y espacios, gestionando revelaciones (algunas tan sutiles como la relacionada con la sexualidad de Nessa) y nunca poniéndose obvio ni repetitivo.
Hay un sentido del humor bastante cínico que recorre los episodios, pero sin olvidar nunca que estamos ante material para público adulto. No es un producto en el que perderse si uno quiere desconectar de sus problemas, sino un desafiante amasijo de ideas en tensión constante, que alude a problemas muy antiguos y de nada fácil solución. Y muy entretenido, eso también. La hipnótica apuesta visual del conjunto roza lo sublime en varias ocasiones, así como la entrega de un reparto sensacional, con varios repetidores de The shadow line, como Stephen Rea, Eve Best o Tobias Menzies en papeles muy distintos. Blick es un formidable director de intérpretes, pero si un trabajo merece ser destacado en esta miniserie es el de su protagonista, la inconmensurable Maggie Gyllenhaal, nuevo ejemplo del cada vez más frecuente trasvase de actores americanos a series británicas. The honourable woman es una co-producción, y la actriz no solo luce un infalible acento sino que da vida a un personaje bombón. Nessa Stein es poderosa, sexual, inestable, segura de sí misma, frágil (cómo llora), fuerte... todo un cóctel del que Gyllenhaal sale airosa. Es una de esas actrices que actúan muy bien con su cuerpo, de manera que Nessa nos dice cosas tanto con sus gestos como con sus palabras. Verla es un espectáculo fascinante. Paralelamente a la historia de Nessa y sus múltiples ramificaciones, Blick desarrolla un clásico cuento de inesperado empleado modelo en la figura de Hugh (Rea), que bajo su apariencia destartalada y desastrosa vida personal oculta un espía de primera, un testigo imparcial de los hechos que ayuda a resolver el secuestro de Kasim y a asegurar un final más o menos feliz, aunque contenga varias muertes. ¿Serán esas las mujeres honorables?
La estructura fragmentada ayuda a la atmósfera de desconfianza e inquietud de ese gran misterio, casi anciano en su raíz, y que repercute con fuerza en el presente de los protagonistas (no es baladí esa pelea en casa de Hugh y Anjelica en 2006). Y como en toda narración con misterio en su interior, uno espera el momento de las revelaciones, cuando la Verdad se exponga y las preguntas tengan su respuesta. En la miniserie éstas llegan con claridad, pero no de manera satisfactoria. Tiene sentido dentro del corpus dramático de lo que se está contando, aunque cuando llega la revelación sobre Atika, los convencionalismos toman un poco el control. The paring knife (1.8) gasta demasiado tiempo en Oriente Medio como para cerrar la historia general con la suficiente rotundidad, y hace gala del recurso narrativo de matar a los personajes en lugar de lidiar con lo problemáticos que son. Pero qué muertes más memorables. Haría falta un poco más de metraje para que la conclusión definitiva tuviera peso y tiempo para asentarse. Aun así, el espectador tiene motivos de sobra para maravillarse ante una miniserie ejemplar, que lidia de lleno con un tema polémico y plantea preguntas incómodas sobre las que reflexionar en profundidad. Es un ejemplo de televisión como agente incómodo y provocador (los malos son los Estados Unidos), y bienvenido sea. | ★★★★★ |
Adrián González Viña
redacción Sevilla