En 2010, Kathryn Bigelow se convirtió en la primera mujer en ganar el Oscar a la mejor dirección por En tierra hostil, drama bélico en el que demostró que no tiene nada que envidiar a sus colegas de profesión masculinos a la hora de ofrecer excelentes escenas de acción. Es solo un ejemplo de mujer que ha alcanzado el poder poniéndose tras las cámaras, algo que, afortunadamente, es algo muy común en el Hollywood de nuestros días. Sin embargo, antes de que féminas como Sofía Coppola, Jane Campion o Kelly Reichardt se encontraran el horizonte despejado, otras tuvieron que trabajar muy duro en el pasado para abrirse camino en una industria de hombres. Nombres como Alice Guy –autora de la primera película narrativa de la historia y directora de su propio estudio cinematográfico– o Lois Weber –que tras debutar en 1911 con el cortometraje Una heroína del 76, rodó cerca de 150 películas (27 únicamente en 1914)– fueron las grandes pioneras, pese a que hoy siguen siendo grandes desconocidas. También es el caso de Dorothy Arzner, que ostenta el honor de ser la única mujer que logró labrarse una sólida carrera como realizadora en la época dorada de Hollywood.
Nacida en San Francisco en 1897, Arzner se crio en Los Ángeles, donde sus padres regentaban una cafetería frecuentada por personalidades del mundo del cine como Charles Chaplin o Erich von Stroheim. Sirvió a su país durante la Primera Guerra Mundial en el Cuerpo de Ambulancias, antes de ser descubierta por William C. DeMille, hermano de Cecil B. DeMille, uno de los realizadores más influyentes del momento. Comenzó desde abajo, como secretaria del departamento de guiones, pero decidió no estancarse en un escritorio y fue haciendo sus pinitos como script, recortadora de negativos y montadora, labor que desempeñó en las escenas más movidas de Sangre y arena (Fred Nublo, 1922) o en el western The Covered Wagon (James Cruze, 1923), que sirvieron de antesala a la primera gran oportunidad que le ofreció Paramount Pictures: la dirección de La reina de la moda (1927). Aquella cinta funcionó muy bien en todos los aspectos y, al año siguiente, tras rodar otros dos filmes mudos, Arzner se convirtió en la primera mujer que dirigió un largometraje sonoro: Manhattan Cocktail (1928).
En la quincena de títulos que la realizadora dirigió durante las décadas de los 30 y 40, tocó con similar buen gusto comedia y drama, teniendo bajo sus órdenes a algunas de las estrellas más populares de la época. Clara Bow, Claudette Colbert, Ginger Rogers, Katharine Hepburn, Rosalind Russel, Joan Crawford –gran amiga de Arzner fuera de los platós–, Maureen O'Hara o Lucille Ball interpretaron a unos personajes femeninos poderosos, mucho más audaces de lo que era habitual por aquellos años. La atrevida comedia La loca orgía (1929) –primer trabajo sonoro de la diva del cine mudo Clara Bow–; Sarah and Son (1930) –melodrama que le propinó a su protagonista, Ruth Chatterton, una nominación al Óscar–; La mujer de cualquiera (1930), comedia romántica de premisa bastante adelantada a su época –un abogado y una corista se despiertan casados tras una noche de juerga–; dos dramas consecutivos a mayor gloria del galán Fredric March, Honor entre amantes (1931) y Tuya para siempre (1932); el biopic Hacia las alturas (1933) –posiblemente, su mayor éxito comercial, con Katharine Hepburn encarnando a una piloto de avión– o The Last of Mrs. Cheyney (1937), remake de la cinta homónima de 1929, con Joan Crawford interpretando a una ladrona infiltrada en la alta sociedad, consolidaron a Arzner como una cineasta inteligente y arriesgada. Tras extraer una brillante interpretación de Rosalind Russell en La mujer sin alma (1936) y entusiasmar a las feministas con la comedia musical Dance, Girl, Dance (1940) –con un duelo interpretativo entre Maureen O´Hara y Lucille Ball–, Arzner dirigió su último trabajo antes de retirarse de Hollywood: el drama de espionaje First Comes Courage (1943), protagonizado por Merle Oberon. Desde entonces, dirigió algunos spots publicitarios para Pepsi y fue profesora de cine en la Universidad de California. Vivió con total naturalidad su homosexualidad, compartiendo su vida con la bailarina Marion Morgan durante casi 50 años.
