Los amantes del cine fantástico más ochentero están de enhorabuena. Tras una larga promesa por parte de su director, George Miller, al fin ve la luz la nueva entrega de Mad Max. Cuando se cumplen 30 años después del cierre de la trilogía con la irregular Mad Max: más allá de la cúpula del trueno, el guerrero de la carretera más duro y vengativo de una futura Australia post-apocalíptica, cambia las facciones del legendario Mel Gibson por las del pujante Tom Hardy. Las primeras impresiones, viendo el espectacular adelanto que dejó sin aliento a los asistentes a la Comic-Con de San Diego, no pueden ser más positivas. Fuego y sangre promete y, a buen seguro, es lo que entregará. La belleza salvaje de Charlize Theron y secundarios como Nicholas Hoult, Zoe Kravitz o la modelo Rosie Huntington-Whiteley (vista en Transformers: el lado oscuro de la luna), intentarán no ser meras comparsas alrededor de uno de los héroes icónicos del género, auténtico superviviente en unos tiempos en donde no existen las leyes ni las sutilezas.
Con un presupuesto de 100 millones de dólares y estreno previsto, tanto en Estados Unidos como en España, para mayo (sirviendo de pistoletazo de salida para los estrenos veraniegos), Mad Max: Furia en la carretera (Mad Max: Fury Road) da la gratificante sensación de ser un retorno al bárbaro espectáculo repleto de vehículos imposibles y villanos con excéntricos atuendos que fue Mad Max 2, unánimemente considerada la obra maestra de la saga. Abróchense los cinturones, que vienen curvas.
