Amores extraordinarios
crítica de Gabrielle | dirigida por Louise Archambault, 2013
Dicen que el amor no entiende de razas, sexos, distancias ni edades, y el cine ha sido uno de tantos soportes artísticos encargado de arrastrar a la pantalla historias con mejor o peor final acerca de este sentimiento universal y sus derroteros. Desde el espectro más convencional al más inverosímil o curioso por el celuloide han desfilado relaciones de pareja apasionadas, rotas, divertidas o fugaces con las que hemos podido establecer empatía y contagiarnos de su espíritu, seguir su avance, preludiar su ruptura o escudriñar sus problemas. En el caso que nos ocupa, la directora canadiense Louise Archambault dibuja una trama llena de emociones intensas y dilemas morales en Gabrielle, un filme naturalista, necesario e inteligente sobre los límites de la normalidad, el sexo y la afectividad. La protagonista, cuyo nombre da título a la película, es una chica de 22 años que padece diabetes y una leve discapacidad psíquica denominada síndrome de Williams, que tiene grandes capacidades musicales y lucha por tener una rutina normal y trabajar en una actividad rutinaria, en el seno de una familia de clase media y una zona geográfica francófona donde precisamente, no se entiende la vida sin la música. Fomenta su don cantando en un coro llamado Las musas de Montreal y vive en un piso supervisado junto a otras personas con problemas similares al suyo. Es en este contexto donde comenzamos a vislumbrar los principales ejes y conflictos de este ejercicio narrativo; la relación de autosuperación, frustración y progreso de Gabrielle consigo misma, el vínculo estrecho que mantiene con su hermana mayor (que a su vez, se debate entre marcharse a vivir a la India donde ya reside su novio, embarcado en un proyecto altruista o quedarse, motivada por el deseo de continuar ayudando a Gabrielle), y los impulsos vitales que la conducen a enamorarse de Martin y comenzar a descubrir, el amor y el sexo como dos reversos de una misma moneda. Este chico forma parte del grupo de personas con las que ella reside y canta, y aunque tiene mayores capacidades intelectuales que ella, tampoco vive de forma autónoma y dependiente. El hecho, a priori, positivo de que este sea un amor correspondido y espontáneo no evita que sus familias intenten coartar y prohibir esta relación, en una sociedad todavía llena de prejuicios, estereotipos y normas de conducta que por supuesto, impiden y limitan disfrutar de una relación a dos personas que sufren algún tipo de limitación psíquica.
Si tuviese que resumir Gabrielle en una única palabra, ésta sería sin duda debate. No sólo interno como base fundamental de la trama del filme, sino externo, indeleble a la mente de cualquier espectador, y bien construido y personificado en las diferentes interrelaciones que nutren su argumento principal. El elenco de actores dota a la historia de un realismo vital, creíble y convincente, y en especial su protagonista (Gabrielle Marion-Rivard) encarna una actuación admirable, valiente y risueña capaz de transmitirnos de manera contagiosa su impotencia, su esfuerzo o su felicidad, dependiendo de la secuencia. Visualmente nos hallamos ante un ejercicio bien facturado, que emplea planos cercanos acordes a la intencionalidad de su creadora de meternos de lleno en la historia y escapar de los tópicos manidos y absurdos que rodean la vida de muchas personas afectadas por una discapacidad. La lucha central es el intento de Gabrielle y Martin (juntos y por separado, también) de instaurar la normalidad en todas las parcelas de sus vidas, disfrutar con plenitud del sexo, de la independencia y del amor, por encima de la oposición familiar, de las actitudes sociales excluyentes y del rechazo ajeno. Presenciaremos múltiples trabas y dificultades a lo largo de esta historia, cuyo ritmo ágil y contraste psicológico de personajes, todos ellos bastante redondos, ayuda a implicarse con las vivencias de su protagonista. A pesar de no resultar moralista ni adoctrinante en exceso, Gabrielle resulta, y con acierto, una fábula intensa y bella sobre la superación que representa una posición clara y definida por parte de su autora; la vocación de normalizar la discapacidad y la crítica absoluta del rechazo.
Por otro lado, las diferentes subtramas causan interés y añaden valor y profundidad a la historia; la importancia de la música en las vidas de los personajes, la liberación que sienten al cantar, la importancia de la educación y el ocio para la realización personal, la dependencia y el apoyo entre hermanas, lo reacias que se muestran las familias de ambos a que mantengan relaciones sexuales, las complicaciones de la rutina, y el amor entendido desde una perspectiva diferente. El mayor mérito de Louise Archambault consiste en acortar distancias y desnudar el corazón de su homónima protagonista, hacernos reír y sufrir con sus escarceos vitales y convencernos de la necesidad indispensable de la normalización. Sean bienvenidos a su historia. | ★★★★★ |
Andrea Núñez-Torrón Stock
redacción Santiago de Compostela
2013, Canadá, Gabrielle. Director: Louise Archambault. Guión: Louise Archambault. Productora: Micro_scope. Música: François Lafontaine Fotografía: Mathieu Laverdière. Reparto: Gabrielle Marion-Rivard, Alexandre Landry, Mélissa Désormeaux-Poulin, Vincent-Guillaume Otis, Benoît Gouin, Sébastien Ricard, Isabelle Vincent, Marie Gignac,Véronique Beaudet, Robert Charlebois, Grégory Charles. Presentación oficial: Gijón 2013.