En la quincena de títulos que la realizadora dirigió durante las décadas de los 30 y 40, tocó con similar buen gusto comedia y drama, teniendo bajo sus órdenes a algunas de las estrellas más populares de la época. Clara Bow, Claudette Colbert, Ginger Rogers, Katharine Hepburn, Rosalind Russel, Joan Crawford –gran amiga de Arzner fuera de los platós–, Maureen O'Hara o Lucille Ball interpretaron a unos personajes femeninos poderosos, mucho más audaces de lo que era habitual por aquellos años. La atrevida comedia La loca orgía (1929) –primer trabajo sonoro de la diva del cine mudo Clara Bow–; Sarah and Son (1930) –melodrama que le propinó a su protagonista, Ruth Chatterton, una nominación al Óscar–; La mujer de cualquiera (1930), comedia romántica de premisa bastante adelantada a su época –un abogado y una corista se despiertan casados tras una noche de juerga–; dos dramas consecutivos a mayor gloria del galán Fredric March, Honor entre amantes (1931) y Tuya para siempre (1932); el biopic Hacia las alturas (1933) –posiblemente, su mayor éxito comercial, con Katharine Hepburn encarnando a una piloto de avión– o The Last of Mrs. Cheyney (1937), remake de la cinta homónima de 1929, con Joan Crawford interpretando a una ladrona infiltrada en la alta sociedad, consolidaron a Arzner como una cineasta inteligente y arriesgada. Tras extraer una brillante interpretación de Rosalind Russell en La mujer sin alma (1936) y entusiasmar a las feministas con la comedia musical Dance, Girl, Dance (1940) –con un duelo interpretativo entre Maureen O´Hara y Lucille Ball–, Arzner dirigió su último trabajo antes de retirarse de Hollywood: el drama de espionaje First Comes Courage (1943), protagonizado por Merle Oberon. Desde entonces, dirigió algunos spots publicitarios para Pepsi y fue profesora de cine en la Universidad de California. Vivió con total naturalidad su homosexualidad, compartiendo su vida con la bailarina Marion Morgan durante casi 50 años.
Dorothy Arzner en el set de rodaje |
Dorothy Arzner fue la primera mujer que logró ingresar en el Sindicato de Directores de América, del que fue su único miembro femenino durante décadas, por lo que le realizaron un emotivo homenaje en 1975. En los 60 fue muy reivindicada por los movimientos feministas, que rescataron su nombre de un injusto olvido. Fue distinguida con una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood en el número 1500 de Vine Street. Es de justicia reconocer la importancia de su labor en el cine, realizando unas películas en donde los personajes femeninos desempeñaban unos roles que habitualmente estaban diseñados para hombres. También introducía ocultos subtextos homosexuales en sus tramas, algo que resaltaron muchos críticos que contribuyeron a redescubrir su obra. En silencio, únicamente con su trabajo, Arzner cambió muchas cosas que parecían inamovibles en una industria en la que la mujer pocas veces podía aspirar a algo más que la silla de secretaria, hasta el punto de ser la casual inventora del micrófono de jirafa, al atar el aparato a una caña de pescar. El Festival de San Sebastián de 2014, en colaboración con la Filmoteca Española, dedicará su retrospectiva clásica a esta pionera del cine con un ciclo que incluye doce títulos de su filmografía y la edición bilingüe (inglés y castellano) de un libro sobre la cineasta escrito por Judith Mayne. Sin duda, una ocasión inmejorable para conocer mejor o, incluso, descubrir a una de las personalidades más excepcionales y rompedoras de la época dorada de Hollywood.
TÍTULOS DEL CICLO
■ The Wild Party (La loca orgía), 1929
■ Sarah and Son, 1930
■ Anybody's Woman (La mujer de cualquiera), 1930
■ Honor among Lovers (Honor entre amantes), 1931
■ Working Girls, 1931
■ Merrily we go to hell (Tuya para siempre), 1932
■ Christopher Strong (Hacia las alturas), 1933
■ Nana (La dama del boulevard), 1934
■ Craig's Wife (La mujer sin alma), 1936
■ The Bride Wore Read, 1937
■ Dance, Girl, Dance, 1940
■ First Comes Courage, 1943
José Antonio Martín
redacción Las Palmas de Gran Canaria