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    Crítica | El secuestro de Michel Houellebecq

    El secuestro de Michel Houllebecq

    Un secuestro de andar por casa

    crítica de El secuestro de Michel Houellebecq | L'enlèvement de Michel Houellebecq, dirigida por Guillaume Nicloux. 2014

    De esta guisa se presenta Michel Houellebecq un 21 de agosto en Madrid: con zapatos mocasines marrones, calcetines de hilo que escalan como medias de futbolista por sus piernas, vaqueros oscuros, chaleco de scout o pescador bohemio que a duras penas si cubre una camiseta de tirantes, cigarrillo (casi) perpetuo entre los dedos corazón y anular, y un peinado eléctrico que remite instantáneamente a Emmett 'Doc' Brown (Christopher Lloyd) de Regreso al futuro. Nada en su rostro sugiere tranquilidad; tampoco nerviosismo. Es, sencillamente, un signo de interrogación que escruta la decadencia ante sí. Y el periodista forma parte de ella en tanto cómplice del cliché como estilo de vida profesional. No hay tregua. Houellebecq se sienta medio encorvado, carga con un peso fácilmente calculable: cincuenta y ocho abriles, seis novelas, varios poemarios y la biografía de H.P. Lovecraft que escribió en 1991, titulada H.P. Lovecraft. Contre le monde, contre la vie (traducida al español por la editorial Siruela). Su look rivaliza con el de cualquier excéntrico paseante o voyeur trasnochado en la Gran Vía de Madrid. Pero es famoso. Y francés. Se ha ganado cierto derecho a la heterodoxia. Así que, a pesar de estar a punto de darle un abrazo, o cincuenta céntimos, el plumilla se limita a seguir el guion. Pulsa el rec al tiempo que el entrevistado medita la respuesta y casi rumia entre susurros sus palabras. Si la pregunta es buena o en su defecto le provoca calor o frío, Houellebecq deja flácido el labio inferior, absorbe su rabia existencial y, de repente, es diez o quince años más viejo que hace sólo un instante: envejece y rejuvenece a capricho, según el nivel de mala hostia que se cocine en su interior. "Estás realmente solo", afirma uno de sus poemas, "te quedas atrás, atrás". Y tú vas con él, ya sea en El mapa y el territorio o en Plataforma, para que se te pegue algo, aunque sólo sea la espontaneidad para reírse de un mediocre adolescente; pero también su gusto por el vino Ribera del Duero o cualquier licor más o menos consumible. Houellebecq escribe como bebe: sin concesiones, aun sin perder del todo el control. Es serio y, asegura él, nunca llega tarde a una cita con su editor. Y bebe como escribe: no aspira a lo que no puede conseguir. La sobriedad de un genio absoluto.

    A Houellebecq un día lo secuestraron sin venir a cuento. Y sin un plan fijo. De vuelta a casa, tres hombres físicamente intimidantes con un enorme baúl metálico lo siguieron hasta la puerta de su apartamento en un piso veintitrés. El escritor tragó saliva y, a continuación, les pidió un cigarrillo a sus secuestradores, un cíngaro gordo, un culturista y uno de esos luchadores de MMA (Artes Marciales Mixtas) que igual te golpean con los puños que te asfixian con una llave de piernas estranguladora. Tras intercambiar unas palabras ("Tranquilo, no te haremos daño", "fumas bastante, ¿no?") le vendaron los ojos y lo transportaron en el cofre del tesoro hacia una casa a las afueras de la ciudad. Allí, ya en presente, hay dos entrañables ancianos con los que, sin demorar mucho, Houellebecq entabla amistad. Son los padres del luchador, quizá el más compasivo (o menos idiota) de los tres secuestradores. Y no es que los dos restantes sean crueles, sino más bien perezosos. Dice el líder —pelo rizado y barriga olímpica— que François Hollande pagará el rescate. Al fin y al cabo, Houllebecq es muy famoso y muy intelectual, y eso en Francia es razón suficiente para tirar la casa por la ventana. Y llegado este punto, freno en seco para decirles que tienen aquí una poderosa muestra de comedia a veces insospechada, a veces corrosiva, que apunta a todos y convierte el egocentrismo en materia de estudio. El director Guillaume Nicloux ofrece a sus no poco veraces creaciones una bicoca que, desgraciadamente, pasará inadvertida por el circuito de salas español. Premio Especial del Jurado y Mejor Guión en el Festival de Tribeca 2014, El secuestro de Michel Houellebecq es una simple pero retorcida máquina autorreferencial que, a golpe de sutileza, deviene sátira política de una Europa secuestrada, a través de un hombre no sólo inquietante sino lúcido y putero, cuya humanidad surge a fogonazos y se pliega en narrativa de colchón.

    El secuestro de Michel Houllebecq

    En una de las secuencias más potentes del filme —mockumentary en clave surrealista—, Houellebecq y sus amistosos secuestradores celebran el cumpleaños del escritor con una cena copiosa, mucho vino, tarta y máscaras venecianas. Todo sucede con tranquilidad, no sin ridículo, como en las mejores/peores familias. Hasta que a uno le da por mofarse de El señor de los anillos, porque, según dice, es una novela homosexual. En qué hora. Tras haber confesado su virginidad (y su intolerancia) la noche anterior, Houellebecq se levanta hecho un basilisco y golpea con furia la mesa, cuya forma se sacude violentamente haciendo tintinear la cubertería debido a la contundencia de sus puños. Está de pie, grita, alfeñique escupiendo improperios como un profesor insultado por su alumno menos talentoso. Que es también su secuestrador a tiempo parcial. Conque frágil, ¿eh? "Prefiero gustar o ser odiado que gustar a medias. Todos preferimos suscitar sentimientos extremos", contaba en Página 2. "Preferiría gustarle a todo el mundo, pero no estoy seguro de que sea posible, aunque no podría explicarle por qué. Creo que si provocas sentimientos fuertes positivos, también provocas un sentimiento fuerte negativo. Es inevitable, y lo prefiero". Ahí está el pescador, el hombre que se lleva la mano al oído sin conocer la causa de su dolencia; el escritor que camina a punto de besar la lona, aquel friki que viste en el Metro sin saber que era famoso. | |

    Juan José Ontiveros
    redacción Madrid


    Francia, 2014. L'enlèvement de Michel Houellebecq (The Kidnapping of Michel Houellebecq). Guión y dirección: Guillaume Nicloux. Fotografía: Christophe Offenstein. Reparto: Michel Houellebecq, Mathieu Nicourt, Maxime Lefrançois. Productora: Les Films du Worso, Chic Films. Distribuidora: Caramel Films.


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